Cuentos de Aventura

Mariel y Pedro en el Mundo Misterioso

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez dos niños llamados Mariel y Pedro. Mariel era una chica muy solidaria y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Tenía el cabello largo y castaño que le caía en suaves ondas sobre los hombros. Pedro, en cambio, era un chico orgulloso y un poco ignorante. Tenía el cabello corto y negro, y siempre estaba buscando nuevas aventuras, aunque a veces sin pensar en las consecuencias.

Un día, mientras estaban en un campamento en el bosque, Mariel decidió recoger flores para hacer un bonito ramo. Caminaba alegremente entre los árboles, disfrutando del aire fresco y los sonidos de la naturaleza. De repente, vio algo extraño entre los arbustos. Era un portal brillante que emitía una luz suave y mágica.

Mariel se asustó y dio un paso atrás. «¡Oh, cielos! ¿Qué es esto?» se preguntó en voz alta. En ese momento, Pedro apareció detrás de ella y vio el portal. Sus ojos se iluminaron de emoción. «¡Qué emocionante, Mariel! ¡Es un portal a otro mundo!» exclamó, sin ocultar su entusiasmo.

Mariel, todavía asustada, intentó convencer a Pedro de que debían irse. «Pedro, esto es muy extraño. Mejor vámonos de aquí,» dijo, tratando de tirar de su brazo. Pero Pedro no la escuchó. Estaba demasiado emocionado por la idea de una nueva aventura. «¡Vamos, Mariel! ¡Será divertido!» dijo, y antes de que Mariel pudiera protestar, Pedro la arrastró hacia el portal.

Los dos niños atravesaron el portal y, de repente, se encontraron en un mundo completamente diferente. El cielo era de un color azul intenso y había árboles gigantes con hojas doradas. Todo alrededor de ellos brillaba con una luz mágica. «¡Wow! Esto es increíble,» dijo Pedro, mirando a su alrededor con asombro.

Mariel, todavía un poco nerviosa, trató de mantener la calma. «Pedro, tenemos que encontrar la manera de regresar a casa,» dijo. Pero Pedro no parecía preocupado. «Relájate, Mariel. Primero exploremos este lugar. ¡Mira cuántas cosas increíbles hay aquí!»

Caminaron un rato y encontraron un camino que los llevó a un claro en el bosque. Allí, vieron una cabaña hecha de madera con techo de hojas. Al acercarse, la puerta se abrió y apareció un anciano con barba blanca y ojos amables. «Bienvenidos, jóvenes viajeros,» dijo el anciano. «Soy Elrond, el guardián de este mundo mágico. ¿Qué los trae por aquí?»

Pedro, sin pensarlo dos veces, comenzó a contarle al anciano sobre cómo habían encontrado el portal y su deseo de explorar. Mariel, más cauta, explicó que estaban buscando la manera de regresar a casa. Elrond asintió con comprensión. «Puedo ayudarlos a regresar, pero primero deben ayudarme con una tarea.»

El anciano les explicó que el equilibrio del mundo mágico estaba en peligro porque la Fuente de la Luz, que mantenía todo en armonía, se estaba debilitando. «Necesito que recojan tres gemas mágicas que están escondidas en diferentes partes de este mundo,» dijo Elrond. «Solo así podremos restaurar la Fuente de la Luz y abrir el portal de regreso a su hogar.»

Mariel y Pedro aceptaron la misión y se prepararon para su aventura. Elrond les dio un mapa mágico que mostraba la ubicación de las gemas. La primera gema estaba en el Bosque Encantado, custodiada por un grupo de duendes traviesos.

Caminaron hasta el Bosque Encantado y, siguiendo el mapa, llegaron al lugar donde se encontraba la gema. Los duendes, al ver a los niños, comenzaron a jugarles bromas y a esconder la gema. «Para obtener la gema, deben demostrarnos que son dignos,» dijeron los duendes. Pedro, siempre impulsivo, intentó atraparlos, pero solo logró que se escondieran más.

Mariel, recordando lo que siempre le decía su mamá sobre ser amable y paciente, decidió hablar con los duendes. «Por favor, necesitamos la gema para salvar este mundo y regresar a casa. Prometemos que seremos respetuosos,» dijo con una sonrisa. Los duendes, impresionados por la bondad de Mariel, decidieron darle la gema.

«Gracias, Mariel,» dijo uno de los duendes. «Tu amabilidad nos ha demostrado que eres digna de llevar la gema.»

Con la primera gema en su poder, Mariel y Pedro siguieron su camino hacia la segunda gema, que se encontraba en la Montaña de los Dragones. Al llegar, vieron a un gran dragón dormido sobre la entrada de una cueva. «¡Ahí dentro debe estar la gema!» dijo Pedro.

Mariel, sin embargo, pensó en una manera pacífica de obtener la gema. Se acercó lentamente al dragón y lo despertó suavemente. «Señor Dragón, necesitamos una gema que está en su cueva para salvar este mundo. ¿Podría ayudarnos?» preguntó con respeto.

El dragón, sorprendido por la valentía y el respeto de Mariel, decidió ayudarlos. «Soy Draco, el guardián de esta montaña. Pueden tomar la gema si prometen usarla sabiamente,» dijo el dragón. Mariel y Pedro tomaron la gema con gratitud y prometieron hacer buen uso de ella.

La última gema estaba en el Lago de Cristal, custodiada por una sirena llamada Lorelei. Al llegar al lago, vieron a Lorelei nadando graciosamente en las aguas cristalinas. «¿Qué los trae aquí, pequeños aventureros?» preguntó la sirena.

«Necesitamos la gema del lago para restaurar la Fuente de la Luz y regresar a casa,» explicó Mariel. Lorelei, al ver la sinceridad en los ojos de los niños, decidió ponerlos a prueba. «Para obtener la gema, deben demostrar su valentía. En el fondo del lago hay una cueva oscura. La gema está allí, pero deben bucear juntos para encontrarla.»

Mariel y Pedro se tomaron de la mano y, con valor, se sumergieron en el lago. Bucearon hasta encontrar la cueva oscura y, trabajando en equipo, encontraron la gema escondida entre las rocas. Regresaron a la superficie con la gema y se la entregaron a Lorelei.

«Han demostrado una gran valentía,» dijo Lorelei. «Lleven esta gema y cumplan su misión.»

Con las tres gemas en su poder, Mariel y Pedro regresaron a la cabaña de Elrond. El anciano los esperaba con una sonrisa. «Bien hecho, jóvenes. Han demostrado bondad, respeto y valentía. Ahora, restauraremos la Fuente de la Luz.»

Elrond colocó las gemas en una fuente mágica y, de repente, una luz brillante iluminó todo el bosque. El portal de regreso a su mundo se abrió frente a ellos. «Ahora pueden regresar a casa,» dijo Elrond.

Mariel y Pedro se despidieron de Elrond y atravesaron el portal. De repente, se encontraron de vuelta en el campamento, rodeados de sus amigos. «¡Lo logramos, Pedro! ¡Estamos de vuelta!» exclamó Mariel con alegría.

Pedro, ahora más humilde y agradecido, sonrió. «Sí, y aprendimos mucho en nuestra aventura. Gracias por ser tan valiente y amable, Mariel.»

Desde ese día, Mariel y Pedro siguieron siendo amigos, recordando siempre la increíble aventura que vivieron juntos en el mundo mágico. Y cada vez que veían una flor brillante o un árbol dorado, sonreían, recordando que la bondad, el respeto y la valentía siempre los guiarían en cualquier aventura.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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