En un pequeño pueblo llamado Estrellilandia, vivía un niño curioso y aventurero llamado Jhoan. Siempre le gustaba explorar y descubrir cosas nuevas. Tenía una imaginación desbordante y soñaba con ser un gran astronauta. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, Jhoan vio algo extraño en el horizonte. Era una luz brillante que parpadeaba al ritmo de una melodía suave. Intrigado, decidió investigar.
Corrió hacia la fuente de la luz, que lo llevó a un pequeño claro en el bosque cercano. Allí, Jhoan encontró una puerta enorme, de color azul y adornada con extraños símbolos que nunca había visto antes. La puerta estaba cerrada, pero tenía un brillo especial que la hacía parecer mágica. Jhoan la observó con curiosidad, preguntándose qué habría detrás de ella.
«¡Debo abrirla!» se dijo a sí mismo, y comenzó a buscar una manera de hacerlo. Intentó empujarla, pero no se movía. Luego, buscó algo que pudiera usar para forzarla, pero no encontró nada. Frustrado, se sentó en el suelo y pensó en cómo podría resolver el misterio de la misteriosa puerta. Fue entonces cuando escuchó un susurro, como si alguien estuviera hablando justo detrás de él.
«¿Te gustaría saber qué hay detrás de la puerta?» preguntó una voz suave. Jhoan se dio la vuelta y vió a una pequeña criatura que parecía recién salida de un cuento de hadas. Era un duende llamado Luni, que tenía alas brillantes y una sonrisa amistosa.
«¡Hola! Soy Luni, el guardián de esta puerta», dijo el duende. «Pero para abrirla, primero debes resolver un acertijo.» Jhoan se sintió emocionado. ¡Un acertijo! Era igual que en sus cuentos favoritos.
«Estoy listo,» respondió Jhoan, con los ojos brillantes de entusiasmo.
Luni se frotó las manos y dijo: «Escucha bien: en la noche soy tu amigo, en la mañana, soy un sueño. A veces estoy en tu cama, y a veces en una esquina que ni ves. ¿Quién soy?» Jhoan pensó un momento, recordando todos los lugares donde había visto algo que cumplía con esa descripción. Entonces, de repente, sonrió.
«¡Eres una almohada!» exclamó.
«¡Correcto!» dijo Luni, dando saltos de alegría. «Ahora, escoge una estrella del cielo para que te ayude a abrir la puerta.» Jhoan miró hacia el cielo y vio muchas estrellas brillando. Pensó en cuál sería la más especial, y decidió elegir una estrella que siempre brillaba más que las demás: la Estrella de los Sueños.
«¡Estrella de los Sueños, ven a mí!» gritó Jhoan, cerrando los ojos con fuerza. De repente, una luz deslumbrante apareció frente a ellos. La Estrella de los Sueños flotó hacia Jhoan y lo envolvió en un cálido resplandor.
«Soy la Estrella de los Sueños,» dijo con una voz suave. «He escuchado tu llamado y estoy aquí para ayudarte.» Con un suave movimiento, tocó la puerta con su luz. La puerta comenzó a abrirse lentamente, revelando un pasadizo luminoso y colorido que parecía llevar hacia otro mundo.
Jhoan, lleno de emoción, miró a Luni y a la Estrella de los Sueños. «¡Vamos!» dijo, y los tres se adentraron en el pasadizo. A medida que caminaban, el pasadizo se transformaba en un paisaje maravilloso, lleno de colores brillantes y criaturas increíbles. Jhoan no podía creer lo que veía. Había flores que cantaban, árboles que danzaban y pájaros que hablaban en rimas.
«Bienvenido al Reino de las Maravillas,» dijo Luni. «Este lugar está lleno de magia y sorpresas. Pero debes tener cuidado, porque no todo es lo que parece.»
Mientras exploraban, encontraron a un pequeño robot llamado Tico, que parecía estar triste. Jhoan se acercó a él y le preguntó: «¿Por qué estás triste, Tico?»
«Mis amigos se han perdido,» respondió Tico con una voz metálica, «y no puedo encontrarlos. Sin ellos, no tengo alegría.»
Jhoan decidió ayudar a Tico. «No te preocupes, ¡vamos a encontrarlos juntos!» dijo con determinación. Luni y la Estrella de los Sueños se unieron a la búsqueda. Juntos, siguieron el camino, preguntando a todas las criaturas que encontraban si habían visto a los amigos de Tico.
