En un pequeño pueblo en el borde de un vasto bosque vivía una niña llamada Alicia. Con sus once años, Alicia era conocida en el pueblo por su curiosidad insaciable y su amor por los cuentos antiguos. A diferencia de otros niños de su edad, Alicia prefería pasar sus tardes explorando el bosque o leyendo bajo la sombra de los árboles antiguos, en lugar de jugar con los demás niños.
Un día, mientras Alicia leía sobre leyendas de bosques encantados y criaturas mágicas, se topó con una historia que nunca había visto antes en su libro favorito. Hablaba de un lugar oculto dentro del mismo bosque que rodeaba su pueblo, un lugar que decían que podía mostrar la verdadera naturaleza de aquellos que osaban entrar en él: el Bosque de las Verdades.
Intrigada y emocionada por descubrir si las historias eran ciertas, Alicia decidió aventurarse al día siguiente en busca de este misterioso lugar. Preparó una pequeña mochila con un mapa del bosque, una linterna, algunos bocadillos, y por supuesto, su libro de leyendas.
Al amanecer, con el rocío aún fresco sobre la hierba, Alicia se adentró en el bosque. Los pájaros cantaban melodías que parecían guiarla por el camino, y el sol filtraba sus rayos a través de las densas copas de los árboles, iluminando senderos que se entrecruzaban como en un laberinto.
Después de horas de caminata, Alicia llegó a una parte del bosque que no reconocía. Los árboles aquí eran más altos y antiguos, y una neblina suave cubría el suelo como un manto. Fue entonces cuando vio algo a lo lejos: una estructura que parecía una puerta, hecha completamente de enredaderas y flores silvestres. Era exactamente como la descripción en su libro.
Con el corazón latiendo de emoción, Alicia se acercó a la puerta y, sin dudarlo, la atravesó. Al otro lado, el bosque parecía el mismo, pero había algo en el aire que lo hacía sentir diferente—más vivo, casi como si pudiera hablar.
A medida que avanzaba, comenzó a escuchar voces. Al principio, pensó que estaba imaginándolo, pero luego las voces se hicieron más claras. Eran susurros que parecían salir directamente de los árboles. «¿Quién eres realmente, Alicia?» decían las voces en un coro suave pero inquietante.
Alicia, un poco asustada, pero aún más curiosa, respondió con firmeza: «Soy una exploradora, alguien que busca aprender y entender.»
«¿Y estás dispuesta a ver la verdad sobre ti misma y los demás?» continuaron las voces.
«Sí,» respondió ella, aunque una parte de ella quería correr de vuelta a la seguridad de su hogar.
El bosque pareció escuchar su respuesta y, de repente, las imágenes comenzaron a formarse en su entorno. Primero, vio reflejos de sí misma, diferentes versiones de lo que podría llegar a ser: una escritora, una científica, una maestra… Cada imagen acompañada de un sentimiento de lo que llevaría alcanzar esos futuros.
Luego, el bosque le mostró imágenes de sus compañeros de clase, aquellos que no siempre fueron amables con ella. Vio sus inseguridades y sus miedos, sus deseos de ser aceptados y amados. Alicia sintió una oleada de comprensión y empatía hacia ellos, comprendiendo que cada persona lleva batallas internas que no siempre son visibles.
Al final del camino, Alicia encontró un claro donde un espejo gigante se erguía frente a ella. Al mirarse, no solo se vio a sí misma, sino también un resumen de todo lo que había experimentado ese día. Y en ese momento, comprendió lo que el Bosque de las Verdades intentaba enseñarle: que más vale estar solo y conocerse a uno mismo, y entender a los demás, que estar mal acompañado y perdido en la ignorancia de las verdaderas naturalezas de las personas.
Con estas nuevas comprensiones, Alicia regresó a su pueblo. No necesitaba la aprobación de los demás para sentirse completa; tenía su propia compañía, llena de sueños, conocimientos y una comprensión profunda de la humanidad.
Y desde ese día, Alicia no solo continuó explorando el bosque y leyendo sus queridos libros, sino que también se esforzó por compartir con los demás niños del pueblo las maravillas y las verdades que había aprendido sobre el valor de la amistad verdadera y el autoconocimiento.
Este cuento nos enseña la importancia de conocerse a uno mismo y entender a los demás, una verdad que Alicia descubrió en su valiente aventura al Bosque de las Verdades.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.