Era un soleado domingo por la mañana cuando Claudia y su papá Rafael decidieron salir a pasear a su perro, Galleta. Claudia, una niña alegre de diez años con el cabello castaño recogido en dos coletas, estaba emocionada por la aventura. Galleta, un juguetón golden retriever, saltaba de un lado a otro, moviendo la cola con entusiasmo.
«Papá, ¿podemos ir al parque grande?», preguntó Claudia mientras sujetaba la correa de Galleta.
«Claro, cariño. Vamos al parque grande. Hace un día perfecto para una larga caminata», respondió Rafael con una sonrisa. Rafael era un hombre alto y amigable, siempre dispuesto a pasar tiempo con su hija.
Llegaron al parque y Claudia soltó a Galleta, quien comenzó a correr por el césped, persiguiendo mariposas y oliendo cada flor que encontraba. Rafael y Claudia se sentaron en un banco, disfrutando del cálido sol y la brisa suave.
Mientras charlaban y reían, Galleta se alejó cada vez más. De repente, Claudia se dio cuenta de que no veía a su perro por ningún lado.
«¡Papá, no veo a Galleta!», exclamó preocupada.
Rafael se levantó rápidamente y juntos comenzaron a buscar al perro. Recorrieron el parque llamando su nombre, pero no había rastro de Galleta.
«Vamos a preguntar si alguien lo ha visto», sugirió Rafael.
Después de preguntar a varios paseantes sin éxito, se encontraron con una señora mayor sentada en un banco, disfrutando de un helado. Era Rosa, una amable anciana con el cabello gris recogido en un moño y gafas redondas. Vestía un elegante vestido azul y parecía estar pasando un rato agradable.
«Disculpe, señora, ¿ha visto un perro golden retriever? Se llama Galleta y se ha perdido», preguntó Claudia con la voz temblorosa.
Rosa sonrió y dijo, «Oh, sí, vi a un perro así hace unos minutos. Estaba jugando cerca del lago con unos niños.»
Claudia y Rafael corrieron hacia el lago, pero Galleta no estaba allí. Desanimados, decidieron seguir buscando por el parque. Justo cuando estaban a punto de rendirse, escucharon risas familiares cerca de los columpios.
Se acercaron y vieron a una niña pequeña sosteniendo a Galleta mientras se reía con Rosa. Claudia corrió hacia ellos y abrazó a Galleta con fuerza.
«¡Galleta, te encontramos!», exclamó Claudia aliviada.
Rafael agradeció a Rosa, quien sonreía alegremente. «Gracias por cuidar de nuestro perro, señora. Nos dio un gran susto.»
«No hay de qué. Estaba paseando y vi a este perrito jugando solo. Pensé que debía estar perdido, así que me quedé con él hasta que alguien lo reclamara», explicó Rosa.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.