Cuentos de Ciencia Ficción

El Hombre Misterioso del Invierno

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

Había una vez, en un rincón apartado del campo, una antigua casa donde vivían dos niños llamados Alba y Juanito. Alba era una niña de diez años, con el cabello largo y castaño, siempre sonriente y llena de energía. Su hermano menor, Juanito, tenía ocho años, con el cabello negro y corto, y era un niño curioso y aventurero. Vivían en esa casa antigua con sus padres, quienes trabajaban duro para mantener a la familia.

Sus padres salían temprano en la mañana para trabajar en los campos y no regresaban hasta que el sol se escondía detrás de las colinas. Esto dejaba a Alba y Juanito solos durante todo el día. Aunque al principio les daba un poco de miedo estar solos, pronto aprendieron a disfrutar de su tiempo juntos, inventando juegos y explorando los alrededores de su casa.

Un invierno, el frío llegó más temprano de lo habitual y con mucha intensidad. La nieve cubría todo el paisaje, y el viento helado soplaba sin cesar. Alba y Juanito se abrigaban con ropa gruesa, pero aún así sentían el frío en sus huesos. Sus padres les habían enseñado a encender el fuego en la chimenea, pero a veces la leña estaba húmeda y no prendía bien.

Una tarde especialmente fría, mientras intentaban sin éxito encender el fuego, escucharon un ruido en la puerta. Era un golpe suave, casi como un susurro. Se miraron con curiosidad y un poco de temor. Alba, siendo la mayor, decidió acercarse y abrir la puerta con cuidado. Al hacerlo, un hombre misterioso apareció ante ellos. Vestía una capa larga y oscura que lo cubría completamente, y su rostro estaba oculto bajo una capucha.

—Hola, niños —dijo el hombre con una voz profunda y amable—. Parece que tienen problemas para encender el fuego. ¿Puedo ayudarles?

Al principio, Alba y Juanito dudaron, pero algo en la voz del hombre les hizo sentir seguros. Asintieron y le dejaron entrar. El hombre se acercó a la chimenea y, con unos movimientos rápidos y precisos, encendió el fuego en cuestión de segundos. La habitación se llenó de un calor reconfortante, y los niños suspiraron aliviados.

—Gracias, señor —dijo Alba—. Nos estaba costando mucho trabajo.

—No hay de qué, pequeña —respondió el hombre misterioso—. Pueden llamarme simplemente «El Amigo». No tengo intención de causarles daño, solo quiero asegurarme de que estén bien.

Con el tiempo, El Amigo se convirtió en una presencia regular en la vida de Alba y Juanito. Aparecía cada vez que la leña no prendía o cuando el frío era demasiado intenso. Nunca se quitaba la capucha, y los niños nunca vieron su rostro, pero no les importaba. Sentían que era alguien en quien podían confiar. Les contaba historias fascinantes sobre lugares lejanos y les enseñaba trucos para mantenerse calientes durante el invierno.

Una noche, mientras estaban sentados alrededor del fuego, El Amigo les contó una historia especialmente intrigante.

—Hace muchos años, en un lugar muy lejano, existía una máquina capaz de controlar el clima —dijo, con la voz envolvente y mágica—. Fue creada por un inventor muy sabio, pero también muy solitario. Quería que todos los inviernos fueran cálidos y todos los veranos fueran frescos, para que nadie tuviera que sufrir el calor o el frío extremo.

Los ojos de Juanito se agrandaron con asombro.

—¿Y qué pasó con la máquina? —preguntó, ansioso por saber más.

—Desafortunadamente, el inventor desapareció antes de que pudiera completar su trabajo —respondió El Amigo, con un tono de tristeza—. La máquina quedó escondida en algún lugar, esperando a ser encontrada por alguien que pudiera terminar lo que él empezó.

Los niños se quedaron en silencio, imaginando cómo sería encontrar una máquina así. Pero antes de que pudieran hacer más preguntas, El Amigo se levantó y se despidió, prometiendo regresar al día siguiente.

A la mañana siguiente, Alba y Juanito despertaron con la emoción de la historia aún en sus mentes. Decidieron que, cuando crecieran, buscarían esa máquina y completarían el trabajo del inventor. Pero por ahora, estaban contentos de tener a su misterioso amigo para ayudarles a pasar el invierno.

Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. El invierno continuaba siendo frío y cruel, pero Alba y Juanito no se sentían solos gracias a la presencia de El Amigo. Sin embargo, una noche, el misterioso hombre no apareció. Los niños esperaron y esperaron, pero él no llegó. Preocupados, se quedaron junto al fuego, tratando de recordar todas las historias y consejos que él les había dado.

Pasaron los días y El Amigo seguía sin aparecer. Alba y Juanito empezaron a temer que algo malo le hubiera ocurrido. Decidieron que debían hacer algo para encontrarlo y agradecerle por todo lo que había hecho por ellos. Así que una mañana, después de despedirse de sus padres, se pusieron en marcha para buscar a su amigo misterioso.

