Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos cristalinos, dos amigos inseparables: Jhoan y Erica. Jhoan era un niño risueño y aventurero, siempre lleno de energía y listo para explorar cada rincón del mundo que lo rodeaba. Erica, por su parte, era una niña dulce y soñadora, a quien le encantaba contar historias y crear mundos mágicos con su imaginación. Todos los días después de la escuela, Jhoan y Erica se reunían en su lugar favorito: un claro lleno de flores cerca de un arroyo burbujeante. Allí, podían hablar de sus sueños y compartir historias sobre princesas, dragones y tesoros escondidos.
Un día, mientras jugaban cerca del arroyo, Jhoan vio algo brillante en el agua. Se acercó con curiosidad y vio que era una hermosa piedra azul que relucía como las estrellas. «¡Mira, Erica! ¡Qué bonita!», exclamó Jhoan, levantándola con entusiasmo. Erica se acercó y, al ver la piedra, sus ojos se iluminaron aún más. «Es mágica, Jhoan. Seguro que tiene un poder especial», dijo con un tono de complicidad.
“¿Y si la lanzamos al agua para ver qué pasa?”, sugirió Jhoan con una sonrisa traviesa. Sin pensarlo dos veces, los dos amigos lanzaron la piedra al arroyo. Al hacerlo, el agua comenzó a brillar con colores intensos, causando que ambos quedaran maravillados. De repente, una suave melodía comenzó a fluir desde el fondo del arroyo, como si las aguas estuvieran cantando una dulce canción.
Los amigos se miraron, sorprendidos. «¡Es mágico!», gritó Erica. «Debemos seguir la música». Atraídos por la melodía encantadora, Jhoan y Erica decidieron aventurarse más allá del claro, siguiendo el arroyo.
Mientras caminaban, la música se hacía más fuerte, y pronto llegaron a un lugar donde el arroyo se convertía en un gran lago. Allí, se sorprendieron al ver a un hermoso ser con forma de sirena nadando alegremente en el agua. Tenía largos cabellos que brillaban como hilos de oro bajo el sol y una cola de escamas relucientes que reflejaban todos los colores del arcoíris.
«¡Hola!», saludó la sirena con una voz melodiosa. «Soy Selene, la guardiana de este lago. He sentido la fuerza de la piedra mágica que lanzaron y he venido a agradecerles». Jhoan y Erica estaban asombrados. Nunca habían conocido a una sirena.
«¡Es un honor conocerte, Selene!», dijo Jhoan, saltando de emoción. «¿Cómo podemos ayudarte?». La sirena sonrió. «He escuchado sus sueños y sus historias desde el arroyo. Y como agradecimiento, quiero ofrecerles un deseo. Pero deben elegirlo con cuidado».
Erica pensó por un momento y dijo: “Yo deseo poder visitar los mundos que inventamos en nuestras historias, conocer princesas y dragones”. Jhoan, al escuchar el deseo de su amiga, sintió que compartía el mismo anhelo. “¡Yo también deseo eso!”, exclamó.
Selene asintió y con un movimiento de su mano, el agua del lago comenzó a brillar intensamente. «En un momento, estarán en el primer mundo que imaginen. Recuerden, una vez que entren, deben aventurarse juntos y cuidar el uno del otro». Con esas palabras, la sirena tocó el agua, y un velo azul los envolvió.
Al despejarse el velo, Jhoan y Erica se encontraron en un bosque mágico. Los árboles eran más altos de lo que jamás habían visto, y los colores de las flores eran tan vibrantes que casi parecían brillar. «¡Es increíble!», dijo Erica, mirando todo a su alrededor. «Esto es como un cuento de hadas».
Mientras exploraban el bosque, oyeron un ruido extraño. Curiosos, se acercaron y descubrieron un pequeño dragón atrapado entre unas ramas. El dragón era de un color verde esmeralda y tenía enormes ojos amarillos llenos de miedo. «¡Ayuda! Por favor, ayúdenme!», gritó el dragón, moviendo su cola desesperadamente.
«¡No te preocupes, te ayudaremos!», dijo Jhoan rápidamente, mientras se inclinaba para quitar las ramas que lo aprisionaban. Cuando finalmente el dragón fue liberado, se puso de pie, agradecido. «¡Gracias! Mi nombre es Drako y he estado perdido. ¡Nunca imaginé que dos humanos tan valientes me ayudarían!».
Erica sonrió y le preguntó a Drako: «¿Quieres acompañarnos en nuestra aventura?». El dragón asintió emocionado. «Sí, por favor. He soñado con conocer amigos de la superficie».
Así, los tres nuevos amigos emprendieron su camino juntos, adentrándose en el bosque. Hablaban y reían, compartiendo historias sobre el mundo humano y la vida en el cielo. Mientras caminaban, encontraron un castillo hecho de dulces y caramelos. Sus ojos se agrandaron de asombro.
“¡Mira eso!”, exclamó Jhoan, corriendo hacia el castillo. Erica y Drako lo siguieron, maravillados por la idea de un castillo de golosinas. Cuando llegaron, la puerta se abrió lentamente, revelando a una amable anciana que tan sólo sonreía mientras hacía galletas en la cocina.
