Cuentos de Ciencia Ficción

La Ciudad de las Sombras Metálicas

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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James, Nora y Dereck vivían en un mundo muy diferente al nuestro. La Tierra había cambiado mucho en los últimos cien años. Ya no había árboles, flores ni animales. Todo estaba cubierto por gigantescas estructuras metálicas y el cielo siempre estaba nublado, proyectando una sombra perpetua sobre la ciudad. Las personas vivían en edificios altos que tocaban las nubes y se movían en coches voladores. La tecnología había avanzado tanto que casi nadie recordaba cómo era la vida antes.

James tenía 12 años, era un niño curioso con el pelo castaño y gafas que siempre llevaban un par de arañazos debido a sus constantes experimentos. Nora, su mejor amiga, tenía 11 años y era una chica valiente con el pelo rizado rojo y pecas que cubrían su cara. Dereck, de 13 años, era el mayor del grupo. Con su cabello rubio y corto y su expresión siempre seria, era el protector del trío. Los tres vivían en un edificio alto en el corazón de la ciudad de las sombras metálicas.

Un día, mientras exploraban los oscuros callejones de la ciudad, encontraron una puerta que nunca habían visto antes. Estaba escondida detrás de un montón de chatarra y parecía antigua, como si hubiera estado allí desde antes de que se construyera la ciudad. La curiosidad de James no pudo resistirse. Tiró de la puerta, que se abrió con un chirrido escalofriante.

Detrás de la puerta, encontraron un túnel largo y oscuro. Nora encendió su linterna y los tres avanzaron con cautela. A medida que se adentraban en el túnel, notaron que las paredes estaban cubiertas de extrañas inscripciones y símbolos que ninguno de ellos podía entender. James, que siempre llevaba consigo un pequeño cuaderno, comenzó a copiar algunos de los símbolos.

El túnel los llevó a una sala enorme y subterránea. En el centro de la sala había una máquina gigantesca, cubierta de polvo y telarañas. Parecía estar apagada, pero cuando James se acercó, notó un leve zumbido. Dereck, siempre cauteloso, sugirió que deberían volver, pero James estaba decidido a descubrir qué era esa máquina. Nora, siempre dispuesta a una aventura, apoyó a James.

Después de inspeccionar la máquina, James encontró un panel de control con más símbolos. Sacó su cuaderno y empezó a intentar descifrar los controles. Tras varios intentos fallidos, de repente la máquina se encendió con un fuerte estruendo. Luces de colores comenzaron a parpadear y un holograma apareció frente a ellos.

El holograma mostraba a una mujer con un traje antiguo, que les habló en un idioma que no entendían. Sin embargo, poco a poco, las palabras comenzaron a volverse comprensibles. La mujer holográfica les explicó que la máquina era un portal a otro mundo, un mundo que existía antes de que la ciudad de las sombras metálicas se construyera. Era un mundo lleno de vida, con árboles, animales y un cielo azul.

James, Nora y Dereck no podían creer lo que escuchaban. La mujer holográfica les dijo que podían usar el portal para viajar a ese mundo, pero que necesitarían encontrar tres cristales especiales para activarlo completamente. Los cristales estaban escondidos en diferentes partes de la ciudad, cada uno protegido por un guardián.

Determinados a encontrar los cristales, los tres amigos regresaron a la ciudad. Decidieron comenzar su búsqueda en el viejo mercado, un lugar que solía estar lleno de comerciantes y gente, pero que ahora estaba en ruinas. Mientras buscaban, encontraron al primer guardián: un robot antiguo que había sido programado para proteger el primer cristal. El robot, al ver a los niños, activó su modo de defensa.

Nora, utilizando su ingenio, encontró una manera de desactivar al robot temporalmente. Mientras tanto, James y Dereck recuperaron el primer cristal, que brillaba con una luz azul intensa. Con el primer cristal en su poder, se dirigieron al siguiente destino: la torre de comunicaciones.

La torre de comunicaciones era el edificio más alto de la ciudad. Subieron por las escaleras interminables hasta llegar a la cima, donde encontraron al segundo guardián: una inteligencia artificial que controlaba todas las comunicaciones de la ciudad. Esta vez, James utilizó sus conocimientos de tecnología para hackear la IA y obtener el segundo cristal, que emitía una luz verde.

Con dos cristales en su poder, sólo les faltaba uno más. La mujer holográfica les había dicho que el último cristal estaba en el corazón de la planta de energía, un lugar altamente vigilado. Los tres amigos planearon cuidadosamente su entrada y lograron evadir a los guardias y sistemas de seguridad.

Dentro de la planta de energía, encontraron al tercer guardián: un enorme dron armado. Dereck, usando su fuerza y habilidades de combate, logró distraer al dron mientras James y Nora recuperaban el último cristal, que brillaba con una luz roja intensa.

Con los tres cristales, regresaron a la sala subterránea y colocaron los cristales en la máquina. La máquina comenzó a vibrar y un portal luminoso se abrió ante ellos. La mujer holográfica les dijo que debían entrar juntos para activar el portal completamente.

Sin dudarlo, los tres amigos entraron en el portal y se encontraron en un mundo completamente diferente. Estaban en un bosque lleno de árboles altos y frondosos. El cielo era de un azul brillante y podían escuchar el canto de los pájaros. Era un mundo que sólo habían visto en libros y películas antiguas.

Exploraron el nuevo mundo con asombro y felicidad. Descubrieron que no estaban solos; había otras personas que también habían encontrado el portal y habían comenzado a reconstruir una sociedad basada en la naturaleza y el respeto mutuo. Los tres amigos decidieron quedarse y ayudar a construir este nuevo mundo.

Al final, James, Nora y Dereck encontraron un nuevo hogar, uno que les ofrecía esperanza y la oportunidad de vivir en armonía con la naturaleza. Y así, la ciudad de las sombras metálicas quedó atrás, sólo como un recuerdo de un pasado que ya no tenía lugar en su nuevo y brillante futuro.

Conclusión:

James, Nora y Dereck descubrieron que el verdadero tesoro no eran los cristales, sino la posibilidad de un nuevo comienzo. En su nueva vida, aprendieron el valor de la amistad, la valentía y la perseverancia. Y aunque el camino fue difícil, nunca perdieron la esperanza de encontrar un lugar mejor. Ahora, vivían felices en un mundo donde la tecnología y la naturaleza coexistían en perfecta armonía, demostrando que, con determinación y trabajo en equipo, cualquier cosa es posible.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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