Era una noche oscura en la aldea de Sintur, un lugar donde la tecnología y la magia coexistían de una forma sorprendente. Las estrellas brillaban con una intensidad que parecía contar historias en el cielo, y el aire estaba lleno de un misterio palpable. En esta aldea vivían cuatro amigos inseparables: Alixon, Eddy, Maddiso y Zhara. Alixon era la soñadora del grupo, siempre imaginando mundos lejanos; Eddy, el científico loco, que llenaba su mochila con gadgets extraños; Maddiso, el estratega, que siempre tenía un plan para todo; y Zhara, la valiente exploradora, que desafiaba siempre al peligro con su espíritu intrépido.
Una noche, mientras se sentaban alrededor de una fogata en el bosque, Eddy sacó de su mochila un dispositivo brillante que había construido. Era un rastreador de señales de sonido, supuestamente capaz de captar hasta los susurros más lejanos del universo. Los amigos estaban intrigados y decidieron probarlo.
«¡Vamos a ver si podemos escuchar algo interesante!» exclamó, iluminando el rostro de sus amigos con la luz parpadeante del fuego. Alixon, con los ojos llenos de curiosidad, se acercó al aparato. «¿Qué te parece si escuchamos los secretos del espacio?», sugirió.
Eddy empezó a girar los diales del dispositivo, y pronto un ligero zumbido llenó el aire. Sin embargo, lo que captaron no eran los ecos lejanos de las estrellas, sino una voz suave y susurrante que parecía venir de la oscuridad. «Ayuda… aquí… en la sombra…», decía la voz, llena de tristeza. Los cuatro amigos se miraron, un escalofrío recorriéndoles la espalda.
«¿Qué es eso?», preguntó Zhara, más interesada que asustada. «Parece que alguien está pidiendo ayuda». «Podría ser una broma», dijo Maddiso, siempre buscándole un lado lógico a las cosas. Pero Alixon, sintiendo la llamada apremiante, se levantó.
«No podemos quedarnos aquí sin hacer nada», dijo con determinación. «Debemos investigar». Los otros asintieron, incluso Maddiso, quien tenía la sensación de que la aventura que estaban a punto de emprender podría ser más grande de lo que imaginaran.
Siguieron la voz, adentrándose en el bosque. La neblina comenzó a envolverse a su alrededor, transformando el paisaje familiar en un laberinto misterioso. Los murmullos del viento parecían susurrar secretos del pasado y del futuro. Con el dispositivo en la mano, Eddy guiaba al grupo. «La señal parece ser más fuerte por aquí», explicó, desviándose del camino.
Finalmente, llegaron a un claro donde las sombras se alargaban como brazos que se extendían hacia el cielo. En el centro, un viejo árbol con tronco retorcido les observaba. Era ahí donde la voz parecía resonar con más fuerza. Zhara se acercó al árbol, donde notó una especie de portal que brillaba tenuemente. «Creo que es aquí», dijo. «Parece que tenemos que entrar».
«Es un portal a otro mundo», exclamó Alixon. «Puede que allí encontremos a quien necesita ayuda». Eddy temía el peligro que podría haber detrás de aquel umbral, pero las miradas resueltas de sus amigos le dieron valor. Con un último vistazo atrás, se unieron de las manos y dieron un paso al frente.
Al cruzar, el mundo cambió por completo. Colores vibrantes, paisajes extraterrestres y criaturas fantásticas les rodeaban. El cielo estaba invadido por dos lunas brillantes, lo que le daba un aire de sobrecogedora belleza. Sin embargo, la voz continuaba llamándoles: «Sálvenme… soy parte de la sombra que aboga por la luz».
Mientras exploraban, se encontraron con la dueña de la voz: una pequeña criatura del tamaño de un niño, cubierta de sombras que se entrelazaban alrededor de su cuerpo. Su nombre era Lumara, un ser que representaba la bondad atrapada en la oscuridad. «He estado atrapada aquí por el oscuro hechizo de un antiguo hechicero», explicó Lumara. «Necesito luz para liberarme, y les he estado llamando para que me ayuden».
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.