En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivían dos amigos inseparables, Zoe y Felipe. Zoe era una niña curiosa de diez años con una melena larga y ondulada de color castaño, y siempre vestía un hermoso vestido azul que su madre le había hecho. Felipe, por su parte, tenía el cabello corto y negro, y solía llevar una camiseta verde y pantalones cortos marrones que le permitían moverse con facilidad mientras exploraba.
Un día, mientras paseaban por el campo cercano al pueblo, Zoe y Felipe descubrieron un sendero estrecho que se adentraba en el bosque. Este bosque tenía algo especial; siempre había rumores de que en su interior sucedían cosas mágicas y extraordinarias. Sin pensarlo dos veces, decidieron seguir el sendero y ver a dónde los llevaba.
A medida que avanzaban, el bosque parecía cobrar vida. Los árboles eran más altos de lo normal, y sus hojas brillaban con un tenue resplandor dorado. Flores de colores vibrantes cubrían el suelo, y pequeños animales, como conejos y ardillas, se asomaban para observarlos mientras pasaban. Zoe y Felipe estaban maravillados.
—¡Mira, Felipe! ¡Todo es tan hermoso! —exclamó Zoe, mirando a su alrededor con los ojos muy abiertos.
—Sí, es increíble —respondió Felipe—. Nunca había visto un lugar así. Siento como si estuviéramos en un sueño.
Continuaron caminando hasta que llegaron a un claro donde un gran roble se erguía majestuosamente en el centro. Sus ramas parecían tocar el cielo, y una suave brisa hacía que sus hojas susurraran. Sentados bajo el roble, había dos figuras que inmediatamente captaron la atención de los niños.
—Hola, niños —dijo una voz melodiosa. Era un hada pequeña, con alas transparentes y brillantes como las de una mariposa. A su lado, un duende de gorro puntiagudo y barba blanca sonreía amablemente.
—Hola —respondió Zoe tímidamente—. Soy Zoe y él es Felipe. ¿Quiénes son ustedes?
—Yo soy Lila, el hada del bosque, y él es Théo, el guardián del bosque —contestó el hada con una sonrisa—. ¿Qué los trae por aquí?
—Sentimos curiosidad por el bosque. Siempre hemos oído historias sobre él, pero nunca habíamos venido —explicó Felipe.
Lila y Théo intercambiaron una mirada cómplice y luego miraron a los niños.
—Este bosque es mágico —dijo Théo—. Pero no todos pueden encontrarlo. Solo aquellos con corazones puros y llenos de curiosidad pueden ver la verdadera belleza de este lugar.
—Nos alegra que hayan venido —agregó Lila—. Tenemos muchas cosas que mostrarles.
Zoe y Felipe siguieron a Lila y Théo a través del bosque, descubriendo maravillas en cada paso. Vieron árboles que hablaban, flores que cantaban, y ríos que corrían con agua de colores. También conocieron a otros habitantes del bosque, como los elfos que cuidaban de las plantas y los animales, y las ninfas que danzaban en los claros.
Después de un largo día de aventuras, Lila y Théo llevaron a los niños de regreso al gran roble.
—Es hora de despedirse, pero recuerden que siempre serán bienvenidos aquí —dijo Lila—. El bosque estará esperando su regreso.
—Gracias por mostrarnos este lugar tan maravilloso —dijo Felipe, lleno de gratitud.
—Sí, nunca olvidaremos este día —añadió Zoe.
Los niños se despidieron de sus nuevos amigos y regresaron al sendero que los llevaba de vuelta a casa. Mientras caminaban, el bosque comenzó a desvanecerse lentamente, y pronto se encontraron de nuevo en el campo cercano a su pueblo.
—¿Crees que realmente sucedió todo eso? —preguntó Zoe, todavía asombrada.
—No lo sé, pero quiero creer que sí —respondió Felipe—. Fue demasiado real para ser solo un sueño.
A partir de ese día, Zoe y Felipe visitaban el bosque mágico siempre que podían, y cada vez descubrían algo nuevo y maravilloso. Su amistad se fortaleció aún más, y compartieron sus aventuras con los demás niños del pueblo, inspirándolos a explorar y a creer en la magia.
El bosque mágico siempre estuvo allí, esperando a aquellos con corazones puros y llenos de curiosidad, recordándoles que el mundo está lleno de maravillas para aquellos que se atreven a buscarlas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.