Llevaron consigo algo de comida, abrigos gruesos y una linterna. La nieve seguía cubriendo todo el campo, y el viento seguía siendo helado, pero los niños estaban decididos a encontrar a El Amigo. Caminaban y caminaban, llamándolo con la esperanza de que apareciera.

Después de muchas horas, encontraron un sendero que nunca antes habían visto. Decidieron seguirlo, pensando que tal vez los llevaría hasta su amigo. El camino los llevó a un bosque denso y oscuro, donde los árboles parecían susurrar con el viento. No se dejaron intimidar y siguieron adelante.

Finalmente, llegaron a un claro en el bosque donde vieron una pequeña cabaña. La cabaña parecía abandonada, pero de la chimenea salía humo, lo que indicaba que alguien estaba dentro. Los niños se acercaron con cautela y golpearon la puerta. No hubo respuesta, pero la puerta se abrió lentamente con un crujido.

Entraron y encontraron la cabaña vacía, pero cálida gracias al fuego en la chimenea. En una esquina de la habitación, vieron algo que los dejó sin palabras: un montón de herramientas extrañas y planos. En el centro de la habitación, una máquina grande y compleja se alzaba, con luces parpadeantes y un zumbido suave.

—Juanito, ¿crees que esta es la máquina de la que hablaba El Amigo? —preguntó Alba, asombrada.

—Podría ser —respondió Juanito, acercándose para examinarla—. Pero, ¿qué hace aquí?

De repente, una voz profunda y familiar habló desde la puerta.

—Veo que han encontrado mi escondite.

Los niños se volvieron y vieron a El Amigo, todavía con su capucha, parado en la entrada.

—¿Es esta la máquina que controla el clima? —preguntó Juanito, con los ojos brillantes de emoción.

El Amigo asintió.

—Sí, lo es. He estado trabajando en ella durante muchos años, tratando de completar el trabajo del inventor original. Pero necesitaba ayuda, y fue entonces cuando los encontré a ustedes.

Alba y Juanito se miraron, comprendiendo por primera vez la verdadera razón de la presencia de El Amigo en sus vidas. No era solo un hombre misterioso que les ayudaba a encender el fuego. Era un guardián de un secreto increíble, alguien que necesitaba su ayuda para completar una misión importante.

—¿Podemos ayudarte a terminar la máquina? —preguntó Alba, con determinación en su voz.

El Amigo sonrió bajo su capucha.

—Claro que sí. Pero hay mucho trabajo por hacer y muchas cosas que aprender.

Los niños pasaron los días siguientes ayudando a El Amigo con la máquina. Aprendieron sobre ciencia y tecnología, sobre cómo funcionan las máquinas y sobre la importancia de cuidar el mundo en el que viven. Trabajaron duro, pero también se divirtieron mucho. Cada día era una nueva aventura, y cada pequeño progreso en la máquina era una victoria.

Finalmente, después de semanas de trabajo, la máquina estaba completa. Alba, Juanito y El Amigo la miraron con orgullo. Estaban listos para probarla y ver si realmente podía controlar el clima. Con mucho cuidado, encendieron la máquina y observaron cómo las luces se iluminaban y el zumbido se hacía más fuerte.

De repente, sintieron un cambio en el aire. El frío comenzó a desaparecer, y el calor reconfortante llenó la cabaña. Salieron al exterior y vieron cómo la nieve empezaba a derretirse, y los primeros brotes de flores asomaban del suelo.

—Lo logramos —dijo Juanito, con una sonrisa radiante.

—Sí, lo logramos —respondió El Amigo—. Pero este es solo el comienzo. Ahora debemos usar esta máquina con sabiduría para ayudar a otros.

Alba y Juanito asintieron, comprendiendo la responsabilidad que tenían entre manos. Prometieron usar la máquina solo para el bien, para asegurar que nadie tuviera que sufrir el frío del invierno o el calor del verano.

Con el tiempo, los padres de Alba y Juanito descubrieron el secreto de la cabaña y de El Amigo. Al principio, estaban sorprendidos y un poco asustados, pero pronto entendieron la importancia de lo que sus hijos habían logrado. Juntos, como familia, decidieron proteger la máquina y mantener su existencia en secreto, usándola solo cuando fuera realmente necesario.

El invierno pasó, y la primavera llegó con todo su esplendor. Alba y Juanito siguieron viviendo aventuras con El Amigo, aprendiendo y creciendo cada día. La cabaña en el bosque se convirtió en un refugio para ellos, un lugar donde podían ser ellos mismos y soñar con un mundo mejor.

Y así, con la ayuda de su misterioso amigo, Alba y Juanito demostraron que incluso en los días más fríos y oscuros, siempre hay una chispa de esperanza y calor, siempre que tengas a tus seres queridos a tu lado.

Fin.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario