Había una vez, en un reino lejano rodeado de montañas y bosques mágicos, un joven príncipe llamado Jarekurz. Jarekurz era conocido por su bondad y su deseo de conocer a todos en su reino. Siempre llevaba una pequeña corona dorada y vestía ropas reales que reflejaban su nobleza, pero su corazón era tan sencillo y cálido como el de cualquier aldeano.
Un día, mientras exploraba el bosque encantado cerca del castillo, Jarekurz se encontró con una chica llamada Yazpi. Yazpi era una niña alegre y vivaz que vivía en una cabaña humilde en el bosque. Ella tenía una habilidad especial para hablar con los animales y siempre estaba rodeada de criaturas del bosque que la adoraban.
Jarekurz y Yazpi se hicieron amigos rápidamente. Pasaban los días explorando el bosque, descubriendo rincones mágicos y aprendiendo de los animales. Yazpi mostraba a Jarekurz cómo comunicarse con las aves y los conejos, mientras él le contaba historias sobre la vida en el castillo y los eventos del reino.
A medida que pasaba el tiempo, Yazpi comenzó a darse cuenta de que sus sentimientos por Jarekurz eran más que los de una simple amistad. Se sentía feliz cada vez que él estaba cerca y su corazón latía más rápido cuando él le sonreía. Sin embargo, Yazpi no se atrevía a confesarle sus sentimientos por miedo a que eso pudiera arruinar su preciosa amistad.
Una noche, mientras caminaban juntos bajo el cielo estrellado, Jarekurz notó que Yazpi estaba más callada de lo habitual. Preocupado, le preguntó si algo le pasaba.
—Yazpi, te noto pensativa. ¿Hay algo que te preocupa? —preguntó el príncipe, mirando a su amiga con genuina preocupación.
Yazpi suspiró y miró a Jarekurz a los ojos. Sentía que era el momento de ser sincera.
—Jarekurz, hay algo que he querido decirte desde hace tiempo. —dijo ella, con la voz temblorosa—. Tú eres más que un amigo para mí. Me he dado cuenta de que te quiero de una manera especial.
El príncipe quedó sorprendido por la confesión de Yazpi, pero su sorpresa pronto se transformó en una cálida sonrisa. Tomó la mano de Yazpi y la miró con ternura.
—Yazpi, yo también he sentido lo mismo. Eres alguien muy especial para mí y no puedo imaginar mis días sin ti. —confesó Jarekurz.
Los dos amigos se abrazaron bajo la luz de la luna, sintiendo una nueva conexión que los unía aún más. A partir de ese momento, su relación se fortaleció y se volvió más profunda. Continuaron explorando el bosque y descubriendo nuevas maravillas juntos, pero ahora lo hacían con el conocimiento de que sus corazones estaban entrelazados.
Un día, mientras caminaban por un sendero poco conocido del bosque, encontraron un lugar mágico que parecía sacado de un cuento de hadas. Había árboles gigantes con hojas doradas que brillaban bajo la luz del sol y flores que cantaban melodías suaves. En el centro de ese lugar encantado, había un lago cristalino con aguas tan claras que reflejaban el cielo como un espejo.
Jarekurz y Yazpi se sentaron junto al lago, disfrutando de la paz y la belleza del lugar. Fue entonces cuando el príncipe tomó una decisión importante.
—Yazpi, este lugar es tan especial como lo eres tú para mí. Quiero que siempre estemos juntos, explorando y descubriendo el mundo. Quiero que seas mi compañera, no solo en nuestras aventuras, sino en mi vida. —dijo Jarekurz, sacando un pequeño anillo que había encontrado en una de sus aventuras.
Yazpi, con lágrimas de felicidad en los ojos, aceptó el anillo y el compromiso de Jarekurz. Sabía que su amor era verdadero y que juntos podrían enfrentar cualquier desafío.
La noticia del compromiso de Jarekurz y Yazpi se extendió rápidamente por el reino. Todos celebraron la unión del príncipe con la chica del bosque, viendo en su amor una fuente de esperanza y alegría. El rey y la reina, los padres de Jarekurz, también aprobaron la unión, encantados de ver a su hijo feliz con alguien que lo amaba sinceramente.
Jarekurz y Yazpi continuaron viviendo sus días en el reino y en el bosque, siempre juntos. Sus aventuras se convirtieron en leyendas, y su amor, en una inspiración para todos. En las noches, bajo el brillo de las estrellas, contaban historias a los niños del reino, narrando sus propias experiencias y las maravillas del mundo mágico que los rodeaba.
Así, el príncipe Jarekurz y su amada Yazpi vivieron felices, demostrando que el verdadero amor puede encontrarse en los lugares más inesperados y que la amistad puede convertirse en el sentimiento más hermoso de todos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.