En un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas, vivían dos hermanitas rubias, Tayma y Kenia, con su papá, un hombre lleno de energía y amor por sus hijas. Tayma, con sus 7 años, era curiosa y valiente, mientras que Kenia, con solo 5 años, era alegre y juguetona. Juntas, formaban un equipo inseparable.
Un día, su papá les propuso una aventura especial. «Vamos a explorar el Bosque Encantado,» dijo con una sonrisa. Las niñas, emocionadas por la aventura, se prepararon rápidamente. Llenaron sus mochilas con agua, un mapa, una brújula y un poco de comida.
Entraron en el bosque, un lugar lleno de árboles altos y flores de colores. Mientras caminaban, Tayma y Kenia observaban mariposas danzantes y pequeños animales que se escondían entre los arbustos. Todo en el bosque parecía mágico y lleno de vida.
De repente, se encontraron con su primer obstáculo: un río caudaloso que bloqueaba su camino. Pero su papá, siempre ingenioso, les enseñó cómo construir un pequeño puente con troncos y piedras. Trabajando juntos, pronto cruzaron el río con éxito.
Continuaron su viaje, enfrentándose a nuevos desafíos como acertijos escritos en los árboles y senderos laberínticos. Tayma, con su aguda observación, y Kenia, con su espíritu alegre, encontraban soluciones creativas a cada desafío, siempre guiadas por la sabiduría de su papá.
Cuando el sol comenzaba a ocultarse, llegaron a una parte más espesa y misteriosa del bosque. De repente, un rugido rompió el silencio. Frente a ellos, apareció un enorme dragón maléfico, con escamas brillantes y ojos que ardían como el fuego.
Tayma y Kenia se escondieron detrás de su papá, quien, aunque asustado, se mantuvo firme y valiente frente al dragón. Recordando las historias que había leído, comenzó a hablarle al dragón con voz calmada y amistosa, contándole historias de valentía y amistad.
Para sorpresa de todos, el dragón, que nunca había escuchado palabras amables, empezó a tranquilizarse. Las llamas de sus ojos se apagaron, y en su lugar apareció una mirada de curiosidad. El dragón, que había sido malinterpretado y temido por todos, en realidad estaba solo y buscaba amigos.
Tayma y Kenia, viendo el cambio en el dragón, salieron de su escondite y se acercaron poco a poco. El dragón bajó su cabeza permitiéndoles acariciar sus escamas. Así, un inesperado lazo de amistad se formó entre ellos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.