Cuentos Clásicos

El Jardín de las Necesidades

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En el corazón de un colorido pueblo, donde las casas parecían sacadas de cuentos de hadas y los jardines florecían todo el año, había una escuela especial llamada «El Jardín de las Necesidades». Esta no era una escuela común, pues aquí, más allá de aprender a leer y escribir, los niños aprendían a comprender y expresar sus necesidades emocionales, así como a responder de manera empática a las necesidades de los demás.

Entre los estudiantes de «El Jardín» había cuatro amigos inseparables: Sury, Belén, Oween y Samuel. Cada uno, con su personalidad única, aportaba algo especial al grupo. Sury, con su cabello rizado y ojos brillantes, amaba los cuentos y siempre compartía historias que hacían volar la imaginación de sus amigos. Belén, con su paleta de colores y pincel siempre en mano, veía el mundo en una explosión de colores y sentimientos. Oween, el mago del grupo, creía en la magia de las palabras y cómo estas podían transformar el mundo. Y Samuel, con su capa de superhéroe, estaba siempre listo para ayudar y proteger a sus amigos.

Un día, la maestra les propuso un nuevo proyecto: «Hoy comenzaremos una aventura para descubrir las necesidades que subyacen en nuestro universo emocional. A través de juegos, arte y magia, aprenderemos a identificar lo que realmente necesitamos y cómo podemos ayudar a los demás a satisfacer sus necesidades», anunció con entusiasmo.

La primera actividad los llevó al «Bosque de las Emociones», un espacio decorado en el aula con árboles de papel y animales mágicos. «Cada uno de estos árboles representa una emoción diferente», explicó la maestra. «Hoy, explorarán el bosque y, junto a sus amigos, encontrarán el árbol que más les llame la atención».

Sury se sintió atraída por el «Árbol de la Alegría», con sus brillantes hojas amarillas y risas que parecían emanar de sus ramas. Belén eligió el «Árbol de la Creatividad», cuyas hojas cambiaban de color con cada toque. Oween se maravilló con el «Árbol de la Curiosidad», lleno de acertijos y secretos por descubrir. Samuel, por su parte, se sintió fuertemente atraído por el «Árbol de la Valentía», con sus robustas raíces y ramas que alcanzaban alto en el cielo.

Después de explorar el bosque, los amigos se reunieron para compartir lo que habían aprendido. «He descubierto que la alegría es una necesidad importante para mí», compartió Sury. «Y yo aprendí que expresar mi creatividad me hace sentir completa», añadió Belén. Oween, con ojos chispeantes, explicó cómo la curiosidad lo impulsaba a aprender y descubrir cosas nuevas. Samuel, con voz firme, habló sobre cómo enfrentar sus miedos le hacía sentirse fuerte y valiente.

La maestra sonrió, satisfecha con sus descubrimientos. «Verán, cada uno de ustedes ha identificado una necesidad emocional fundamental. Ahora, la siguiente parte de nuestra aventura será aprender cómo podemos satisfacer estas necesidades y ayudar a los demás a satisfacer las suyas».

En las semanas siguientes, los cuatro amigos emprendieron proyectos que reflejaban sus necesidades emocionales. Sury organizó un club de lectura donde compartían historias que traían alegría y risas. Belén lideró talleres de arte donde todos podían expresar sus emociones a través de los colores. Oween creó un «Rincón de la Curiosidad» en el aula, lleno de experimentos y enigmas. Samuel, por su parte, inició un grupo de «pequeños héroes» que se encargaba de ayudar a otros niños en la escuela a superar sus miedos y desafíos.

A medida que el proyecto avanzaba, los niños aprendieron no solo a reconocer y satisfacer sus propias necesidades, sino también a comprender y responder a las necesidades de los demás. Aprendieron que algunas necesidades, como la amistad, el amor y la comprensión, eran universales, mientras que otras eran más personales y únicas para cada individuo.

La historia de Sury, Belén, Oween y Samuel en «El Jardín de las Necesidades» enseñó a todos en la escuela una valiosa lección: que comprender y atender nuestras necesidades emocionales y las de los demás es esencial para vivir en armonía y felicidad. Y así, con cada día que pasaba, «El Jardín» se convertía en un lugar más cálido y acogedor, donde todos podían crecer y florecer en su propio y único camino.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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