Cuentos Clásicos

La llama de la libertad en la tierra de Tico

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un lejano reino llamado Tico, un hermoso pueblo rodeado de verdes colinas y ríos cristalinos. En este mágico lugar, había tres amigos inseparables: Lucía, una niña valiente y curiosa; Mateo, un niño soñador que siempre llevaba consigo un cuaderno en el que anotaba sus ideas y relatos; y Clara, una niña creativa, llena de vida y elaboradora de los más bellos dibujos. Juntos pasaban sus días explorando el pueblo, imaginando aventuras e inspirándose mutuamente.

Un día, mientras estaban en el bosque cercano a su pueblo, descubrieron un claro bañado por la luz del sol donde una anciana de aspecto sabio y misterioso se encontraba sentada. Tenía una larga cabellera blanca y una mirada que transmitía conocimiento. Los amigos se acercaron con curiosidad, y la anciana les sonrió cálidamente.

—Hola, jóvenes soñadores. Soy la guardiana de las historias, y he venido a compartir con ustedes un secreto muy importante —dijo la anciana con voz suave.

Lucía, Mateo y Clara se sentaron alrededor de ella, ansiosos por escuchar lo que tenía que contar.

—En estas tierras —continuó la anciana—, existe una llama que representa la libertad. Aquí ha estado oculta durante muchos años, en el corazón del bosque. Aquellos que sean dignos podrán encontrarla y otorgar a su pueblo un nuevo comienzo, lleno de esperanza y valentía.

Mateo, emocionado por la idea, sacó su cuaderno y comenzó a anotar lo que la anciana decía.

—¿Y qué debemos hacer para encontrarla? —preguntó Lucía con determinación.

La anciana les dio un mapa antiguo y les dijo que la llama estaba custodiada por un dragón de fuego. Solo aquellos que poseyeran un corazón puro podrían acercarse a ella sin peligro.

Con el mapa en mano y la emoción en el corazón, los tres amigos emprendieron su aventura. Siguieron el recorrido que estaba marcado y, tras atravesar un espeso bosque, se encontraron ante una cueva oscura. La entrada estaba custodiada por sombras y ecos misteriosos, pero ellos no se dejaron intimidar.

—Recordemos que juntos somos más fuertes —dijo Clara, tomando la mano de sus amigos.

Entraron en la cueva. La luz de sus linternas iluminaba muros cubiertos de piedras brillantes. La emoción de la aventura los llenaba, pero, a medida que avanzaban, comenzaron a escuchar un profundo y resonante rugido.

—¿Qué fue eso? —preguntó Mateo, haciendo una pausa.

—Creo que es el dragón —respondió Lucía, con valentía, aunque su voz temblaba un poco.

Cuando llegaron al final de la cueva, se encontraron cara a cara con el dragón, un enorme ser de escamas brillantes que parecía hecho de llamas y humo. Sus ojos eran como brasas y su aliento ardía como fuego. Los amigos sintieron miedo, pero también sabían que debían seguir adelante.

—¿Quiénes son ustedes que se atreven a entrar en mi cueva? —rugió el dragón.

—Somos solo tres amigos buscando la llama de la libertad —respondió Lucía con claridad—. Venimos en son de paz y deseamos que nuestra tierra tenga un nuevo comienzo.

El dragón se quedó mirando a los tres con curiosidad. Había conocido a muchos que intentaron robar su tesoro, pero nunca a alguien tan decidido y sincero.

—¿Por qué creen que yo les concederé la llama? —preguntó.

—Porque venimos con buenas intenciones. Solo queremos ayudar a nuestro pueblo —reafirmó Clara, sintiendo que su valentía estaba surgiendo desde dentro.

Mateo, que había estado escribiendo sus pensamientos en su cuaderno, tomó un respiro profundo y advirtió:

—Quizás lo que deberíamos hacer es demostrarle nuestro valor no solo con palabras, sino con acciones.

El dragón sonrió, un brillo travieso en sus ojos.

—Muy bien. Les propongo un reto. Si logran traerme la flor dorada que crece en el pico más alto de la montaña cercana, les otorgaré la llama.

Los tres amigos asintieron al unísono. Sabían que era una tarea difícil, pero no se dejarían vencer. Salieron de la cueva y comenzaron a escalar la montaña, enfrentando vientos fuertes y cuestas empinadas.

Mientras subían, se ayudaban mutuamente. Lucía lideraba el camino, Mateo anotaba las cosas que aprendían en el trayecto y Clara dibujaba cada momento, y así el tiempo pasaba volando. Después de un arduo esfuerzo, finalmente llegaron a la cima y encontraron la flor dorada resplandeciente bajo el cálido sol.

Con mucho cuidado, la recogieron y comenzaron el descenso, sintiendo una mezcla de éxito y emoción. Tras regresar a la cueva, le presentaron la flor dorada al dragón.

—Han demostrado gran valentía y amistad. Por ello, merecen la llama —dijo el dragón en un tono más suave.

El dragón se acercó a ellos y, con un soplo de su aliento ardiente, hizo aparecer una hermosa llama, brillante y danzante. La anciana guardiana apareció nuevamente ante ellos.

—Ahora, jóvenes, usen esta llama con sabiduría. Llevará la esperanza y la libertad a todas las tierras de Tico.

Los amigos, emocionados, prometieron cuidar de la llama y compartir su luz con todos en su pueblo. Volvieron a casa y, en su primer encuentro en la plaza del pueblo, encendieron la llama en un gran candelabro.

La luz iluminó los rostros de todos y, poco a poco, la esperanza comenzó a brotar por todas partes. La gente de Tico comenzaba a soñar de nuevo, sintiéndose libres para crear, explorar y vivir en unidad.

Con el tiempo, su pueblo floreció. Aprendieron que la libertad no solo tenía que ver con no tener cadenas, sino con la valentía de un corazón dispuesto a soñar y a ayudar a los demás.

Y así, Lucía, Mateo y Clara se convirtieron en los héroes de Tico, recordando siempre que la verdadera libertad es un fuego que se enciende en la amistad. Y todos vivieron felices, iluminados por la llama que nunca se apagaría.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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