En un pequeño y colorido pueblo llamado Arcoíris, vivían dos amigos muy especiales: María y Josito. Ambos eran curiosos y aventureros, siempre listos para explorar nuevos lugares y descubrir secretos ocultos. María era una niña de ojos brillantes y cabello rizado, mientras que Josito era un niño travieso, con una sonrisa que iluminaba su rostro. Pasaban sus días jugando en el campo, pero había un lugar que siempre les fascinaba más que cualquier otro: el Bosque de los Sueños Perdidos.
Este bosque era famoso en todo el pueblo por sus árboles altos y sus flores de mil colores. Se decía que en su interior habitaban criaturas mágicas y, sobre todo, un unicornio encantado que concedía deseos a quienes lograban encontrarlo. Sin embargo, nadie se había atrevido a adentrarse en el bosque, ya que había rumores de que una antigua bruja lo protegía.
Un día, mientras jugaban en la orilla del río, María le dijo a Josito: “¿No sería increíble encontrar al unicornio encantado y pedirle un deseo?” Josito, emocionado, respondió: “¡Sí! ¡Podríamos pedir que nunca más tengamos que hacer tarea en la escuela!” Ambos rieron a carcajadas, pero pronto se dieron cuenta de que la idea de encontrar al unicornio era una aventura emocionante.
Con la determinación brillando en sus ojos, decidieron que ese mismo día irían al Bosque de los Sueños Perdidos. Antes de partir, le contaron a mamá de María sobre su plan. Ella era una madre cariñosa y siempre les advertía sobre los peligros del bosque. “Recuerden, mis queridos, el bosque es hermoso, pero no deben alejarse demasiado y, sobre todo, cuídense de la bruja que vive allí. La bruja puede ser traviesa, así que no la provoquen”, les dijo con una sonrisa.
María y Josito prometieron ser cuidadosos y partieron hacia la aventura. Al llegar al borde del bosque, se sintieron un poco nerviosos, pero la emoción pudo más que el miedo. Caminaban entre los árboles altos, escuchando el canto de los pájaros y el susurro de las hojas. Todo parecía mágico y lleno de colores. Después de caminar un rato, llegaron a un claro donde la luz del sol iluminaba el suelo cubierto de flores brillantes. Aquí decidieron hacer una pausa y explorar un poco más.
De repente, un pequeño zorro apareció ante ellos, curiosamente acercándose. “¡Hola, pequeños aventureros!” dijo el zorro con una voz suave. María y Josito lo miraron asombrados. “¿Eres un animal mágico?” preguntó María. “Sí, me llaman Zorrito Mágico, y soy el guardián del bosque. ¿Qué los trae por aquí?” “Estamos buscando al unicornio encantado”, respondió Josito con entusiasmo. “Queremos hacer un deseo.”
Zorrito Mágico los miró fijamente, como si estuviera evaluando su valentía. “El unicornio solo aparece ante aquellos que son verdaderamente valientes y tienen un corazón puro. Pero deben tener cuidado con la bruja que protege el bosque, porque ella no quiere que nadie moleste al unicornio.”
“¿Dónde podemos encontrarla?” preguntó María, decidida. “La bruja vive en una cueva al final del bosque, pero les advierto que no es fácil llegar hasta allí. El camino está lleno de retos”, respondió Zorrito Mágico. “Sin embargo, yo los ayudaré. Solo sigan mis pasos y confíen en mí”.
María y Josito asintieron y comenzaron a seguir al Zorrito Mágico. Mientras caminaban, pasaron por un lago brillante donde los peces se saltaban en el agua y flores que cantaban melodías suaves. De repente, el Zorrito Mágico se detuvo y dijo: “Aquí es donde comienza la parte difícil. Debemos cruzar un puente hecho de nubes, pero algunas nubes son traviesas y les gusta jugar con aquellos que intentan cruzar”.
“¡Podemos hacerlo!” exclamó Josito, saltando de emoción. Con cuidado, se acercaron al puente de nubes. Las nubes eran esponjosas y suaves, pero tan pronto como comenzaron a caminar, empezaron a moverse. Una nube gigante se acercó a ellos y, con una risa traviesa, dijo: “¿Qué quieren hacer de este lado? ¿Pedir un deseo? ¡Tendrán que hacerme reír antes de que les deje pasar!”
María y Josito se miraron, pensando en qué hacer. “¡Ya sé!” dijo María, y comenzó a contar chistes sobre animales. “¿Por qué no pueden las vacas ver películas?” preguntó. “¡Porque ya las han visto!” Josito se unió a ella, saltando y haciendo caras graciosas. La nube no pudo contenerse y empezó a reírse tan fuerte que el puente se estabilizó y les permitió cruzar.
