Cuentos de Ciencia Ficción

Misterfox y el Viaje en el Tiempo

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez un joven llamado Jhoan, conocido en su mundo como Misterfox. No era un chico cualquiera; era un héroe con un traje rosa y plateado que brillaba en la oscuridad, como un faro de esperanza en las noches más oscuras. Su máscara, de un rosa intenso, estaba adornada con una correa en forma de delfín, lo que lo hacía destacar entre los héroes. Pero lo más especial de Jhoan eran sus aretes mágicos, que le otorgaban poderes extraordinarios, desde la velocidad sobrehumana hasta la capacidad de volar. Con ellos, Jhoan podía hacer casi cualquier cosa.

Una tarde, Jhoan estaba en su cuarto, relajándose después de un largo día de misiones. Su traje rosa y plateado descansaba sobre la silla, y él miraba por la ventana, contemplando la ciudad que tanto amaba. La tranquilidad se rompió de repente cuando una luz deslumbrante iluminó el cielo. Jhoan se levantó de un salto y corrió hacia la ventana, su corazón latiendo rápidamente. La luz provenía del centro de la ciudad, y era tan brillante que parecía envolver todo a su alrededor.

—¿Qué está pasando? —se preguntó en voz alta.

Instintivamente, Jhoan llevó su mano a sus orejas para tocar sus aretes, pero su piel se quedó fría al darse cuenta de que no estaban allí. Se miró al espejo y confirmó lo que temía: sus aretes mágicos habían desaparecido.

—¡No puede ser! ¿Dónde están?

En ese momento, una figura apareció en medio de su cuarto, como si hubiera viajado a través del tiempo y el espacio. Era Bonnyx, un superhéroe del tiempo que Jhoan había conocido en una misión anterior. Bonnyx era alto, con un traje plateado que destellaba con cada movimiento. Su rostro serio contrastaba con el caos que se desarrollaba fuera de la ventana.

—Jhoan, debes transformarte en Misterfox para salvar tus recuerdos —dijo Bonnyx con urgencia.

Jhoan lo miró, confundido.

—No puedo transformarme sin mis aretes —respondió, sintiendo cómo la preocupación se apoderaba de él.

Bonnyx suspiró, consciente de lo difícil que sería explicar lo que estaba sucediendo.

—Escucha, si no haces algo ahora mismo, todos tus recuerdos desaparecerán. La luz que ves en la ciudad es más que un simple destello. Está borrando el pasado, y si no actúas, todo lo que conoces será borrado también.

Jhoan sintió que su corazón latía con más fuerza. No podía permitir que sus recuerdos se desvanecieran. ¿Pero cómo podía salvarlos sin sus aretes? Entonces, Bonnyx le dio una solución.

—Debes viajar al pasado, Jhoan. Tienes que ir a un momento antes de perder tus aretes y recuperarlos, aunque solo sea por un minuto. Ese minuto es suficiente para que te transformes en Misterfox y salves el presente.

Jhoan sabía que el tiempo era esencial. Aunque la idea de viajar al pasado parecía arriesgada, no podía permitirse perder sus recuerdos, ni su identidad como Misterfox.

—Está bien —dijo, decidido—. ¿Cómo viajo al pasado?

Bonnyx, con un simple gesto de su mano, abrió un portal que brillaba con colores iridiscentes. La energía que emanaba del portal era intensa, y Jhoan sintió cómo todo su cuerpo se erizaba al acercarse.

—Este portal te llevará justo al momento en el que aún tenías tus aretes. Pero ten cuidado, solo tienes un minuto para recuperarlos y regresar. Si fallas, quedarás atrapado en el tiempo.

Con esas palabras en mente, Jhoan respiró hondo y se lanzó al portal, sintiendo cómo el tiempo y el espacio se distorsionaban a su alrededor. Viajaba a una velocidad increíble, atravesando momentos de su propia vida como si fueran destellos fugaces. Vio su primera vez volando, la vez que salvó a su ciudad de un gigantesco robot, y también las personas a las que había ayudado a lo largo de los años.

