Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de risas y juegos, un niño llamado Yeriel. Yeriel era un niño muy curioso, siempre le gustaba explorar y descubrir cosas nuevas. Tenía una gran imaginación y soñaba con aventuras en lugares mágicos y lejanos. Su mejor amigo se llamaba Yeiron, y juntos pasaban horas jugando en el parque, construyendo castillos de arena y volando cometas en el cielo azul.
Un día, mientras estaban en el parque, Yeriel y Yeiron se encontraron con un objeto extraño en el suelo. Era una pequeña rueda brillante que giraba y emitía luces de colores. “¡Mira, Yeiron! ¿Qué será esto?”, preguntó Yeriel con ojos llenos de asombro. Yeiron se inclinó para tocar la rueda y, de repente, un rayo de luz los envolvió. Al parpadeo, se encontraron en un lugar completamente diferente.
Era un mundo lleno de enormes ruedas que flotaban en el aire. Las ruedas tenían diferentes colores y tamaños, y algunas de ellas estaban llenas de dulces de todos tipos: caramelos, chocolates y gomitas. “¡Guau! ¡Esto es increíble!”, exclamó Yeriel mientras miraba a su alrededor. “¡Estamos en un mundo de ruedas y dulces!”
En ese momento, apareció una pequeña criatura que parecía hecha de caramelos. Tenía un cuerpo redondo y brillante, con ojos grandes y una sonrisa dulce. “¡Hola, amigos! Soy Yela, la guardiana de este mundo mágico. ¿Les gustaría dar un paseo en alguna de nuestras ruedas?”, preguntó con entusiasmo.
Yeriel y Yeiron asintieron rápidamente. “¡Sí, por favor!”, dijeron al unísono. Yela los llevó a una de las ruedas más grandes, que parecía estar hecha de chicles de todos los sabores. “Esta es la Rueda de los Sueños. Cada vez que giras en ella, puedes ver tus sueños hacerse realidad”, explicó Yela.
Yeriel se subió primero, y cuando la rueda empezó a girar, se sintió ligero como una pluma. De repente, apareció en un enorme castillo de golosinas, lleno de jardines de chocolate y ríos de caramelo. “¡Mira, Yeiron! ¡Es mi sueño!”, gritó Yeriel mientras recorría el castillo. Luego, fue el turno de Yeiron, que se subió a la rueda y vio cómo volaba sobre nubes de algodón de azúcar en un hermoso cielo estrellado.
Después de jugar en la Rueda de los Sueños, Yeriel y Yeiron llegaron a una rueda diferente, la Rueda de las Aventuras. “Esta rueda los llevará a un viaje emocionante”, dijo Yela. Ambos amigos se subieron nuevamente, llenos de curiosidad. Al girar, sintieron una brisa fresca, y de repente, se encontraron en un enorme bosque lleno de árboles de dulces y flores que hablaban.
“¡Hola, pequeños! ¿Quieren ayudarnos a encontrar la fiesta de dulces?”, preguntó una flor de color rosa con una voz melodiosa. Yeriel y Yeiron, emocionados, aceptaron ayudar. Así que comenzaron a buscar la fiesta, hablando con diferentes plantas y criaturas en el camino. Hicieron nuevos amigos, como un conejo de chocolate llamado Coko, quien les dio pistas sobre el camino.
Después de mucho buscar, finalmente llegaron a una gran cueva donde se celebraba la fiesta. “¡Bienvenidos, bienvenidos!”, exclamaron todos los seres del bosque. Había pasteles gigantes, fuentes de chocolate y juegos de caramelos. Yeriel y Yeiron estaban extasiados. Pasaron horas disfrutando de la fiesta, comiendo dulces y jugando con sus nuevos amigos.
Mientras la fiesta continuaba, Yeriel notó que algo extraño pasaba. Un grupo de criaturas se acercó corriendo, preocupadas. “¡Oh no! ¡El Rey Caramelo ha sido secuestrado por el Ferrocarril de las Sombras!” exclamó una de las criaturas. Yeriel y Yeiron miraron a Yela, que parecía asustada.
“No podemos dejar que eso suceda”, dijo Yeriel decidido. “¡Tenemos que ayudar al Rey Caramelo!” Todos los amigos se unieron a ellos, y juntos comenzaron a planear una forma de rescatarlo. “Yo conozco el camino a la estación del Ferrocarril de las Sombras”, dijo Coko. “Sigamos mi rastro”.
