Había una vez un niño llamado SkibidiToilet, que vivía en una peculiar casa en Hamburgo, justo al lado de un barranco. SkibidiToilet era un chico curioso, siempre buscando aventuras y lleno de ideas extravagantes. Su casa, con un gran ventanal que daba al abismo, le ofrecía vistas impresionantes, pero también lo mantenía alerta. Siempre imaginaba que algún día, algo asombroso ocurriría en ese barranco. Sin embargo, su vida, en general, era bastante normal, hasta que un día todo cambió.
Era una mañana soleada cuando su mamá le dijo que tenía que ir al otorrinolaringólogo. SkibidiToilet no estaba particularmente emocionado, pero como cualquier otro día, decidió tomárselo como una aventura más. Se dirigieron a la clínica, y después de una rápida revisión de sus oídos, nariz y garganta, el médico, un hombre alto y serio que se llamaba simplemente «Otorrinolaringólogo», les dio el visto bueno para seguir con su día.
—¡Todo está en orden, SkibidiToilet! —dijo el médico con una sonrisa—. ¡Puedes seguir con tus aventuras!
Saliendo de la clínica, la mamá de SkibidiToilet le recordó que tenían otras cosas que hacer antes de volver a casa.
—Primero vamos a la tienda Truper —dijo su mamá—. Necesitamos comprar un palo para tu pala.
SkibidiToilet no entendía muy bien para qué necesitaban el palo, pero su mamá siempre tenía planes y proyectos en casa, así que siguió adelante. Llegaron a la tienda Truper, donde todo tipo de herramientas y accesorios los rodeaban. SkibidiToilet, siempre curioso, se perdió un poco entre los estantes, observando martillos, sierras y cosas que ni siquiera sabía para qué servían. Finalmente, encontraron el palo perfecto para la pala y salieron de la tienda.
—Ahora vamos al supermercado —dijo su mamá—. Tenemos que comprar algunas cosas más.
El supermercado estaba repleto de gente, pero eso no impedía que SkibidiToilet se divirtiera corriendo de un lado a otro, mirando los productos brillantes en los estantes. Su mamá le dio una lista: necesitaban comprar Fabuloso para limpiar la casa, unos Skittles para él, crema para los granos (algo que SkibidiToilet detestaba, pero que su mamá insistía en comprar), y un jugo Jumex para el almuerzo. SkibidiToilet tomó los Skittles y el jugo, mientras su mamá seleccionaba el resto.
—¡Perfecto! Ahora, la última parada antes de regresar a casa es la juguetería —anunció su mamá, y los ojos de SkibidiToilet se iluminaron.
Pero no iban a la juguetería solo para mirar juguetes. Su misión era comprar nada menos que un rinoceronte de juguete. Y no era cualquier rinoceronte, sino un rinoceronte especial que necesitaban para una ocasión muy importante. El presidente de México, Amlo, los había invitado a su cumpleaños, y su mamá estaba convencida de que un rinoceronte sería el regalo perfecto.
—Es algo único, ¿no te parece? —dijo su mamá con una sonrisa—. Estoy segura de que Amlo lo va a adorar.
SkibidiToilet no estaba tan seguro de si un rinoceronte era el regalo ideal, pero le encantaba la idea de asistir al cumpleaños del presidente. Así que, emocionados, entraron en la juguetería. Después de buscar entre cientos de juguetes, finalmente encontraron el rinoceronte perfecto. Era grande, de un color gris brillante, con cuernos dorados y un aspecto imponente.
—¡Este es el indicado! —dijo SkibidiToilet, sosteniéndolo en alto con orgullo.
Con el rinoceronte en mano, se dirigieron al cumpleaños del presidente Amlo. El evento se celebraba en un gran salón lleno de colores, luces y música. Al llegar, el presidente los recibió con una gran sonrisa y, sorprendentemente, recitó un trabalenguas muy complicado:
—Parangaricutirimícuaro —dijo con voz solemne—. A ver si ustedes pueden decirlo tan rápido como yo.
SkibidiToilet intentó repetir el trabalenguas, pero terminó riéndose, confundido con las sílabas. Amlo se echó a reír también y les dio la bienvenida a la fiesta. La celebración fue increíble, con juegos, música y comida deliciosa. SkibidiToilet estaba encantado de estar en un lugar tan especial, rodeado de personas tan importantes.
Pero lo mejor vino al final de la fiesta. Amlo, agradecido por el rinoceronte, les hizo un regalo muy especial. Les entregó una pequeña jaula cubierta con una manta roja.
—Este es mi agradecimiento por el rinoceronte —dijo el presidente con una sonrisa.
Cuando SkibidiToilet levantó la manta, encontró dentro una pequeña y colorida ave: un agapornis. El pajarito revoloteaba alegremente dentro de la jaula, y SkibidiToilet no podía estar más emocionado. Nunca había tenido una mascota tan única y especial.
—¡Es perfecto! —exclamó SkibidiToilet, encantado con su nuevo amigo.
Después de un día lleno de aventuras, compras y sorpresas, SkibidiToilet y su mamá regresaron a casa, cansados pero felices. Mientras miraba su nuevo agapornis, SkibidiToilet sonrió. Sabía que este era solo el comienzo de muchas más aventuras, y no podía esperar a ver qué otras sorpresas le tenía preparado el futuro.
FIN
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.