Finalmente, el portal lo dejó en su cuarto, pero en un tiempo anterior. Allí estaba él, hace solo unas horas, sentado en su cama, con los aretes brillando en sus orejas. Jhoan sabía que no podía ser visto por su yo del pasado, ya que eso podría causar una paradoja, así que esperó el momento oportuno.

Su yo del pasado se levantó para ir a la cocina, y en ese momento, Jhoan aprovechó la oportunidad. Con movimientos rápidos y sigilosos, se deslizó hacia la mesa donde estaban sus aretes. Los tomó con cuidado, pero el tiempo se sentía como si corriera más rápido de lo normal. Sabía que su minuto estaba a punto de terminar.

—¡Vamos, Jhoan, rápido! —se dijo a sí mismo, mientras corría de regreso al portal.

Con los aretes en la mano, saltó al portal en el último segundo, justo antes de que su yo del pasado regresara a la habitación. El viaje de regreso fue igual de vertiginoso, y cuando llegó al presente, la luz deslumbrante que había envuelto la ciudad comenzaba a desvanecerse. Pero aún no estaba a salvo. La amenaza seguía allí, y Jhoan tenía que actuar rápido.

Se puso los aretes y sintió cómo la energía fluía a través de su cuerpo. Su traje rosa y plateado apareció de inmediato, ajustándose a su cuerpo como una segunda piel, y su máscara con el delfín brilló intensamente. Era Misterfox de nuevo, listo para salvar el día.

Salió volando por la ventana, dirigiéndose al epicentro de la luz. Cuando llegó al lugar, se encontró con una extraña máquina alienígena que parecía ser la fuente de la luz. La máquina estaba absorbiendo los recuerdos de todos los que vivían en la ciudad, y Jhoan supo que tenía que detenerla.

—No dejaré que te lleves nuestros recuerdos —dijo Misterfox con determinación.

Usando su velocidad sobrehumana y la fuerza que le otorgaban sus aretes, se lanzó hacia la máquina. Sin embargo, la máquina estaba protegida por una barrera de energía que repelía sus ataques. Jhoan sabía que necesitaría más que fuerza bruta para destruirla.

—Tengo que encontrar su punto débil —murmuró para sí mismo.

Recordando lo que había aprendido en sus misiones anteriores, Misterfox usó sus habilidades para analizar la máquina. Se dio cuenta de que la energía que alimentaba la máquina provenía de un pequeño núcleo en su base. Si lograba desactivarlo, podría detener la luz y salvar la ciudad.

Con esa idea en mente, Misterfox voló rápidamente hacia la base de la máquina. La barrera seguía dificultando su avance, pero no se detuvo. Usó sus poderes para desviar la energía de la barrera y, con un último golpe, logró atravesarla. El núcleo quedó expuesto, brillando intensamente.

Misterfox no perdió el tiempo. Con un movimiento rápido, retiró el núcleo y lo destruyó. En ese momento, la luz deslumbrante que había cubierto la ciudad desapareció por completo, y los recuerdos de las personas comenzaron a regresar a sus mentes.

Jhoan, aún respirando con fuerza, sonrió con alivio. Lo había logrado. La ciudad estaba a salvo, y los recuerdos de todos, incluidos los suyos, estaban protegidos.

Bonnyx apareció nuevamente a su lado, con una sonrisa de aprobación.

—Sabía que lo lograrías, Misterfox —dijo—. Siempre he confiado en ti.

Jhoan, ahora Misterfox, se quitó la máscara por un momento y miró a Bonnyx.

—Gracias por ayudarme. No lo habría logrado sin ti.

Bonnyx asintió.

—Este es solo el comienzo de tus aventuras, Jhoan. Siempre estarás enfrentando desafíos, pero mientras recuerdes quién eres y por qué luchas, siempre vencerás.

Y así, con la ciudad segura y sus recuerdos intactos, Misterfox voló hacia el horizonte, listo para lo que el futuro le tuviera preparado. Porque aunque los desafíos fueran grandes, Jhoan sabía que mientras tuviera sus aretes mágicos y su voluntad inquebrantable, podría enfrentarse a cualquier cosa.

FIN.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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