Era la víspera de Navidad, y el taller de Santa Claus en el Polo Norte estaba más ocupado que nunca. El aire frío y cristalino cubría la vasta extensión de nieve que rodeaba el taller, pero dentro, todo estaba cálido y lleno de risas. Santa Claus, el hombre de barba blanca y traje rojo, caminaba de un lado a otro supervisando el trabajo de sus elfos. Entre todos los elfos, había uno que se destacaba por su travesura y rapidez, su nombre era Duende. Este pequeño elfo con orejas puntiagudas y una sonrisa traviesa siempre estaba dispuesto a ayudar a Santa Claus, pero con su toque especial de humor.
Este año, el trabajo estaba más apurado que nunca, pues los niños de todo el mundo esperaban ansiosos sus regalos. Santa había recibido una gran cantidad de cartas, y el tiempo parecía correr más rápido a medida que se acercaba la medianoche. Pero Santa no estaba solo. En el taller también estaba María, una niña que había sido invitada a pasar la noche en el taller de Santa. María era una niña muy especial. Ella había soñado con conocer el taller de Santa Claus desde que era muy pequeña, y esa noche, su sueño finalmente se hacía realidad.
María se encontraba frente a una mesa llena de listados de regalos. Sus ojos brillaban al ver la lista de los niños que recibían regalos ese año. Santa Claus le sonrió y le dijo: «María, necesitamos tu ayuda para asegurarnos de que cada niño reciba lo que ha pedido». María no podía creerlo, ¡ella iba a ayudar a Santa Claus a contar los regalos!
«Duende», dijo Santa Claus, «necesito que nos ayudes a organizar todos estos regalos por categorías. María, tú contarás los regalos para los niños y los apilarás en orden». Duende asintió rápidamente con su cabeza, saltando de alegría por la oportunidad de ayudar. María comenzó a contar los regalos, mientras Santa revisaba las listas.
Santa Claus se acercó a María y le explicó con calma: «Cada regalo que vemos en esta lista es importante. Cada niño ha soñado con algo especial, y nosotros, los elfos y yo, tenemos que asegurarnos de que sus deseos se hagan realidad». María estaba tan emocionada de ayudar a Santa que no podía dejar de sonreír mientras organizaba los juguetes.
De repente, Duende se acercó a María con una gran bolsa llena de juguetes. «¡Mira lo que tengo aquí! ¡Es para el niño de la casa número 27!» exclamó el Duende mientras le mostraba un osito de peluche muy especial. «¡Este es el regalo perfecto!» añadió el Duende, riendo.
María comenzó a reír también. «¡Qué lindo es!» dijo. «Estoy tan feliz de poder ayudar a Santa a repartir tantos regalos. Esto es más mágico de lo que imaginaba.»
Pero había un pequeño problema. La lista era muy larga y había tantos regalos para contar que parecía imposible hacer todo a tiempo. María se detuvo un momento, pensando en cómo podía ayudar aún más. «¿Y si creamos un sistema para contar los regalos más rápido?» sugirió con entusiasmo.
Santa, con su sabiduría habitual, asintió con una sonrisa. «Esa es una gran idea, María. Vamos a dividir la lista por colores y tamaños. Así, podremos encontrar los regalos rápidamente y empaquetarlos en el trineo sin perder tiempo».
Y así lo hicieron. María, el Duende y Santa Claus pasaron la noche organizando y contando los regalos. A medida que la nieve caía afuera y las estrellas brillaban en el cielo, la magia de la Navidad llenaba el taller. Cuando finalmente todo estuvo listo, Santa Claus miró a María y al Duende con una gran sonrisa.
«¡Lo logramos! Todo está listo para la gran noche. Gracias a tu ayuda, María, ¡este será el mejor año de todos!» dijo Santa Claus. María se sintió tan orgullosa de haber sido parte de este proceso mágico.
La nieve seguía cayendo suavemente en el exterior, pero dentro del taller, todo estaba iluminado por la calidez de la Navidad. El Duende saltaba y corría alrededor de las cajas con los regalos, y Santa Claus tomaba su saco lleno de juguetes con una gran sonrisa en el rostro. María, aunque cansada, sabía que había hecho algo muy especial.
«Recuerda, María,» le dijo Santa Claus mientras se preparaba para partir, «la magia de la Navidad no está solo en los regalos. Está en dar, en compartir y en hacer felices a los demás.» María sonrió, entendiendo por fin lo que Santa quería decir.
Con el trineo cargado de regalos y las estrellas brillando sobre el taller, Santa Claus, el Duende y María se despidieron, sabiendo que esta Navidad sería mágica para todos los niños del mundo.
Y así, el taller de Santa Claus cerró sus puertas esa noche, pero la magia de la Navidad siguió viva, compartiéndose en cada rincón del planeta.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.