Había una vez en una granja muy bonita, un cerdo llamado Cerdo. Cerdo era muy amistoso y siempre estaba dispuesto a ayudar a sus amigos. Sin embargo, tenía una gran debilidad: era muy dormilón. Cerdo podía quedarse dormido en cualquier lugar y a cualquier hora del día.
En la misma granja vivían otros animales: una vaca llamada Vaca, un chivo llamado Chivo, una oveja llamada Oveja y un pato llamado Pato. Todos eran buenos amigos de Cerdo, pero a veces les gustaba hacerle bromas.
Un día soleado, Cerdo decidió tomar una siesta cerca del granero. «Voy a descansar un poco,» dijo bostezando, y se tumbó bajo la sombra de un árbol. Pronto, Cerdo estaba roncando suavemente.
Vaca, Chivo, Oveja y Pato se acercaron y lo vieron durmiendo plácidamente. «¡Miren a Cerdo, otra vez dormido!» dijo Vaca, riendo. «Siempre está durmiendo,» añadió Chivo. «¡Y siempre se pierde la comida!» exclamó Oveja.
Pato, que siempre tenía ideas divertidas, propuso: «¿Qué tal si le hacemos una broma? Le llevaremos su comida mientras duerme y veremos su cara cuando despierte y no la encuentre.»
A los demás les pareció una idea graciosa, así que se pusieron manos a la obra. Vaca llevó el cubo de maíz, Chivo trajo las manzanas, Oveja se encargó de las zanahorias y Pato se llevó las galletas que tanto le gustaban a Cerdo. Con mucho cuidado, para no despertarlo, se llevaron toda la comida al otro lado del granero.
Un rato después, Cerdo se despertó, estirándose y bostezando. «¡Qué buena siesta!» dijo. «Ahora tengo mucha hambre.» Se levantó y fue a buscar su comida, pero para su sorpresa, no encontró nada.
«¡Oh no! ¿Dónde está mi comida?» se preguntó Cerdo, mirando a su alrededor. Buscó por todos lados, pero no había rastro de su maíz, sus manzanas, sus zanahorias ni sus galletas.
Justo entonces, sus amigos aparecieron, tratando de no reírse. «Hola, Cerdo,» dijo Vaca. «¿Buscas algo?» «Sí, no encuentro mi comida,» respondió Cerdo con una expresión confundida.
«Tal vez se haya ido volando,» dijo Chivo, intentando contener la risa. «O quizás alguien se la comió,» añadió Oveja, guiñando un ojo a los demás.
Cerdo comenzó a sospechar. «¿Ustedes saben algo de esto?» preguntó, mirando a sus amigos. «Bueno…» empezó Pato, «puede que sepamos algo.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.