Cuentos Clásicos

El baile de la mamá sapo: Aventuras en el lago de las pelotas y la pecera

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Para crear una imagen para el cuento «El baile de la mamá sapo: Aventuras en el lago de las pelotas y la pecera», diseña un escenario colorido y alegre que represente un lago brillante con pelotas de colores flotando sobre la superficie. En el centro, dibuja a la mamá sapo, con ojos grandes y amables, mostrando su alegría mientras se prepara para bailar. A su lado, añade una simpática mosca con alas brillantes y un rostro curioso, mirando a su amiga con entusiasmo. Incluye a un hermano sapo pequeñito, saltando alrededor con una sonrisa. Al fondo, muestra una pecera llena de peces de colores, que danzan con alegría. Asegúrate de utilizar colores vibrantes y un estilo infantil, con un formato de 1024 x 1024 píxeles, para captar la atención de los niños de 4 años.

Había una vez un lago brillante y azul donde vivían muchos animales. Al lado del lago, había un pequeño grupo de sapos que siempre se la pasaban saltando y jugando. Entre ellos, había una mamá sapo llamada Doña Sapo, que era muy querida por todos, especialmente por sus dos pequeños: un renacuajo llamado Renatín y su hermano pequeño, el Chiquitín.

Un día, Doña Sapo decidió que tenía que hacer algo especial para sus hijos. Quería que tuvieran un día inolvidable lleno de diversión. Así que se les ocurrió la idea de organizar un gran baile en el lago. Todos los sapos estarían invitados, y sería una fiesta espectacular, llena de música, saltos y risas.

Renatín y Chiquitín estaban muy emocionados. «¡Mamá, podemos hacer una gran pancarta para invitar a todos!» dijo Renatín. «Sí, y también podemos hacer una torta de moscas para que todos disfruten,» agregó Chiquitín saltando de alegría. Doña Sapo sonrió al ver sus entusiasmos. «¡Entonces vamos a prepararlo todo!» exclamó.

La primera tarea era hacer la pancarta. Juntos, fueron buscando hojas grandes y flores de colores, y pasaron la tarde decorando la pancarta con dibujos, palabras y muchos colores hermosos. «¡Ven a bailar al lago! ¡Todos son bienvenidos!» decía la pancarta. La colocaron en la orilla del lago, y cuando terminaron, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de un dorado precioso.

Al día siguiente, muy temprano, Doña Sapo se fue a buscar un dulce regalo para sus hijos. Mientras tanto, Renatín y Chiquitín estaban en la orilla del lago, saltando y jugando. De repente, vieron a una mosca que volaba justo por encima de ellos. La mosca era muy alegre y presumida. Se llamaba Margarita y siempre estaba hablando de las maravillas que veía volando por el espacio. «¡Hola, sapitos! ¿Qué hacen tan temprano?» preguntó Margarita, girando en el aire.

«Estamos preparando un baile en el lago. ¡Está invitado!» respondió Renatín emocionado. «Sí,¡será super divertido!» añadió Chiquitín. Margarita se frotó las alas de felicidad y dijo, «¡Me encantaría ir! Pero, ¿qué tal si les traigo la música? ¡Yo puedo pedirle a los grillos que vengan a tocar!»

«¡Eso es una idea maravillosa! Vamos, ve a contarles,» respondió Doña Sapo cuando llegó, sonriendo. A esa altura, ya tenía una gran torta de moscas hecha con mucho amor, lista para compartir. Sus ojos brillaban de emoción por el baile que se avecinaba.

Mientras Margarita volaba a buscar a los grillos, Renatín y Chiquitín comenzaron los preparativos en la orilla. Fui llenando la orilla de flores y ramas, mientras la torta de moscas ocupaba un lugar especial en el centro. Doña Sapo comenzó a organizar el espacio, asegurándose de que todo estuviera perfecto.

Cuando Margarita regresó, estaba acompañada por una bandada de grillos que eran músicos talentosos y estaban listos para tocar. «¡Vamos a empezar!» gritó Margarita, mientras los grillos afinaban sus instrumentos. De inmediato, la música llenó el aire, hermosa y melodiosa, y todos los sapos comenzaron a saltar y a bailar felices.

Pero en ese momento, del interior del lago emergió una criatura muy curiosa. Era un pez dorado, conocido como el Pez Mágico. Nadaba con gracia y, al escuchar la música, se sintió atraído por el ambiente festivo. «¡Hola, amigos del lago! ¿Puedo unirme a su fiesta?» preguntó el Pez Mágico, moviendo su cola con entusiasmo.

«¡Claro, eres bienvenido!» respondieron todos los sapos, aplaudiendo con alegría. Doña Sapo, que siempre fue muy acogedora, sonrió y dijo: «Toma un lugar en el agua y disfruta de nuestro baile». El Pez Mágico se deslizó en el lago y, con su brillo dorado, iluminó aún más la fiesta. Se le ocurrió una idea divertida: él podría dar saltos sobre el agua como una forma de bailar.

Los sapos, que ya estaban disfrutando de sus saltos, comenzaron a imitar al Pez Mágico, errando sus saltos en el agua. Chiquitín se sentía muy feliz viendo a su mamá y a su hermano moverse al ritmo de la música. «¡Esto es mejor de lo que hubiera imaginado!» gritó mientras sonreía de felicidad.

Doña Sapo, quien bailaba con mucho ritmo, incluso decidió hacer una vuelta y una pirueta en el aire. «¡Miren, sapos! ¡Así se baila de verdad!» dijo entre risas. Todos se unieron a la diversión y, en un momento de pura felicidad, el lago se llenó de risas, saltos y melodías.

La tarde avanzaba, y la magia del baile se sentía en el aire. Todos estaban tan impregnados de felicidad que ni siquiera notaron cómo se nublaba un poco el cielo. De pronto, comenzaron a caer pequeñas gotas de lluvia. «¡La fiesta puede continuar bajo la lluvia!» exclamó Margarita volando sobre ellos. «¡Salgamos del agua y bailemos en la orilla!»

Y así fue. A pesar de las gotas que caían, creativamente decidieron seguir bailando. La lluvia refrescaba el ambiente y les daba una sensación de alegría aún mayor. Doña Sapo, con su gran corazón, entendía que a veces las cosas no salen como planeamos, pero lo más importante era disfrutar el momento.

Finalmente, cuando la lluvia cesó, todos estaban cansados pero llenos de alegría. «Hoy ha sido un día increíble,» dijo Renatín mientras se acurrucaba junto a su mamá. «Sí, hemos bailado, reído y compartido con amigos,» agregó Chiquitín. Doña Sapo, mirando a sus pequeños, sonrió y dijo: «Y hemos creado recuerdos que llevaremos siempre en nuestro corazón.»

Al despedir a sus amigos, el Pez Mágico se despidió también, prometiendo regresar al lago para bailar de nuevo. «Y yo traeré más música,» agregó Margarita felizmente. Y así, los sapos se quedaron en la orilla admirando el bello lago, sintiéndose agradecidos por un día lleno de alegría y amistad.

Desde aquel día, cada vez que había algún motivo para celebrar, el lago se llenaba de música, luces y sapos saltarines que bailaban la danza de la felicidad. Porque en el lago de las pelotas y la pecera, la diversión y la amistad siempre estaban a la vuelta de la esquina.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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