En un rincón soleado de Cariamanga, rodeado de montañas verdes y cielos azules despejados, vivía una familia unida por el amor y las sanas costumbres. Juan, el padre y gran cocinero de la casa; Marta, su hija de ojos curiosos y corazón valiente; y Fresita, no una fresa cualquiera, sino una con vida, ojos brillantes y una sonrisa contagiosa.
Un lunes especial
Era lunes, el día comenzaba con el canto de los pájaros y el aroma del café recién hecho. Pero este no era un lunes cualquiera; era el día en que Juan, Marta y Fresita emprenderían una aventura: la jornada de Fresita desde el huerto hasta el plato, una historia de valor, amistad y ciclos vitales.
El huerto mágico
La aventura empezó en el huerto, un lugar mágico para Marta, donde cada planta contaba una historia y cada fruto era un tesoro. Juan enseñaba a Marta cómo cuidar de la tierra, respetar el tiempo de cada ser vivo y agradecer por los alimentos que esta les brindaba. Fresita, emocionada, mostraba el camino entre sus hermanas fresas, compartiendo risas y secretos del huerto.
La recolección
El momento de la recolección fue especial. Marta, con cuidado y amor, elegía a las fresas maduras, aquellas que, como Fresita, estaban listas para continuar su viaje. Fresita, aunque nerviosa por el cambio, sabía que era parte de un ciclo hermoso y necesario. La recolección fue un acto de celebración, un agradecimiento a la tierra y a la vida.
De camino al plato
La cocina de Juan era un lugar de maravillas, donde los sabores y aromas se mezclaban creando platos que alimentaban el cuerpo y el alma. Fresita, junto a Marta, aprendió que ser parte de un plato saludable era su destino, una manera de dar y sostener la vida. Juntos prepararon un postre, donde Fresita era la estrella, compartiendo su dulzura y nutrientes con la familia.
El ciclo continúa
Después de disfrutar del postre, llegó el momento más importante: plantar una nueva semilla, garantizando que el ciclo de la vida continuara. Marta, con la guía de Juan, plantó una semilla de fresa, asegurando que el huerto siempre estaría lleno de vida y esperanza. Fresita, en su nueva forma, sonreía desde la tierra, sabiendo que su viaje era eterno y lleno de amor.
Conclusiones y aprendizajes
Al final del día, mientras el sol se ponía tiñendo el cielo de colores cálidos, Marta reflexionaba sobre las lecciones aprendidas: el valor del trabajo en familia, el respeto por la naturaleza y la importancia de una alimentación saludable. Juan, mirando a su hija, sabía que esos momentos eran los tesoros verdaderos de la vida.
Fresita, desde su nuevo hogar en la tierra, enviaba mensajes de amor y gratitud. Ella había completado su ciclo, pero su aventura viviría por siempre en los corazones de quienes la conocieron y aprendieron de ella.
Un nuevo amanecer
Y así, en Cariamanga, cada lunes se convertía en una promesa de nuevas aventuras, nuevos aprendizajes y la continua maravilla del ciclo de la vida. Juan, Marta y cada nueva Fresita recordaban que en lo simple se encuentra lo extraordinario, y que cada plato, cada fruta, lleva en sí una historia de amor, dedicación y magia.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.