Primero, encontraron a un pájaro que les dijo: «He visto a unos pequeños robots jugando cerca del río de chocolate.» Todos corrieron hacia el río de chocolate, un lugar lleno de dulces y golosinas, pero no encontraron a los amigos de Tico.
«Sigamos buscando,» sugirió Jhoan, y continuaron su camino. Luego, se encontraron con un árbol que podía hablar. «¿Buscas algo?» preguntó el árbol. «¿Quizás amigos que se han perdido en el bosque de los susurros?»
«Sí,» respondió Tico, «he perdido a mis amigos. ¿Sabe dónde están?»
«Fueron a hacer una carrera de obstáculos en el bosque de los susurros,» dijo el árbol. «Si van allí, seguramente los encontrarán.» Jhoan, Luni y la Estrella de los Sueños se despidieron del árbol y fueron hacia el bosque de los susurros.
Era un lugar misterioso, lleno de sonidos suaves y movimientos inesperados. Al llegar, vieron a varios robots que estaban jugando y haciendo carreras. Tico corrió hacia ellos, gritando emocionado. «¡Amigos! ¡Los encontré!» Todos se reunieron en un alegre abrazo, y Jhoan se sintió feliz de haber ayudado a Tico.
Después de un rato de diversión, los robots invitaron a Jhoan, Luni y a la Estrella de los Sueños a participar en sus juegos. “¡Vamos a jugar a la carrera de obstáculos!” dijeron emocionados. Jhoan estaba ansioso por unirse y aceptó de inmediato.
La carrera era desafiante pero divertida. Había saltos sobre charcos de caramelos, estos que podían pegarse un poco a los pies, y túneles hechos de dulces chicles que los hacían reír cuando los tocaban. Luni voló por encima, guiando a todos y animando, mientras que la Estrella de los Sueños iluminaba el camino.
Jhoan se sintió como un verdadero héroe mientras competía con Tico y sus amigos robots. Aunque no ganó la carrera, se divirtió muchísimo. Cuando la carrera terminó, todos se sentaron a descansar y disfrutar de una merienda de frutas encantadas que llenaron de energía a todos.
Al caer la tarde, Tico se acercó a Jhoan y le agradeció por su ayuda. «Sin ti, no habría encontrado a mis amigos,» dijo con gratitud. «Ahora somos un equipo y podemos jugar juntos siempre.»
Jhoan sonrió. «Estoy feliz de haberles ayudado. Este lugar es increíble.» La Estrella de los Sueños brilló y dijo: «Recuerda que la amistad es uno de los mayores tesoros que puedes tener.»
A medida que se hacía más oscuro, Jhoan sabía que debía volver a casa. «Tengo que marcharme,» dijo con un leve suspiro. «Pero volveré a visitar este lugar.»
Luni, Tico y los demás le dieron una cálida despedida. Jhoan se sintió triste por dejar a sus nuevos amigos, pero sabía en su corazón que nunca los olvidaría.
Mientras regresaba a la puerta, Tico y Luni lo acompañaron. Al llegar, la puerta azul seguía abierta, mostrando el pasaje hacia el mundo de las maravillas. Jhoan se detuvo un momento y miró a sus amigos.
«Gracias por esta aventura,» dijo. «No la olvidaré nunca.»
«Siempre que quieras, la puerta estará aquí,» respondió Luni. «Y la magia de esta amistad también.»
Con un último abrazo, Jhoan entró en el pasadizo y, al girar de nuevo, vio cómo la puerta se cerraba lentamente. Cuando emergió de su jardín, sintió que había cambiado. Había aprendido que la amistad y la valentía son más poderosas que cualquier aventura. Y aunque Estrellilandia parecía igual que siempre, Jhoan sabía que siempre habría magia en su corazón.
Desde ese día, cuando miraba al cielo estrellado, podía ver a la Estrella de los Sueños brillando más que antes, y sabía que sus amigos siempre estarían allí, esperando su próxima aventura.
Y así, el niño curioso que había soñado con ser astronauta comprendió que su verdadero viaje era el que emprendía en su corazón, lleno de amigos, magia y muchas historias que contar. Y así, vivió felizmente, siempre listo para nuevas aventuras y misterios por descubrir. Porque la vida misma es un cuento que nunca deja de asombrar.
Y así concluye nuestra historia, recordándonos siempre que la amistad, la curiosidad y la aventura son puertas que se abren hacia lo desconocido, donde lo único que necesitamos es un poco de valentía y un corazón dispuesto a soñar.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.