Había una vez un niño pequeño llamado Emilio. Emilio era un niño muy alegre, con cabello rizado y marrón, ojos verdes grandes y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor. Un día, Emilio se despertó con mucha energía y emoción, porque tenía planeado un día muy especial.
Después de desayunar su cereal favorito con leche, Emilio decidió que era hora de salir a jugar al parque. Su mamá le ayudó a ponerse su camiseta roja brillante y sus pantalones cortos azules. Emilio estaba listo para la aventura.
El parque estaba lleno de colores y vida. Había muchas flores de todos los colores, y Emilio corría de una a otra, oliéndolas y admirándolas. «Mira, mamá, ¡esta flor es roja como mi camiseta!», decía Emilio señalando una amapola. Luego, Emilio vio unas mariposas revoloteando cerca. «¡Mira esas mariposas, mamá! ¡Son tan bonitas!» Su mamá sonrió y le dijo que tuviera cuidado de no asustarlas.
Emilio continuó explorando el parque y descubrió un pequeño grupo de pájaros que cantaban en un árbol cercano. «¡Hola, pajaritos!», les dijo Emilio, tratando de imitar su canto. Los pájaros parecían responder con más cantos, lo que hizo que Emilio riera de alegría.
Después de correr y jugar un rato, Emilio encontró un lugar perfecto para hacer un picnic. Su mamá había preparado una cesta con sus bocadillos favoritos: sándwiches de queso, zanahorias, manzanas y galletas. Emilio comió con mucho gusto, disfrutando de cada bocado bajo el sol brillante.
Luego de comer, Emilio decidió que quería jugar en el arenero. «¡Voy a construir un castillo de arena, mamá!» Con sus pequeñas manos, Emilio empezó a amontonar la arena, formando torres y murallas. Su mamá le ayudó a encontrar algunas ramitas y hojas para decorar el castillo. «Es el castillo más bonito de todos», dijo Emilio orgulloso de su obra.
Mientras Emilio jugaba, se hizo amigo de una ardilla que apareció cerca del arenero. «Hola, ardillita, ¿quieres jugar conmigo?» La ardilla lo miró curiosamente y luego se acercó, tomando una nuez que Emilio le ofreció. Emilio se rió y la ardilla salió corriendo de nuevo al árbol.
El tiempo pasó volando y pronto fue hora de irse a casa. Emilio estaba un poco triste de dejar el parque, pero su mamá le prometió que volverían pronto. «Además», dijo su mamá, «tenemos una sorpresa esperándote en casa».
Cuando llegaron a casa, Emilio corrió a su habitación y encontró un nuevo libro de cuentos sobre animales del bosque. «¡Gracias, mamá! ¡Me encanta!» Esa noche, antes de dormir, su mamá le leyó uno de los cuentos del libro, y Emilio se quedó dormido con una gran sonrisa en el rostro.
Y así, Emilio tuvo un día muy especial, lleno de aventuras y descubrimientos. Cada día era una nueva oportunidad para explorar y aprender cosas nuevas, y Emilio estaba siempre listo para la siguiente aventura.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.