En una pequeña ciudad rodeada de montañas, se encontraba la vieja mansión de los De La Cruz, una familia que, durante generaciones, había sido respetada y temida por sus riquezas y poder. Pero una noche, todo cambió con un terrible suceso que sacudió a la ciudad: un crimen pasional. La víctima, Néstor, el joven heredero, fue encontrado muerto en su habitación, y nadie sabía quién lo había hecho. Los únicos que estaban en la casa esa noche eran su novia Sara, su mejor amigo Roberto, y su hermana Isabel. Todos ellos se convirtieron en sospechosos.
El inspector Morales, conocido por resolver los casos más complicados, fue llamado para investigar. Cuando llegó a la mansión, el ambiente era tenso, y los tres sospechosos estaban visiblemente nerviosos. Comenzó su investigación preguntando a cada uno sobre lo que ocurrió esa noche.
Sara, la novia de Néstor, fue la primera en ser interrogada. Con sus ojos llenos de lágrimas, contó su versión.
—Estábamos en la sala hablando tranquilamente —dijo—. Néstor y yo habíamos tenido una pequeña discusión, pero todo parecía estar bien. Luego subí a mi habitación y me quedé allí. No sé qué pasó después.
El inspector tomó notas, observando cuidadosamente su comportamiento. Había algo en su actitud que no le convencía, pero no dijo nada y continuó con el siguiente interrogatorio.
Roberto, el mejor amigo de Néstor, era un joven serio y reservado. Se había quedado en la mansión aquella noche porque siempre solía pasar el fin de semana allí. Cuando fue llamado a declarar, se mostró inquieto.
—Néstor y yo jugamos una partida de ajedrez después de la cena —explicó Roberto—. Luego subí a mi habitación, y no vi nada más hasta que escuché el grito de Isabel en medio de la noche.
El inspector lo miró detenidamente. Roberto era conocido por su calma, pero esa noche parecía más nervioso que de costumbre.
Finalmente, fue el turno de Isabel, la hermana de Néstor. Era la más joven, pero siempre había sido muy unida a su hermano. Con una voz temblorosa, explicó lo que recordaba.
—Me fui a dormir temprano —dijo, con la mirada baja—. Luego escuché un ruido fuerte, y cuando bajé, encontré a Néstor en el suelo. Estaba… estaba muerto.
La versión de Isabel parecía sincera, pero el inspector sabía que algo más profundo se escondía en esa familia.
Después de escuchar a todos los sospechosos, el inspector Morales recorrió la mansión buscando pistas. En la habitación de Néstor, encontró una carta arrugada en su escritorio. La carta parecía ser de Sara, y en ella se leía una breve frase: «Si no lo haces, me perderás para siempre».
El inspector llevó la carta consigo y se preparó para confrontar a los tres sospechosos nuevamente. Sabía que la clave para resolver el caso estaba en esa carta, pero aún necesitaba descubrir quién era el verdadero culpable.
Decidió reunir a todos en la sala principal y, con calma, comenzó a hablar.
—He revisado todas las habitaciones y he encontrado algo muy interesante —dijo el inspector, sacando la carta—. ¿Alguno de ustedes reconoce esto?
Sara palideció al ver la carta, pero antes de que pudiera decir algo, Isabel se levantó de su asiento.
—¡Es suficiente! —gritó Isabel—. Yo escribí esa carta, pero no tiene nada que ver con la muerte de Néstor. Estaba molesta porque él no quería hacerse cargo de la empresa familiar. Escribí esa carta en un momento de frustración, pero nunca quise que le pasara nada malo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.