Érase una vez un niño llamado Elian que vivía en un pequeño pueblo lleno de flores y árboles altos. Cada mañana, Elian se despertaba con una gran sonrisa, listo para jugar y explorar su mundo. Su mamá siempre le decía: «Elian, hoy es un buen día para aprender algo nuevo». Pero lo que más le gustaba a Elian era escuchar las historias que su mamá le contaba antes de dormir. Él pensaba que esos cuentos eran mágicos, llenos de aventuras y personajes sorprendentes.
Un día, Elian se despertó con un brillo especial en sus ojos. “¡Hoy es el día!”, exclamó. Su mamá, que estaba en la cocina preparando el desayuno, se dio la vuelta al escuchar su entusiasmo. «¿Qué pasa, Elian?», preguntó con una sonrisa. «¡Hoy voy a la escuela por primera vez!», dijo él emocionado.
La mamá de Elian sonrió y le preparó un delicioso desayuno con frutas y yogurt. Mientras comían, ella le explicó que la escuela era un lugar donde los niños aprendían muchas cosas divertidas, como contar, leer y hacer nuevos amigos. Elian escuchaba atentamente y su corazón latía de emoción.
Después del desayuno, Elian se puso su mochila, que estaba llena de colores y formas divertidas. ¡Estaba listo para su aventura escolar! Su mamá le tomó de la mano y juntos caminaron hacia la escuela. En el camino, Elian notó que todo parecía diferente. Las flores bailaban con el viento, y los pájaros cantaban melodías alegres. «¡Mira, mamita! Todo se ve tan bonito hoy», dijo Elian.
«¡Así es, hijo! Cada día puede ser mágico si lo miras con atención», respondió su mamá. Cuando llegaron a la escuela, Elian pudo ver a otros niños jugando en el patio. Algunos estaban saltando, otros hacían carreras y otros simplemente reían. Elian sintió un pequeño cosquilleo en su barriga, pero recordó las historias de su mamá y se sintió un poco más valiente.
Su mamá le dio un abrazo fuerte y le dijo: «Todo estará bien, Elian. Recuerda que aquí vas a hacer nuevos amigos y aprender muchas cosas». Luego, a medida que ella se alejaba, Elian se adentró al aula donde conocería a su maestra y a sus nuevos compañeros.
La maestra, una señora amable con una gran sonrisa y gafas de colores, se presentó como la señora Rosa. «¡Bienvenidos, niños!», dijo con alegría. «Hoy aprenderemos sobre los colores y haremos un dibujo juntos». Elian sintió que se iluminaba aún más. ¡Era su actividad favorita!
Mientras todos los niños se sentaban en sus mesas, Elian miró a su alrededor y vio a un niño que tenía una camiseta roja con un dinosaurio, y a una niña con un vestido azul lleno de flores. Decidió presentarse. “¡Hola! Soy Elian, ¿cómo te llamas?”, le preguntó al niño de la camiseta roja. “¡Hola, soy Leo! Me gusta jugar a los dinosaurios”, respondió el niño con una gran sonrisa.
Después, se volvió hacia la niña de vestido azul. “¿Y tú? ¿Cómo te llamas?”, preguntó. “Yo soy Ana, y me gustan las flores y los dibujos”, contestó ella, sonriendo tímidamente. Elian se sintió feliz al conocer a Leo y Ana. Ya tenía dos amigos en su primera aventura escolar.
La señora Rosa les dio una hoja de papel en blanco y muchos lápices de colores. «¡Dibujemos lo que más nos gusta!», dijo entusiasmada. Elian pensó en su mamá y en cómo le gustaba contarle historias. Decidió dibujar un enorme árbol lleno de frutas y flores, con un pájaro feliz volando encima. Mientras dibujaba, vio que Leo había dibujado un gran dinosaurio que parecía estar sonriendo, y Ana había hecho un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores.
Cuando terminaron, la señora Rosa les dijo que era momento de compartir sus dibujos. Todos se sentaron en círculo y mostraron sus obras. Elian se sintió un poco nervioso, pero cuando le tocó el turno, tomó una respiración profunda y dijo: “Este es un árbol que tiene muchas frutas y un pájaro feliz. Es muy bonito, ¿no?”. Sus amigos aplaudieron y Leo dijo: “¡Me encanta! ¡Podríamos jugar debajo de ese árbol!”.
El día continuó lleno de juegos, risas y aprendizajes. Hicieron una actividad divertida en el patio, en la que corrieron y saltaron juntos mientras jugaban a la «cadena». Elian se dio cuenta de que había muchas formas de hacer amigos y pasar un buen rato. También aprendieron números cantando una canción y haciendo movimientos.
Cuando llegó la hora de ir a casa, la mamá de Elian lo estaba esperando con una gran sonrisa. “¿Cómo fue tu primer día en la escuela?”, le preguntó. “¡Fue increíble, mamá! Hice amigos, dibujé un árbol y jugué mucho!”, decía Elian mientras contaba muy animado. La mamá lo abrazó y le dijo: “Me alegra tanto, Elian. Cada día en la escuela será una nueva aventura”.
Elian estaba tan emocionado que no paraba de hablar sobre lo que había aprendido y sobre Leo y Ana. De repente, notó que había algo más emocionante en su día: el sol estaba comenzando a ponerse, y el cielo se llenaba de colores que parecían un cuadro de su propio dibujo. Elian miró al cielo y sonrió, sintiendo que cada día podía ser mágico si él lo quería.
Así pasaron los días en la escuela, y cada nuevo día era una oportunidad para aprender y jugar. Elian siempre recordaba las palabras de su mamá: «El mundo es un lugar lleno de sorpresas y sonrisas, especialmente si lo miras con amor». Descubrió que aprender era tan divertido como jugar, y lo más importante: no estaba solo. Tenía amigos con los que compartir todas sus aventuras, Leo y Ana, que lo acompañarían en este maravilloso viaje.
Desde aquel primer día en la escuela, Elian aprendió que cada pequeño momento podía ser especial si se vivía con alegría. Y así, entre risas y aventuras, Elian creció rodeado de sabiduría, amistad y muchos cuentos que contarle a su mamá cada noche. Todos los días eran una nueva oportunidad para explorar y vivir historias que se convertirían en memorias inolvidables.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.