Había una vez una pequeña niña llamada Marielle. Ella tenía dos años, rizos marrones y ojos grandes y curiosos. Vivía en una casita con su mamá y su papá, y le encantaba jugar y explorar todo a su alrededor. Marielle tenía una imaginación muy grande, y en su mundo, cada día era una nueva aventura.
Un soleado día, Marielle salió al jardín a jugar. De repente, vio algo brillante entre las flores. «¡Oh, qué bonito!» dijo Marielle mientras se acercaba. Era una mariposa mágica con alas de colores que brillaban como el arcoíris. La mariposa voló alrededor de Marielle y luego se posó en su mano. «¡Hola, mariposa!» dijo Marielle, «¿Quieres jugar conmigo?».
La mariposa, que en el mundo de Marielle podía hablar, respondió: «¡Sí, Marielle! Vamos a descubrir el bosque mágico juntos». Marielle, muy emocionada, siguió a la mariposa por el jardín, que poco a poco se transformó en un bosque lleno de árboles altos y flores brillantes.
Mientras caminaba, Marielle encontró un conejito blanco con orejas largas y suaves. «¡Hola, conejito! ¿Quieres venir con nosotros?», preguntó Marielle. El conejito asintió con entusiasmo y saltó a su lado. Los tres amigos continuaron su aventura, explorando cada rincón del bosque.
De repente, llegaron a un árbol muy grande y viejo. El árbol tenía una cara sonriente y ojos amables. «¡Bienvenida, Marielle!», dijo el árbol. «Soy el árbol parlante, y guardo muchos secretos del bosque. ¿Te gustaría saber uno?».
Marielle asintió emocionada. «¡Sí, por favor, señor árbol!».
El árbol parlante le contó a Marielle sobre un tesoro escondido en el bosque. «Es un cofre lleno de estrellas mágicas. Si lo encuentras, podrás pedir un deseo», dijo el árbol. Marielle, la mariposa y el conejito decidieron buscar el tesoro juntos.
Caminaron y caminaron hasta que encontraron un lago con agua tan clara que podían ver peces de colores nadando. Marielle, con su imaginación, vio que los peces también podían hablar. «¡Hola, peces!», saludó. «Estamos buscando un tesoro mágico. ¿Han visto algo así?».
Los peces, muy contentos de ayudar, les indicaron que siguieran el camino de las burbujas flotantes. «Las burbujas te llevarán al lugar donde está el tesoro», dijeron los peces.
Marielle, la mariposa y el conejito siguieron las burbujas, que subían y subían hasta llegar a una cueva escondida detrás de unas rocas. Dentro de la cueva, encontraron un cofre dorado con estrellas brillantes en la tapa. Marielle abrió el cofre y, al instante, un montón de estrellas mágicas llenaron el aire.
«¡Wow!», exclamó Marielle. «¡Son tan hermosas!».
La mariposa le recordó: «Marielle, puedes pedir un deseo».
Marielle cerró los ojos y pensó en su deseo. «Deseo que todos mis amigos sean felices y que siempre podamos jugar juntos», dijo con una sonrisa.
Las estrellas mágicas brillaron aún más y luego se desvanecieron en el aire, dejando un sentimiento cálido en el corazón de Marielle. Sabía que su deseo se había cumplido.
De vuelta en el jardín, Marielle abrazó a la mariposa y al conejito. «Gracias por esta maravillosa aventura», dijo. La mariposa y el conejito también la agradecieron y prometieron seguir siendo sus amigos.
Marielle regresó a casa y le contó a su mamá y a su papá todas las aventuras que había vivido. «¡Qué emocionante, Marielle!», dijeron sus padres. «Siempre recuerda que con tu imaginación, puedes vivir las aventuras más increíbles».
Y así, cada día, Marielle siguió explorando y viviendo nuevas aventuras en su mundo de fantasía, siempre acompañada de sus amigos mágicos. Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.