Michi era un pequeño gatito de pelaje blanco y manchas negras que vivía en una casita a las afueras de un pueblo. Su mejor amigo era Pepito, un perrito de orejas grandes y cola prensil que siempre estaba lleno de energía y alegría. Cada día, después de jugar juntos en el jardín, se aventuraban a explorar los alrededores, siempre con la supervisión atenta de sus dueños. Pero aquel día, algo diferente y emocionante iba a ocurrir.
Todo comenzó cuando Michi estaba en el jardín persiguiendo una mariposa que tenía unas alas brillantes de colores que parecían estar pintadas con todos los tonos del arcoíris. Pepito, que estaba descansando bajo el árbol, levantó la cabeza al verla y decidió unirse al juego. Los dos amigos comenzaron a seguir la mariposa, que volaba juguetona entre las flores, ascendiendo cada vez más hacia el bosque cercano.
El bosque era un lugar misterioso y lleno de vida. Sus árboles eran altos y frondosos, y entre sus ramas se escuchaban cantos de pájaros y el ruido de pequeñas criaturas. Michi y Pepito nunca habían entrado muy adentro porque sabían que podía ser fácil perderse allí. Sin embargo, la mariposa los llevó cada vez más lejos, y antes de darse cuenta, se encontraron rodeados por árboles que se alzaban como gigantes amables, cubriendo el cielo con sus hojas verdes.
—¿Dónde está la mariposa, Michi? —preguntó Pepito, olisqueando el aire con curiosidad.
—Creo que sigue volando adelante —dijo Michi, con sus ojitos brillantes fijos en el hermoso insecto—. ¡Vamos, que seguro nos espera una gran aventura!
Los dos amigos se adentraron más y más en el bosque, siguiendo la mariposa que parecía conocer el camino perfecto para ellos. A medida que avanzaban, el suelo se llenaba de hojas, ramitas y flores silvestres. Michi, con sus patitas suaves, pisaba con cuidado, mientras Pepito usaba su olfato para asegurarse de que no había peligros cerca.
De repente, la mariposa desapareció detrás de un arbusto muy frondoso. Michi y Pepito corrieron para alcanzarla, pero cuando llegaron, no vieron ni rastro del insecto. En cambio, dos animalitos muy sorprendidos los estaban mirando desde el otro lado del arbusto: era una pequeña ardilla llamada Nela y un conejo llamado Rulo.
—¡Hola! —saludó la ardilla con una voz aguda y amigable—. ¿Se perdieron? Este bosque puede ser un lugar confuso si no sabes dónde estás.
—Somos Michi y Pepito —dijo Michi, frotándose las orejas—. Sí, seguimos una mariposa y ahora no sabemos cómo volver a casa.
Rulo, que tenía largas orejas y bigotes que temblaban un poco, se acercó tímidamente.
—No se preocupen —dijo—. Nosotros conocemos el bosque muy bien. Podemos ayudarles a regresar.
Pepito meneó la cola feliz.
—¡Eso suena genial! ¿Nos ayudarán?
La ardilla Nela sonrió y les hizo una señal para que la siguieran.
—Vengan, iremos por un camino seguro. Pero tendrán que tener cuidado, porque en el bosque también hay lugares donde no se debe entrar solos.
Los amigos caminaron juntos. Nela y Rulo les mostraron senderos cubiertos por hojas que crujían al pisar, pequeños riachuelos donde el agua era tan clara que se podía ver el reflejo del cielo, y árboles tan antiguos que parecían contar historias con sus arrugas en la corteza.
Mientras avanzaban, Pepito se detuvo para oler algo. Al instante, ladró suavemente.
—¿Qué pasa, Pepito? —preguntó Michi.
—Creo que hay un ciervo cerca —respondió el perrito emocionado—. ¡Quizá podamos verlo!
Para alegría de todos, a lo lejos apareció un ciervo joven con ojos grandes y patas elegantes. El ciervo, que se llamaba Damián, se acercó con gracia y les habló con voz suave.
—¿Buscan su camino de regreso a casa? Yo también conozco bien este bosque. Puedo guiarlos por la parte más segura y rápida.
Los amigos agradecieron mucho la ayuda de Damián y siguieron el camino junto a él. Pasaron por claros llenos de flores silvestres que parecían pintadas de todos los colores, y escucharon el canto de los pájaros que les alegraba el viaje. Michi estaba maravillado con tanta belleza y Pepito disfrutaba olfateando cada rincón nuevo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.