En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques frondosos, vivía una niña llamada Mireia. Ella era curiosa y llena de energía, siempre lista para una nueva aventura. Su cabello era rizado como los caminos que serpenteaban en el bosque y sus ojos brillaban con la emoción de descubrir cosas nuevas. Cada día, después de ayudar a su mamá en casa, Mireia salía al exterior en busca de un nuevo tesoro que encontrar.
Era un día perfecto. El sol brillaba en el cielo y una suave brisa soplaba, haciendo que las hojas de los árboles bailaran. Mireia decidió que hoy sería un gran día para explorar el bosque. Se puso su chaqueta roja favorita, se despidió de su mamá y salió corriendo hacia el lugar que más le gustaba de todos: el bosque encantado.
Mientras Mireia corría, escuchó el canto de los pájaros y el suave murmullo del río que corría cerca. Ella saltaba sobre las piedras y se escondía detrás de los árboles, imaginando que era una valiente aventurera en un mundo lleno de misterios. De repente, notó algo brillante entre la hierba. Se acercó con cuidado y, al agacharse, descubrió un hermoso collar. Era un collar de Navidad, adornado con pequeñas campanas que sonaban suavemente cada vez que se movía.
—¡Qué bonito! —exclamó Mireia, maravillada por su hallazgo. Pero, al intentar levantarse, se dio cuenta de que el collar no era solo un adorno. Algo mágico estaba sucediendo. Un suave resplandor comenzó a emanar del collar y, en un instante, un pequeño hada apareció frente a ella.
El hada era diminuta, con alas transparentes que reflejaban la luz del sol en todos los colores del arcoíris. Su vestido era de hojas y flores, y su cabello parecía hecho de hilos de oro.
—¡Hola, Mireia! —dijo el hada con una voz dulce y melodiosa—. Soy Luzia, el hada de la Navidad. Ese collar que encontraste es muy especial. Tiene el poder de hacer realidad un deseo si lo usas con el corazón puro.
Mireia, emocionada, le preguntó:
—¿De verdad puede hacer un deseo? ¡Eso es increíble!
—Sí —respondió Luzia—. Pero recuerda, debes desear algo que no solo te beneficie a ti, sino que también haga feliz a los demás.
Mireia pensó en todos sus amigos. Sabía que en su pueblo había niños que no tenían muchos juguetes y que a veces se sentían tristes. Entonces, decidió que su deseo sería que todos los niños del pueblo tuvieran un juguete nuevo para Navidad.
—¡Deseo que todos los niños de mi pueblo tengan un juguete nuevo para Navidad! —dijo Mireia con determinación.
Luzia sonrió y movió su varita mágica. El collar brilló intensamente y, de repente, una brisa mágica recorrió todo el bosque. Las hojas temblaron y los árboles comenzaron a susurrar. Mireia sintió que algo maravilloso estaba por suceder.
Aquella noche, mientras Mireia dormía, el milagro de su deseo comenzó a suceder. Luzia voló de casa en casa, dejando juguetes brillantes y coloridos en cada habitación de los niños del pueblo. Había muñecos, pelotas, cuentos y libros de dibujos. Cada entrada era mágica, y el pueblo entero se llenó de risas y alegría.
Al día siguiente, cuando Mireia despertó, se sintió muy emocionada. Corrió hacia la ventana y, para su sorpresa, vio a todos los niños del pueblo correteando por las calles, riendo y jugando con sus nuevos juguetes. Ella supo que su deseo se había hecho realidad. Fue entonces cuando decidió salir a jugar con sus amigos.
Mientras el sol lucía brillante en el cielo, Mireia se unió a sus amigos y vio cómo todos compartían sus juguetes. Nadie estaba triste, todos estaban felices. El ambiente era de amor y amistad, y eso hacía a Mireia sentir que había tomado la decisión correcta con su deseo.
En medio de la algarabía, uno de sus amigos, llamado Hugo, se acercó y le dijo:
—¡Mireia! ¡Todo esto es gracias a ti! ¡Eres la mejor amiga del mundo!
Mireia sonrió, sintiéndose orgullosa y feliz. Entonces, decidió contarles a sus amigos sobre el collar mágico que había encontrado y el hada que había realizado su deseo. Todos escuchaban atentos, llenos de entusiasmo e imaginación. Se sentaron alrededor de un gran árbol y comenzaron a soñar juntos sobre nuevas aventuras.
Mientras tanto, Luzia observaba desde lo alto de un árbol, satisfecha con el resultado. Ella sabía que a veces, los deseos más simples podían tener un impacto enorme en la vida de los demás. Mireia había aprendido que compartir y cuidar a los otros era lo más importante.
El tiempo pasó y el invierno llegó al pueblo. La nieve cubrió todo con una manta blanca, y los niños salían a hacer muñecos de nieve y a deslizarse en trineo. Mireia seguía llevando consigo el collar, que ahora no solo era un objeto mágico, sino un símbolo de su bondad y generosidad.
Un día, mientras jugaban en el parque, todos se reunieron en círculo para construir un gran muñeco de nieve. Cuando terminaron, decidieron que querían adornarlo con algo especial. Mireia, con una gran sonrisa, sacó el collar de Navidad y lo puso alrededor del cuello del muñeco de nieve. Todos aplaudieron y vitorearon por su brillante idea.
En ese instante, el collar resplandeció de nuevo, y todos se dieron cuenta de que la magia del collar no solo había traído alegría una vez, sino que también había sembrado semillas de amistad y bondad en sus corazones.
Mireia comprendió que la verdadera magia de la Navidad no estaba solo en los regalos, sino en compartir momentos y hacer felices a los demás. Desde entonces, cada Navidad, Mireia y sus amigos organizaban una gran fiesta donde ayudaban a los que más lo necesitaban, compartiendo no solo juguetes, sino también risas, abrazos y mucha felicidad.
Y así, el collar hermoso permaneció en la cima del muñeco de nieve, recordándoles siempre el poder de un deseo hecho con el corazón. Mireia nunca olvidó la lección que aprendió aquel día, y siempre que miraba el collar, su corazón se llenaba de la calidez que solo el amor y la amistad pueden brindar. A partir de ese momento, el pueblo nunca dejó de ser un lugar mágico, lleno de risas y alegría.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.