Así que emprendieron un nuevo viaje hacia la estación. En el camino, enfrentaron varios obstáculos, como charcos de jarabe pegajoso y montañas de gomitas. Pero, con la ayuda de Yela y sus nuevos amigos, lograron superarlos, cada vez más unidos y creativos.
Cuando finalmente llegaron a la estación, se encontraron con un imponente tren negro que parecía hecho de sombras. Pero Yeriel no estaba asustado. Con valentía, subió al tren y buscó al Rey Caramelo. Después de un tiempo, encontró una habitación llena de caramelos secuestrados, y en un trono de chocolate, se encontraba el Rey Caramelo. “¡Ayúdenme, por favor!”, dijo el Rey con voz temblorosa.
Yeriel y Yeiron se acercaron y comenzaron a liberar a los caramelos que estaban atrapados. Justo cuando estaban a punto de liberar al Rey Caramelo, aparecieron los malvados Sombrañicos, unas criaturas oscuras que no querían que nadie interfiriera. Pero no se dejaron intimidar.
Yeriel recordó que el poder de los dulces podía vencer a las sombras. Así que tomó un puñado de gomitas y, con todas sus fuerzas, las lanzó hacia los Sombrañicos. “¡Viva la dulzura!”, gritó. Los Sombrañicos comenzaron a desvanecerse y, en un instante, dejaron de existir. Todos aplaudieron la valentía de Yeriel y Yeiron.
Finalmente, el Rey Caramelo fue liberado y todos volvieron a celebrar. “Gracias, valientes amigos. Ustedes han salvado mi reino y la fiesta de dulces está de vuelta”, dijo el Rey Caramelo con una enorme sonrisa. Dijo que podía usar su magia para llevárselos de regreso a casa, pero antes, les ofreció un regalo especial.
“Cada uno de ustedes se merece un dulce especial que simbolice esta gran aventura. Yo lo llamaré el Caramelo de la Amistad”, dijo el Rey Caramelo mientras les daba a los niños un dulce brillante que parecía cocido con la luz del sol. “Siempre que tengan este caramelo, recordarán su valentía y la amistad que hemos compartido”.
Yeriel y Yeiron se despidieron de Yela, Coko y todos sus nuevos amigos, prometiendo regresar algún día a este mundo mágico. Al morder el caramelo, sintieron un brillo cálido alrededor de ellos, y en un abrir y cerrar de ojos, estaban de regreso en el parque, justo donde habían encontrado la rueda mágica.
Ambos miraron la rueda brillante que había cambiado sus vidas para siempre. “¡No puedo creer que haya sido real!”, dijo Yeriel. “Fue una aventura increíble”. Yeiron asintió. “Sí, y tenemos que contarle a mami Yeirani y a papi Jeyson sobre todo lo que pasó”, dijo, poniendo un trozo de dulce en su bolsillo para mostrarles más tarde.
Mientras caminaban hacia casa, se sintieron felices y emocionados. Una gran sonrisa iluminaba el rostro de Yeriel; su corazón rebosaba alegría. Habían vivido una aventura emocionante, hecho nuevos amigos y, sobre todo, habían aprendido que juntos, podían superar cualquier obstáculo.
Cuando finalmente llegaron a casa, Yeriel corrió a abrazar a su mamá, Yeirani, y a su papá, Jeyson. “¡Tienen que escuchar nuestra historia!”, dijo entusiasmado. Y así, en la calidez de su hogar, Yeriel y Yeiron contaron su mágica aventura de un mundo con ruedas y dulces, y sobre cómo juntos habían salvado al Rey Caramelo. Mientras narraban su historia, Yeriel se dio cuenta de que las mejores aventuras no solo ocurren en mundos lejanos, sino también en los corazones de aquellos que se atreven a soñar, a explorar y a encontrar la magia en la amistad y en el amor que comparten.
Aquella noche, Yeriel se durmió abrazado a su caramelo de la amistad, soñando con nuevas aventuras y mundos por descubrir, pero sabiendo que, sin importar lo lejos que fueran sus sueños, siempre tendría a su lado a su mejor amigo, Yeiron, y el amor de su mami Yeirani y su papi Jeyson.
Así, en un mundo lleno de fantasía, amistad y dulces sorpresas, la verdadera magia reside en el amor y las risas que compartimos en nuestro día a día. Y siempre que miren hacia el cielo, recordarán que la aventura nunca termina; solo cambia de forma y continúa en lo más profundo de sus corazones.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.