Había una vez un joven pastor llamado Oshiro que vivía en una pequeña aldea rodeada de colinas verdes y valles floridos. Oshiro era conocido por ser un cuidador dedicado y valiente de sus cuatro cabras: La Mauro, La Harry, La Jhon y La Alex Brocca. Cada una de las cabras tenía su propia personalidad y características especiales. La Mauro era la más fuerte, La Harry la más rápida, La Jhon la más curiosa y La Alex Brocca la más astuta.
Todos los días, Oshiro llevaba a sus cabras a pastar en los verdes prados, asegurándose de que siempre estuvieran a salvo y bien alimentadas. Sin embargo, había un peligro constante en esos prados: el lobo Kevin Cosner. Este lobo era astuto y siempre andaba al acecho, buscando la oportunidad de capturar a alguna de las cabras de Oshiro.
Una mañana, mientras el sol comenzaba a salir y las flores se abrían para recibir los primeros rayos de luz, Oshiro decidió llevar a sus cabras a un nuevo prado que había descubierto recientemente. El prado estaba lleno de hierba fresca y flores deliciosas, perfectas para sus queridas cabras.
—Vamos, chicas, hoy exploraremos un lugar nuevo —dijo Oshiro con entusiasmo, guiando a sus cabras por un sendero entre las colinas.
Las cabras seguían a Oshiro alegremente, disfrutando del paseo y de la brisa matutina. Sin embargo, Kevin Cosner no tardó en percatarse de su presencia. Desde su escondite en el bosque, el lobo observaba cada movimiento de Oshiro y sus cabras, esperando el momento perfecto para atacar.
Mientras las cabras pastaban en el nuevo prado, Oshiro decidió explorar un poco los alrededores. Encontró un pequeño arroyo que serpenteaba entre las colinas y decidió seguir su curso para ver dónde llevaba. Dejó a las cabras pastando, confiando en que estarían a salvo por un momento.
Pero Kevin Cosner vio su oportunidad. Sigilosamente, se acercó al prado y se preparó para saltar sobre La Jhon, la cabra más curiosa, que se había alejado un poco del grupo. Justo cuando estaba a punto de atacar, La Alex Brocca, la más astuta de las cabras, vio al lobo y comenzó a balar fuertemente para alertar a Oshiro.
Oshiro, al escuchar los balidos de La Alex Brocca, corrió de regreso al prado tan rápido como pudo. Al llegar, vio a Kevin Cosner muy cerca de La Jhon, y sin pensarlo dos veces, agarró un palo y corrió hacia el lobo, gritándole para ahuyentarlo.
—¡Fuera de aquí, Kevin! ¡No dejaré que te lleves a mis cabras! —gritó Oshiro con valentía.
El lobo, sorprendido por la determinación de Oshiro, retrocedió y finalmente se alejó, sabiendo que no sería fácil capturar a una de las cabras bajo la vigilancia de Oshiro.
—Gracias, La Alex Brocca —dijo Oshiro, acariciando a la cabra astuta—. Tu alerta nos salvó hoy.
La Alex Brocca baló suavemente, feliz de haber ayudado. Las otras cabras también se acercaron a Oshiro, agradecidas por su protección.
Después de ese incidente, Oshiro decidió que debían estar más atentos y trabajar en equipo para protegerse mutuamente. Cada cabra tenía una habilidad especial que podían usar para mantenerse a salvo del lobo Kevin Cosner.
Pasaron los días y las cabras aprendieron a ser más cautelosas y a estar siempre alerta. La Mauro usaba su fuerza para derribar ramas y crear barreras naturales. La Harry, con su velocidad, corría alrededor del prado para asegurarse de que no hubiera peligros cerca. La Jhon, aunque curiosa, aprendió a mantenerse cerca del grupo. Y La Alex Brocca, con su astucia, siempre estaba atenta a cualquier movimiento sospechoso.
Un día, mientras pastaban en un prado particularmente hermoso, Oshiro notó que el cielo se oscurecía repentinamente. Una tormenta se aproximaba y necesitaban encontrar refugio rápidamente. Decidió llevar a las cabras a una cueva que había visto en una de sus exploraciones anteriores.
—Vamos, chicas, tenemos que refugiarnos antes de que comience a llover —dijo Oshiro, guiando a las cabras hacia la cueva.
La tormenta estalló justo cuando llegaron a la cueva. El viento aullaba y la lluvia caía en torrentes. Dentro de la cueva, Oshiro y sus cabras estaban secos y seguros, pero no estaban solos. Kevin Cosner también había buscado refugio en la misma cueva.
Al ver al lobo, las cabras se pusieron nerviosas, pero Oshiro se mantuvo firme.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.