Había una vez, en un tranquilo y colorido campo, tres amigas inseparables llamadas Sofía, Monique y Lia. Sofía era la más grande, siempre con ideas creativas y un espíritu aventurero. Monique, con sus rizos dorados y su risa contagiosa, amaba la naturaleza y los animales. Lia, la más pequeña, era curiosa y soñadora, con una imaginación que no conocía límites.
Las tres amigas compartían un sueño: viajar y explorar lugares nuevos. Cada tarde, después de jugar entre las flores y los árboles, se sentaban bajo la sombra de un gran roble y planeaban sus futuras aventuras.
Un día, mientras el sol se ponía tiñendo el cielo de naranja y rosa, Monique exclamó emocionada: «¿Y si vamos al norte? ¡Podríamos ver montañas nevadas y aprender a esquiar!». Sofía y Lia aplaudieron la idea con entusiasmo. Pero entonces, Lia, con sus ojos brillantes de emoción, sugirió: «¿O qué tal si vamos a la selva? ¡Podríamos ver monos, loros y mariposas de mil colores!».
Las tres amigas pensaron en ambas opciones. ¿El frío y mágico norte con sus montañas y nieve, o la cálida y vibrante selva llena de vida y colores? No podían decidirse. Entonces, Sofía, con una sonrisa astuta, dijo: «¿Por qué no hacemos ambos viajes? Primero al norte y luego a la selva». La idea fue recibida con saltos de alegría.
Al día siguiente, con sus mochilas llenas de sueños y expectativas, las tres amigas emprendieron su viaje al norte. A medida que viajaban, el paisaje cambiaba: los verdes campos dieron paso a montañas imponentes cubiertas de nieve. Al llegar, se asombraron al ver la belleza del paisaje invernal. Jugaron en la nieve, hicieron muñecos de nieve y aprendieron a esquiar. Sofía, valiente y decidida, fue la primera en deslizarse por la pendiente, seguida de cerca por Monique y Lia, que reían a carcajadas.
Tras unos días de diversión en la nieve, las amigas decidieron que era hora de emprender su segundo viaje: la selva. Al llegar, el calor y los sonidos de la naturaleza las envolvieron. La selva era un mundo completamente diferente, lleno de árboles gigantes, ríos cristalinos y animales exóticos.
Sofia, Monique y Lia exploraron con asombro. Vieron monos saltando de árbol en árbol, loros de brillantes colores hablando entre sí y mariposas que parecían flores voladoras. Aventurarse en la selva era como entrar en un cuento de hadas. Lia, con su curiosidad insaciable, corría de un lado a otro siguiendo a mariposas y escuchando los sonidos de la naturaleza.
Una tarde, mientras descansaban cerca de un río, un pequeño mono se acercó a ellas. Al principio estaban asustadas, pero pronto se dieron cuenta de que el mono solo estaba curioso. Jugaron con él y le dieron de comer frutas. Fue un momento mágico que las tres amigas nunca olvidarían.
Después de pasar varios días en la selva, llenas de nuevas experiencias y recuerdos maravillosos, decidieron que era hora de regresar a casa. El viaje de regreso estuvo lleno de historias y risas, recordando cada aventura vivida.
Al llegar al campo, se dieron cuenta de que, aunque habían viajado lejos, su amistad se había fortalecido y sus corazones estaban llenos de alegría y gratitud. Habían aprendido que la aventura está en todas partes, pero lo más importante es compartirla con amigos.
Sofía, Monique y Lia prometieron seguir explorando y soñando juntas, sabiendo que cada viaje sería una nueva oportunidad para descubrir y crecer. Y así, cada tarde, bajo el gran roble, planearían una nueva aventura, sabiendo que juntas podrían enfrentar cualquier desafío y hacer realidad todos sus sueños.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.