Érase una vez, en un pequeño y tranquilo pueblo, dos hermanas, Natalia y Ainhoa, que compartían una pasión por las historias de criaturas mágicas y mundos encantados. Natalia, con solo seis años, admiraba a su hermana mayor Ainhoa, de diez años, especialmente cuando le leía cuentos en su acogedora habitación, rodeadas de juguetes y libros ilustrados.
Un día lluvioso de otoño, mientras el viento susurraba secretos a través de las hojas caídas, las hermanas descubrieron un viejo y polvoriento libro en el desván de su casa, cubierto de dibujos de unicornios y bosques encantados. Fascinadas, comenzaron a leer sobre el Maravilloso Mundo de los Unicornios, un lugar donde la felicidad nunca cesaba y los colores brillaban más que en cualquier otro sitio. Mientras Ainhoa narraba las aventuras de Tays, el valiente jefe unicornio, un destello de luz envolvió la habitación, y con un pequeño ¡Ploff!, se encontraron de repente dentro del libro.
El mundo al que llegaron era aún más hermoso de lo que habían imaginado. Árboles con hojas de colores vibrantes, flores que cantaban melodías dulces, y un cielo azul pintado con pinceladas de nubes blancas. Allí, frente a ellas, estaba Tays, un majestuoso unicornio con una melena arcoíris y ojos llenos de sabiduría.
Tays les explicó que necesitaba su ayuda urgentemente. Gominolo, un dragón que solía ser alegre pero que había sido corrompido por la tristeza y el rencor, amenazaba con llenar el bosque de colores grises y robar la alegría de todos sus habitantes. Junto a ellas estaban sus leales compañeros, los perros Tuno y Rubius, y el peluche Jirafita, que en este mundo mágico cobró vida y se convirtió en su guía.
Después de escuchar la situación, las niñas, armadas con valentía y una determinación inquebrantable, idearon un plan para devolver al dragón Gominolo a su antiguo yo. Con la ayuda de Tuno y Rubius, que distraían al dragón con juegos y trucos, y los consejos sabios de Jirafita, lograron acercarse a Gominolo. Ainhoa, usando su conocimiento sobre las historias de redención que tanto le gustaba leer, habló con el dragón sobre la importancia de los colores, la alegría y la amistad.
Con palabras sinceras y el corazón abierto, las hermanas hicieron que Gominolo recordara los días cuando él mismo era parte de la alegría del bosque. Lágrimas de colores brotaron de los ojos del dragón mientras pedía perdón a Tays y a todos los seres del bosque. Agradecido y aliviado, prometió proteger el bosque y sus colores para siempre.
Las hermanas, después de asegurarse de que la paz había sido restaurada, se despidieron de sus nuevos amigos. Tays, en agradecimiento, les ofreció la oportunidad de visitar el Maravilloso Mundo de los Unicornios siempre que lo desearan, simplemente leyendo el libro y creyendo en la magia.
Natalia y Ainhoa regresaron a su hogar, apareciendo de nuevo en su habitación como si solo un segundo hubiese pasado desde su partida. Con corazones llenos de alegría y ojos brillantes de aventura, sabían que siempre tendrían un lugar especial donde su valentía y amistad podrían hacer la diferencia.
Desde aquel día, el libro se convirtió en su tesoro más preciado, no solo por las historias que contenía, sino por la promesa de nuevas aventuras. Y así, las hermanas aprendieron que, juntas, con astucia, bondad e inteligencia, eran verdaderamente invencibles. Trabajando juntas, no solo enfrentaron al dragón Gominolo, sino que también se aseguraron de que el Maravilloso Mundo de los Unicornios permaneciera un lugar lleno de color y alegría.
Con cada visita al libro, descubrían nuevos rincones del bosque y aprendían lecciones valiosas sobre la amistad y la esperanza. Ainhoa y Natalia se convirtieron en guardianas honorarias de este reino mágico, ayudando a resolver pequeños conflictos y enseñando a otros seres mágicos la importancia de compartir y cuidarse mutuamente.
Un día, decidieron llevar a sus padres al mundo mágico para mostrarles el lugar que tanto habían influenciado sus vidas. Al principio, sus padres pensaron que todo era parte de un juego imaginativo de las niñas, pero al ver la magia del libro y cómo las palabras se transformaban en realidad, quedaron maravillados. Vieron cómo sus hijas, con ayuda de sus amigos mágicos, enseñaban a un grupo de jóvenes unicornios a pintar el cielo al atardecer con pinceladas de colores cálidos.
Este acto, tan simple pero poderoso, transformó también a sus padres, quienes aprendieron a apreciar aún más la creatividad y el espíritu aventurero de sus hijas. La familia comenzó a valorar más los momentos juntos, leyendo y compartiendo historias, cada uno contribuyendo con su propio giro imaginativo.
Con el tiempo, las visitas al Maravilloso Mundo de los Unicornios se hicieron más frecuentes. Natalia y Ainhoa, ahora más crecidas, no solo visitaban el mundo para aventuras, sino también para encontrar tranquilidad y inspiración. El bosque les ofrecía un refugio de las preocupaciones del mundo real, un lugar donde podían ser ellas mismas sin temor y con total libertad.
Además, las experiencias en el mundo mágico les enseñaron a las hermanas sobre la responsabilidad y el cuidado de la naturaleza. Comenzaron un proyecto en su escuela para enseñar a otros niños sobre la importancia de cuidar el medio ambiente, inspiradas por su amor al bosque mágico y sus criaturas. Organizaron actividades de reforestación y limpieza de parques locales, todo mientras compartían historias del impacto positivo que la magia del cuidado puede tener en el mundo.
Ainhoa y Natalia también aprendieron sobre la resiliencia y el coraje. En una ocasión, cuando un nuevo desafío amenazó el Maravilloso Mundo de los Unicornios con una tormenta oscura que podía borrar los colores para siempre, fueron ellas quienes lideraron la carga para disipar las nubes. Usando un encantamiento que habían aprendido de Tays, conjuraron un viento mágico que dispersó la oscuridad y restauró la luz y los colores al bosque.
Este evento fue una prueba más de su crecimiento y de cómo, con cada aventura, no solo salvaban un mundo, sino que fortalecían su vínculo como hermanas. Natalia y Ainhoa demostraron que no importa cuán grandes sean los desafíos, juntas podían superar cualquier cosa, confiando siempre una en la otra y en los amigos que habían hecho en el camino.
Así, el libro que una vez encontraron en un desván polvoriento se convirtió en el centro de sus vidas, un portal a un mundo donde todo era posible con imaginación y un corazón valiente. Y mientras crecían, sabían que siempre tendrían un lugar especial donde ser heroínas, donde la magia era real y los sueños podían hacerse realidad.
Y en cada nueva página que leían, en cada nueva aventura que vivían, Natalia y Ainhoa reafirmaban su promesa de proteger ese mundo mágico, demostrando que la verdadera magia reside en los corazones de aquellos que creen y luchan por un mundo mejor. Así, con cada día que pasaba, las hermanas se convertían no solo en guardianas de un reino encantado, sino en verdaderas heroínas de su propio cuento de hadas, llevando consigo la magia dondequiera que fueran.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.