Había una vez, en un pequeño y colorido pueblo, una niña llamada Aymara. Era conocida por su sonrisa radiante y su corazón lleno de alegría. Estaba a punto de cumplir tres años y su emoción era tan grande que parecía que podría iluminar todo el pueblo.
La mañana de su cumpleaños, Aymara se despertó con el canto de los pájaros y el suave brillo del sol entrando por su ventana. Se levantó de un salto y corrió a ver a su mamá, quien ya estaba en la cocina preparando un desayuno especial.
«¡Feliz cumpleaños, Aymara!» Exclamó su mamá con una gran sonrisa.
Aymara abrazó a su mamá y juntas disfrutaron de un delicioso desayuno. Pero lo que Aymara no sabía era que ese día iba a ser diferente a cualquier otro.
Después del desayuno, su mamá le dijo: «Hoy es un día muy especial, Aymara. Te tengo una sorpresa. Pero para encontrarla, debes seguir las pistas que he escondido en el jardín.»
Aymara estaba emocionada. Adoraba las aventuras y sabía que su mamá siempre creaba las mejores sorpresas. Corrió al jardín y encontró la primera pista debajo de un árbol. Era un papel que decía: «Vuela alto y mira donde los pájaros anidan.»
Mirando a su alrededor, Aymara vio un árbol alto con un nido en la rama más alta. Con cuidado, trepó al árbol y encontró la segunda pista en el nido. Decía: «Brilla y destella, bajo la tierra te espera la huella.»
Aymara sabía exactamente a dónde ir. Corrió hacia el huerto, donde su mamá plantaba zanahorias y encontró un pequeño cofre enterrado. Dentro del cofre había una llave dorada y una nota que decía: «Esta llave mágica abrirá un mundo lleno de maravillas. Encuentra la puerta y descubre tu regalo.»
Aymara miró a su alrededor, buscando una puerta. Entonces, recordó el antiguo cobertizo al final del jardín. Corrió hacia allí y con la llave en mano, abrió la puerta del cobertizo. Al entrar, se encontró en un mundo completamente diferente.
Era un lugar mágico, lleno de luces brillantes, flores que cantaban y mariposas que bailaban en el aire. En el centro de todo, había una mesa decorada con los dulces y pasteles más deliciosos que Aymara había visto.
«¡Sorpresa!» Gritaron todos sus amigos y familiares, saliendo de su escondite. Era una fiesta de cumpleaños sorpresa en un mundo mágico, creado especialmente para ella.
Aymara no podía creerlo. Bailó, jugó y rió con sus amigos y familiares. La fiesta estaba llena de juegos, risas y mucha diversión. Incluso hubo un espectáculo de marionetas que contaba historias de aventuras y magia.
Cuando llegó el momento de soplar las velas, Aymara cerró los ojos y pidió un deseo. Al abrirlos, el mundo mágico comenzó a desvanecerse y se encontró de nuevo en el cobertizo, pero esta vez rodeada de todos sus seres queridos.
Su mamá se acercó y le dijo: «Este mundo mágico siempre ha estado aquí, Aymara. En tu corazón. Dondequiera que vayas, la magia te seguirá.»
Aymara abrazó a su mamá y miró a todos los que había invitado a su fiesta. Se dio cuenta de que lo más mágico de su cumpleaños no era el mundo secreto, sino el amor y la alegría que compartía con su familia y amigos.
Desde ese día, Aymara siempre llevó consigo la llave dorada, recordándole que la magia está en todas partes, pero sobre todo, dentro de ella.
Después de la mágica fiesta de cumpleaños, Aymara se sentía llena de felicidad y asombro. Mientras los últimos invitados se despedían, su mamá se acercó y le entregó un pequeño libro.
«Este es un regalo especial, Aymara,» dijo su mamá con una sonrisa. «Es un libro de cuentos lleno de historias mágicas y aventuras increíbles. Cada noche, antes de dormir, leeremos una juntas.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.