Cuentos de Superhéroes

Lola y Pelu, las Superhéroes de Mar del Plata

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Lola era una niña marplatense de 9 años, siempre llena de energía y lista para cualquier aventura. Con su cabello castaño que le caía sobre los hombros, tenía una gran sonrisa que iluminaba el día de todos a su alrededor. Vivía en una casa cerca de la playa, donde disfrutaba correr por la arena con su inseparable compañera: Pelu, su primera perrita. Pelu era pequeña, con un pelaje suave y dorado, y, aunque era diminuta, tenía un corazón enorme.

En el colegio, Lola iba a cuarto grado, donde siempre jugaba con su amigo Mateo. Mateo era travieso, siempre lleno de ideas locas, pero también era muy feliz y contagiaba su alegría a todos. Juntos formaban un equipo imparable.

Un día, mientras caminaban de regreso a casa después de la escuela, Lola le contó a Mateo una idea que había tenido.

—¡Mateo, he estado pensando! Creo que Pelu y yo podríamos ser superhéroes —dijo con una chispa en los ojos.

Mateo la miró, sorprendido pero encantado.

—¿Superhéroes? ¿Como los de los cómics?

—¡Sí! —dijo Lola, con una sonrisa enorme—. Pelu tiene algo especial, y creo que yo también. ¡Podemos ayudar a los demás!

Mateo, emocionado por la idea, decidió unirse al plan.

—Entonces, ¡yo también quiero ser parte de este equipo de superhéroes!

Así fue como Lola, Mateo y Pelu se convirtieron en un equipo de héroes listos para salvar Mar del Plata. Decidieron que su misión sería ayudar a los que lo necesitaran, y no había tiempo que perder.

Al día siguiente, después de la escuela, Lola y Mateo se pusieron sus mejores disfraces. Lola llevaba una capa roja y una máscara brillante, mientras que Mateo se había hecho una banda con una estrella en el pecho. Pelu, por supuesto, también tenía una pequeña capa que volaba detrás de ella cuando corría.

Su primera aventura comenzó en el parque. Mientras jugaban en los columpios, vieron a un grupo de niños más pequeños que intentaban volar una cometa, pero el viento la había enredado en un árbol alto.

—¡Es el momento perfecto para que los superhéroes entren en acción! —dijo Lola, levantándose rápidamente.

Mateo asintió y corrió hacia el árbol.

—¡No te preocupes! ¡El equipo de superhéroes está aquí para ayudar!

Lola y Mateo trabajaron juntos para desenredar la cometa del árbol, mientras Pelu, con su pequeña capa, corría en círculos alrededor de ellos, animándolos con sus ladridos alegres. Después de un rato, lograron bajar la cometa, y los niños pequeños saltaron de alegría.

—¡Gracias, superhéroes! —dijeron los niños.

—Es un placer —respondió Lola, sonriendo—. ¡Siempre estamos listos para ayudar!

Pero su día no terminó ahí. Más tarde, mientras caminaban por la ciudad, vieron a una señora mayor que intentaba cruzar la calle con sus bolsas de compras, pero los coches no dejaban de pasar rápidamente.

—¡Vamos, Pelu! —gritó Lola.

Juntos, el equipo de superhéroes ayudó a la señora a cruzar la calle de forma segura. La señora les dio las gracias con una sonrisa cálida, y Lola y Mateo sintieron que estaban cumpliendo su misión.

Después de un día lleno de aventuras, el sol comenzó a ponerse, y era hora de regresar a casa. Mientras caminaban hacia la casa de Lola, Mateo miró a su amiga y le dijo:

—Creo que hoy hemos hecho algo importante. ¡Ser superhéroes es increíble!

Lola asintió, feliz de haber compartido el día con su mejor amigo y su perrita.

—Sí, Mateo, pero lo mejor de todo es que no necesitamos superpoderes para ayudar a los demás. Solo necesitamos ganas de hacerlo.

Pelu, que había corrido todo el día junto a ellos, se acercó y lamió la cara de Lola, como si estuviera de acuerdo con sus palabras.

Cuando llegaron a casa, Lola miró a Pelu y a Mateo y supo que, aunque no llevaban capas todos los días, siempre serían un equipo de héroes, listos para cualquier aventura. Porque, al final, los verdaderos superhéroes no son los que tienen poderes mágicos, sino aquellos que están dispuestos a hacer el bien con un corazón valiente.

FIN.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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