“Bienvenidos, queridos amigos”, dijo la anciana. “Soy la Reina de los Dulces y he estado esperando su llegada. ¿Quieren unirse a mi fiesta de galletas?”. El rostro de Jhoan se iluminó. «¡Sí!», gritaron juntos.
En la gran sala del castillo, había una mesa imponente cubierta de cupcakes, galletas y demás delicias. Jhoan, Erica y Drako disfrutaron de la comida y jugaron junto a otros niños que también habían entrado al mundo mágico. Todos reían y compartían historias mientras el aroma de las galletas frescas llenaba el aire.
Después de un rato, la Reina de los Dulces se acercó y dijo: «Mis queridos amigos, siempre hay tiempo para la diversión, pero también hay que estar alertas. Hay un hechizo que recorre este bosque y algunos no son tan amables como ustedes. Deben cuidarse”. Jhoan y Erica se miraron, comprendiendo que todavía había retos por enfrentar.
Luego de la fiesta, los tres amigos decidieron continuar su aventura. A medida que exploraban más, encontraron un sendero que conducía a una montaña. “Tal vez podamos descubrir qué es ese hechizo del que habla la Reina”, sugirió Erica. Drako asintió, volando junto a ellos como un guardián ágil.
Al llegar a la cima, se encontraron con una bruja malvada que mantenía cautivo a un grupo de animales. «¿Quiénes son ustedes?», preguntó la bruja con desdén. «No me interrumpan, estoy muy ocupada asegurándome de que nadie se escape de este mundo».
“¡No podemos permitir que hagas daño a los demás!”, dijo Jhoan con valentía. Erica, sintiéndose también valiente, decidió ayudar. «¡Libera a esos animales!». La bruja empezó a reír, y con un movimiento de su varita, envió una nube oscura hacia ellos.
Pero el escamoso Drako voló adelante y usó su aliento de fuego para dispersar la nube mágica. «¡Bravo, Drako!”, gritaron Jhoan y Erica al ver cómo el dragón luchaba con todo su valor. “Debemos trabajar juntos”, dijo Erica, y Jhoan asintió. Los tres formaron un plan.
Mientras Drako mantenía ocupada a la bruja, Erica y Jhoan se acercaron a los animales cautivos y comenzaron a desatar sus cadenas. Con rapidez, los animales, agradecidos, comenzaron a ayudar, empujando a la bruja y distrayéndola de su magia malvada.
La bruja, sorprendentemente asustada por la valentía del grupo, retrocedió. «¡No puede ser! ¡Un dragón, un par de humanos y un grupo de animales, todos contra mí!». Jhoan no dudó un segundo y, con una voz firme, dijo: «La amistad y el trabajo en equipo siempre ganan». Justo en ese momento, la bruja desapareció en una nube de humo maloliente, prometiendo regresar con una venganza.
Todos los animales estuvieron libre gracias a la valentía de los tres amigos. Aliviados, celebraron su victoria con un gran banquete al pie de la montaña. Jhoan, Erica y Drako se sintieron orgullosos de lo que habían logrado juntos. Durante la celebración, Erica dijo: «Estamos juntos en todas las aventuras, no importa lo difíciles que sean”. Jhoan sonrió afirmando que el amor y la amistad siempre ayudan a superar cualquier obstáculo.
Finalmente, luego de muchas risas y juegos, Selene apareció nuevamente a la orilla del lago, donde habían comenzado su aventura. Con una sonrisa en su rostro, les dijo: “Mi queridos amigos, su valentía y unión han demostrado que el amor y el trabajo en equipo son lo más poderoso de todos. Es hora de que regresen a su hogar, pero siempre llevarán consigo la magia de esta aventura».
Con un suave movimiento de su mano, el agua del lago brilló y envolvió a Jhoan, Erica y Drako una vez más. Al final del mágico viaje, se despidieron, prometiendo que siempre recordarían sus inolvidables aventuras y los vínculos que habían hecho.
Regresaron a su claro en el bosque, donde la luz del sol brillaba y el arroyo seguía cantando. Jhoan y Erica miraron el agua, pensando en Drako y todas las maravillas que habían vivido. «¿Crees que alguna vez volveremos a ver a Drako?», preguntó Erica, con un toque de melancolía en su voz. Jhoan respondió: “¡Claro que sí! Siempre que compartamos nuestras historias, estaremos cerca de nuestra magia”.
Así, los dos amigos acordaron seguir explorando, creando nuevas historias y teniendo más aventuras, sabiendo que la amistad es el verdadero poder que les permitiría soñar y vivir en un mundo lleno de maravillas. Y mientras el arroyo cantaba su melodía familiar, los corazones de Jhoan y Erica latían al compás de la magia de la amistad, siempre dispuestos a descubrir nuevos horizontes y compartir sus sueños.
Con el tiempo, se dijeron a sí mismos: “Nuestros sueños son como ríos, siempre fluyendo y llevándonos a nuevas aventuras, llenas de seres extraordinarios y lecciones que llevaremos en nuestros corazones para siempre”. Y así, llenos de alegría, terminaron un día más de aventuras, prometiendo que el día de mañana traería más cuentos, más risas y más magia.
Cuentos cortos que te pueden gustar
El Misterio de Janellye
Said, Fryda y Alfredo en la Sorpresa del Jardín de los Conejitos
El Bosque Encantado de Elías y Rosa
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.