Cuentos Clásicos

El primer día de Yen

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez en el pintoresco pueblo de Heredia, un joven aspirante a profesora llamada Yen. Desde pequeña, siempre había sentido una profunda fascinación por las ciencias naturales. La manera en que las plantas crecían, cómo los animales se comportaban, y los fenómenos naturales que sucedían a su alrededor la maravillaban. Así que, al crecer, decidió que quería compartir su pasión con otros y se inscribió en la universidad para estudiar Ciencias Naturales con la intención de convertirse en profesora.

Yen se preparó arduamente durante años, y finalmente llegó el momento de realizar su práctica docente. Estaba emocionada y nerviosa a la vez. Sabía que sería un gran desafío, pero también una oportunidad invaluable para aprender y crecer. Fue asignada al Liceo de Heredia, una escuela conocida por su excelencia académica y sus estudiantes aplicados.

El primer día de su práctica, Yen se despertó antes del amanecer. Se vistió con un sencillo pero elegante vestido, se recogió el cabello en una cola de caballo y repasó sus notas una vez más antes de salir de casa. Caminó hacia la escuela con pasos rápidos, sintiendo cómo la mezcla de adrenalina y nerviosismo se apoderaba de ella.

Al llegar al liceo, fue recibida por Yani, la profesora guía que la acompañaría durante su práctica. Yani era una mujer de edad avanzada, con largos cabellos grises y ojos que reflejaban sabiduría y experiencia. Llevaba muchos años enseñando y era conocida por su estricta disciplina, aunque también por su capacidad de inspirar a sus alumnos.

—Buenos días, Yen —saludó Yani con una voz firme pero amable—. Bienvenida al Liceo de Heredia. Hoy es tu primer día y espero que estés lista para enfrentar los retos que conlleva ser profesora.

—Buenos días, profesora Yani —respondió Yen con una tímida sonrisa—. Estoy un poco nerviosa, pero también muy emocionada por empezar.

Yani asintió con comprensión.

—Es normal sentir nervios. Todos los grandes profesores lo han sentido en algún momento. Lo importante es cómo manejas esos nervios y cómo te enfrentas a los desafíos. Ven, te mostraré tu aula.

Juntas caminaron por los pasillos del liceo hasta llegar al aula asignada a Yen. La puerta estaba decorada con dibujos de plantas y animales, claramente realizados por los estudiantes. Al entrar, Yen sintió una mezcla de temor y emoción. Había veinticuatro alumnos en el aula, todos sentados en sus pupitres, esperando con curiosidad a la nueva profesora.

—Buenos días, clase —dijo Yani con su voz autoritaria—. Esta es la señorita Yen, y estará con nosotros durante las próximas semanas como parte de su práctica docente. Espero que todos la traten con el mismo respeto con el que me tratan a mí.

Los alumnos respondieron al unísono con un saludo respetuoso, y Yen sintió un nudo en el estómago. Yani le hizo un gesto con la mano, indicándole que tomara el control de la clase. Yen respiró hondo y dio un paso adelante.

—Buenos días a todos —comenzó Yen, tratando de mantener su voz firme—. Mi nombre es Yen y estoy muy emocionada de estar aquí. Vamos a aprender muchas cosas interesantes sobre las ciencias naturales.

La clase transcurrió con algunos tropiezos al principio, pero a medida que avanzaba, Yen empezó a sentirse más cómoda. Los alumnos estaban atentos y participativos, lo que le dio confianza. Explicó temas sobre el ciclo del agua, la fotosíntesis y los ecosistemas, utilizando ejemplos prácticos y visuales que había preparado con antelación.

Al finalizar la clase, Yani se acercó a Yen con una sonrisa de aprobación.

—Lo has hecho bien para ser tu primer día —dijo—. Aún tienes mucho que aprender, pero tienes potencial. Recuerda siempre estar preparada y ser firme con los alumnos. Ellos necesitan una guía fuerte y segura.

Yen asintió, sintiéndose aliviada y motivada por las palabras de Yani. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero estaba más segura que nunca de que quería ser docente. Los días siguientes fueron una mezcla de desafíos y aprendizajes. Yen se enfrentó a diversas situaciones que pusieron a prueba su paciencia y creatividad, pero con cada obstáculo, se sentía más segura y capaz.

Un día, mientras explicaba un complejo tema sobre la cadena alimenticia, uno de los alumnos levantó la mano. Era un niño llamado Alumno, conocido por su curiosidad y entusiasmo por aprender.

—Señorita Yen, ¿cómo afecta el cambio climático a la cadena alimenticia? —preguntó con genuina curiosidad.

Yen sonrió, contenta de ver el interés de Alumno.

—Esa es una excelente pregunta, Alumno —respondió—. El cambio climático puede alterar los hábitats de los animales, lo que a su vez puede afectar qué animales están disponibles como presas y cuáles son los depredadores. Por ejemplo, si un área se vuelve más cálida, algunas plantas podrían no sobrevivir, afectando a los herbívoros que se alimentan de ellas, y esto impacta a toda la cadena alimenticia.

Los ojos de Alumno se iluminaron con la explicación y Yen sintió una gran satisfacción al ver que su enseñanza tenía un impacto positivo.

Las semanas pasaron y Yen continuó ganando experiencia y confianza. Un día, al finalizar una clase sobre la biodiversidad, Yani se acercó a ella.

—Yen, me gustaría hablar contigo —dijo Yani, llevándola a un rincón del aula—. He estado observando tu progreso y debo decir que estoy impresionada. Has mostrado dedicación y un verdadero amor por enseñar. Estoy segura de que serás una excelente profesora.

Yen sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas de alegría y gratitud.

—Gracias, profesora Yani —dijo con emoción—. No podría haberlo hecho sin su guía y apoyo.

Yani sonrió y le puso una mano en el hombro.

—Recuerda siempre que ser profesora no se trata solo de enseñar hechos y conceptos. Se trata de inspirar a los estudiantes, de despertar su curiosidad y amor por el conocimiento. Y tú lo has logrado.

El tiempo de práctica de Yen llegó a su fin, y aunque estaba triste por dejar el Liceo de Heredia, se sentía preparada para enfrentar el mundo como una profesora de ciencias naturales. En su último día, los alumnos le hicieron una sorpresa: un gran cartel lleno de dibujos y mensajes de agradecimiento.

—Gracias, señorita Yen, por enseñarnos tantas cosas maravillosas —decía uno de los mensajes—. Nunca olvidaremos lo que aprendimos con usted.

Yen se despidió de cada uno de los alumnos con un abrazo y palabras de aliento. Sabía que dejaría una parte de su corazón en esa aula, pero también llevaba consigo innumerables recuerdos y lecciones que la guiarían en su futuro.

Al salir del liceo, Yen miró hacia atrás una última vez y vio a Yani, quien le dio un asentimiento de aprobación desde la entrada. Yen sonrió y caminó con determinación hacia su futuro, segura de que estaba destinada a ser una gran profesora.

Y así, la aspirante a profesora de ciencias naturales que una vez tuvo miedo y dudas, se convirtió en una maestra segura y apasionada, lista para inspirar a muchas generaciones más.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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