Una vez en el otro lado, el Zorrito Mágico les dio un guiño de aprobación. “Muy bien, han demostrado ser valientes y creativos. Sigamos adelante”. Continuaron su camino y pronto llegaron a un oscuro sendero rodeado de sombras. “Este es el camino hacia la cueva de la bruja”, dijo Zorrito Mágico. “Debemos ser muy cautelosos”.
María y Josito se sintieron un poco asustados, pero la curiosidad los impulsó a seguir adelante. Cuando llegaron a la entrada de la cueva, pudieron ver una luz parpadeando en el interior. Con un profundo respiro, entraron.
Dentro de la cueva, encontraron a una anciana con un sombrero puntiagudo y una gran escoba, que estaba rodeada de frascos y pociones burbujeantes. “¡Ay, quién entra en mis tierras!” exclamó la bruja, con voz temblorosa. María y Josito se quedaron quietos, sintiendo que sus corazones latían rápido. “No vengan aquí a perturbar mi paz”.
“Perdónala, señora bruja”, dijo Zorrito Mágico. “No venimos a molestar. Estamos buscando al unicornio encantado. Queremos hacer un deseo puro”.
La bruja los miró con desconfianza, pero al ver la determinación en los ojos de los dos niños, suavizó su expresión. “El unicornio no aparece ante cualquiera. Deben demostrar que tienen un corazón valiente y puro. ¿Tienen una prueba de ello?”
María pensó durante un momento y luego dijo: “Podemos hacer algo por usted, si quiere. ¿Hay algo que le gustaría que hiciéramos?” “Hmm…” la bruja pensó. “Hay algo. Perdí mi escoba mágica en el río. Si logran traerme de vuelta mi escoba, entonces tal vez les permita encontrar al unicornio”.
Josito y María se miraron, decididos. “¡Nosotros lo haremos!” dijeron al unísono. Así que salieron de la cueva corriendo hacia el río. Al llegar, miraron a su alrededor, buscando la escoba mágica. Tuvieron que escarbar entre las piedras y nadar un poco para encontrarla, pero finalmente, después de un rato, la encontraron flotando en el agua.
Felices, regresaron a la cueva y le entregaron la escoba a la bruja. “Aquí está, señora. ¡Su escoba!” La bruja se apartó un poco para examinarla y luego sonrió. “¡Bien hecho! Todo el mundo tiene miedo de mí, pero han sido valientes y amables. Ahora, les concederé la oportunidad de encontrar al unicornio encantado.”
Con un movimiento de su varita, la bruja les indicó que siguieran a un lado de la cueva, donde había una puerta mágica. María y Josito se miraron con asombro, emocionados por lo que estaba por venir. Pasaron a través de la puerta y se encontraron en un hermoso prado lleno de flores y mariposas.
Y allí, en el centro del prado, estaba el unicornio encantado. Su hermoso cuerno brillaba con todos los colores del arcoíris y su melodiosa voz resonó en el aire: “¿Quiénes son los valientes que me han encontrado?”
María y Josito, sin poder dejar de admirar al unicornio, se acercaron con respeto. “¡Nosotros somos María y Josito, y hemos venido a pedir un deseo!” El unicornio sonrió. “Por encontrarme, me gustaría saber cuál es su deseo.”
“Yo deseo que todos los niños del mundo tengan alegría y juegos eternamente”, dijo María con fuerza. Josito asintió. “Y yo deseo que siempre haya magia y aventuras en nuestras vidas”, añadió.
El unicornio encantado, conmovido por la pureza de sus deseos, les respondió: “Sus deseos son generosos y hermosos. Por ello, les concedo tanto la alegría eterna como la magia en sus vidas.” Con un resplandor de luz, el unicornio agitó su cuerno y un arcoíris luminoso se extendió por todo el cielo.
María y Josito sintieron como una calidez especial llenaba sus corazones. Juntos, agradecieron al unicornio por su magia, sintiendo que habían aprendido algo muy importante: que la verdadera magia está en ser amables y pensar en los demás.
Cuando regresaron al pueblo, María y Josito compartieron su historia con todos, incluyendo a mamá. Desde ese día, el Bosque de los Sueños Perdidos se volvió un lugar conocido para todos, y los niños comenzaron a explorar los secretos de la magia que allí habitaba. Y así, el pueblo de Arcoíris se llenó de risas, juegos y un poco de magia en cada rincón, gracias a la valentía y la amistad de dos pequeños aventureros.
Finalmente, lo que más aprendieron María y Josito fue que, aunque podía haber desafíos y aventuras en el camino, lo más importante era siempre mantener el corazón puro, lleno de amor y generosidad. Además, nunca olvidaron a su amiga Zorrito Mágico y la bruja que con su magia, y un poco de travesura, les había enseñado que la verdadera aventura comienza cuando uno se atreve a soñar.





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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.