Cuentos de Aventura

Tomás y el Misterio del Arco Iris: Un Viaje de Descubrimiento a Través de la Luz y el Color

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era un día brillante en el pequeño pueblo de Arcoíris. El sol brillaba con fuerza, creando un cielo azul claro que parecía pintado. Jerónimo, un niño curioso y aventurero, estaba en su casa jugando con su mejor amiga, Vanessa. Ambos eran inseparables y siempre estaban en busca de nuevas aventuras.

Esa mañana, mientras jugaban, la mamá de Jerónimo entró en la habitación con una sonrisa. «¡Hola, chicos! Les tengo una sorpresa», dijo mientras sostenía un libro grande lleno de ilustraciones. «Es un libro sobre el color y la luz. Hay una historia en él que habla de un arco iris mágico que aparece solo una vez al año. ¿Quieren saber más?»

Las caras de Jerónimo y Vanessa se iluminaron. «¡Sí, claro!» exclamaron al unísono, mientras se acercaban rápidamente a la mamá de Jerónimo. Ella empezó a leerles sobre un arco iris que conducía a un lugar lleno de colores y sorpresas, donde los habitantes eran criaturas mágicas que cuidaban de la luz y del color del mundo.

«Pero,» continuó mamá, «se dice que para encontrar ese arco iris, hay que seguir la luz y atreverse a explorar el bosque encantado que está al final del pueblo. ¿Quién se atreve a ir?»

Jerónimo, con los ojos llenos de emoción, miró a Vanessa. «¡Podemos ir juntos! Será una gran aventura», dijo entusiasmado. Vanessa asintió con la cabeza. «Sí, ¡será increíble!»

Después de prepararse con una mochila llena de galletas, agua y una linterna, los dos amigos se despidieron de mamá y salieron en busca del arco iris. El camino hacia el bosque encantado estaba lleno de flores brillantes y árboles altos que parecían abrazar el cielo. Mientras caminaban, Jerónimo y Vanessa charlaban sobre qué criaturas mágicas podrían encontrar.

«¿Crees que habrá hadas?» preguntó Vanessa con una sonrisa traviesa. «O quizás duendes que cuidan los colores,» respondió Jerónimo mientras saltaba sobre una piedra.

Tras un rato de caminata, llegaron a la entrada del bosque. Era un lugar misterioso, donde los rayos del sol apenas podían atravesar las hojas verdes y espesas. «¿Qué tal si encendemos la linterna por si acaso?» sugirió Vanessa. Jerónimo asintió y, al encender la linterna, la luz brillante se reflejó en las hojas, creando destellos de colores.

Mientras exploraban el bosque, empezaron a escuchar un pequeño sonido, como si alguien estuviera llorando. “¿Escuchas eso?” preguntó Vanessa. Jerónimo asintió y, con valentía, siguió el sonido. Al acercarse, encontraron un pequeño ser de luz, que parecía un hada, sentada sobre una piedra.

«¿Qué te pasa?» le preguntó Jerónimo con dulzura. El hada, con lágrimas en sus ojos, respondió: «Soy Lúmina, el hada de la luz. He perdido mi varita mágica y sin ella, no puedo hacer que brille el arco iris este año. Si no lo encuentro, el arco iris no aparecerá y todo el color del mundo se desvanecerá.»

Vanessa miró a Jerónimo, preocupada. «¡Debemos ayudarla!» exclamó. «Sí, claro, Lúmina. Te ayudaremos a encontrar tu varita», dijo Jerónimo decidido. Lúmina sonrió, con un brillo de esperanza en sus ojos. «De verdad, ¿harían eso por mí?»

Los tres comenzaron a buscar por el bosque. Lúmina les habló sobre su varita, explicando que era de muchos colores y que debía estar en un lugar donde la luz brillaba con más fuerza. Mientras tanto, Jerónimo y Vanessa estaban atentos a cada rincón, revisando entre las flores y alrededor de los árboles.

Después de un tiempo buscando, se encontraron con un arroyo que brillaba intensamente. «¡Mira!» gritó Vanessa. «Ese lugar parece muy brillante. Tal vez allí pueda estar tu varita.» Así que se acercaron al arroyo, y la luz que emitía parecía corear con los colores del arco iris. Miraron cuidadosamente en el agua, hasta que de repente Jerónimo vio algo flotando.

«¡Mira, Lúmina!» dijo, señalando un objeto brillante en el agua. Con un pequeño salto, se agachó y la recogió. Era la varita mágica de Lúmina, resplandeciendo con tonos de azul, amarillo y rojo. «¡Lo lograste!» gritó Lúmina, llevándose las manos a la boca con sorpresa. «¡Es mi varita!»

Con la varita en mano, Lúmina comenzó a danzar y a recitar palabras mágicas. La luz de la varita iluminó todo a su alrededor y, como un milagro, el cielo empezó a cambiar de color, tomando formas y sonidos que nunca habían escuchado antes. Jerónimo y Vanessa se quedaron asombrados al ver cómo los colores del arco iris llenaban el cielo.

«Gracias, gracias, gracias,» repetía Lúmina mientras flotaba en el aire llena de alegría. «No solo han salvado el arco iris, también han devuelto el color al mundo. Ahora, como recompensa, les llevaré a un lugar mágico donde podrán ver cómo viven los colores.»

Entonces, sin previo aviso, Lúmina agitó su varita y, en un abrir y cerrar de ojos, Jerónimo y Vanessa se encontraron en un hermoso lugar. Era un campo de flores multicolores, donde los árboles tenían troncos dorados y hojas plateadas. Las criaturas del campo danzaban al ritmo del viento, creando una melodía encantadora.

Allí, los amigos pasaron un tiempo inolvidable, jugando con las mariposas y recolectando flores. Lúmina les enseñó cómo crear pequeños destellos de colores con su varita y les contó historias fascinantes sobre cada color.

Finalmente, llegó el momento de regresar. Aunque querían quedarse más tiempo, sabían que debían volver a casa. Lúmina les agradeció una vez más y, con un toque de su varita, los transportó de vuelta al lugar donde habían comenzado su aventura.

Cuando llegaron a su casa, mamá los esperaba con una sonrisa. «¿Cómo les fue, chicos? ¿Encontraron el arco iris?» Jerónimo y Vanessa se miraron y, emocionados, comenzaron a contarle sobre su aventura, el hada Lúmina y cómo habían salvado el arco iris.

Esa noche, mientras se iban a dormir, miraron por la ventana y vieron el arco iris más brillante que habían visto en su vida. Jerónimo sonrió y le dijo a Vanessa: «Hoy aprendí que, si seguimos la luz y nos atrevemos a ayudar a los demás, podemos lograr cosas mágicas.»

Vanessa asintió, y ambos se quedaron adormecidos con ese pensamiento en sus corazones. La aventura no solo les había mostrado la belleza de los colores, sino que también les había enseñado sobre la amistad y la importancia de ayudar a los que lo necesitan.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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