En un día soleado, cuatro amigos jugaban en el parque. Lila, con su vestido rojo, saltaba de un lado a otro. Lolo, con su camiseta azul, intentaba alcanzarla. Lula, con su vestido amarillo, reía mientras corría, y Lala, con su overol verde, se sentaba en el césped mirando el cielo.
De pronto, Lila se detuvo y dijo:
—¡Amigos! ¿Sabían que cuidar nuestro cuerpo es muy importante?
Lolo, que estaba a punto de correr detrás de un pájaro, se detuvo y preguntó:
—¿Cuidar el cuerpo? ¿Cómo se hace eso?
Lula, que siempre era muy curiosa, se acercó y dijo:
—¡Yo sé! Mi mamá siempre me dice que debemos comer bien y lavarnos las manos.
Lala, que estaba acostada mirando las nubes, agregó:
—Yo también lo he escuchado, pero… ¿por qué es tan importante?
Lila, que siempre prestaba atención en todo, sonrió y comenzó a explicar:
—Nuestro cuerpo es como un gran amigo. Si lo cuidamos, podemos saltar, correr y jugar sin problemas. Pero si no lo cuidamos, nos podemos enfermar o sentirnos muy cansados. Por eso, es importante saber cómo cuidarlo bien.
Lolo, que era muy activo, se sentó a escuchar atentamente.
—¿Y qué podemos hacer para cuidarlo? —preguntó, curioso.
Lila comenzó a contar con los dedos.
—Primero, hay que comer cosas sanas. Frutas, verduras, y también beber mucha agua. Eso ayuda a que tengamos energía para jugar todo el día.
—¡Oh! —dijo Lolo—. ¿Y los dulces? A mí me encantan los dulces.
Lula rió y le contestó:
—Los dulces están bien, pero no todo el tiempo. Si comemos muchos dulces, nos podemos sentir mal o hasta nos duelen los dientes. Por eso, es mejor comer más frutas que caramelos.
Lala se sentó y añadió:
—También es importante dormir bien. Si no descansamos, no podremos jugar al día siguiente. ¿A ustedes les gusta dormir?
Lolo hizo una cara divertida.
—Dormir es aburrido, pero si no duermo, me siento muy cansado. ¡No puedo correr tan rápido!
Lila asintió.
—Exactamente, Lolo. Dormir es como recargar las baterías de un juguete. Si no lo hacemos, no tenemos energía.
—¿Y qué más? —preguntó Lula, interesada—. ¿Hay más formas de cuidar nuestro cuerpo?
Lila sonrió ampliamente.
—¡Claro! Hay que mantenernos limpios. Lavarnos las manos antes de comer, después de jugar y siempre que estén sucias. Así evitamos que los gérmenes nos enfermen.
Lolo miró sus manos y luego se frotó la nariz.
—¡Ah, es por eso que mamá siempre me dice que me lave las manos!
Lula rió y le mostró sus manos limpias.
—Sí, Lolo. Es importante. Si no lo hacemos, los gérmenes pueden entrar a nuestro cuerpo y hacernos sentir mal.
Lala, que siempre era la más pensativa del grupo, dijo:
—También debemos cuidar a los demás. Si alguien está enfermo, debemos ser cuidadosos y no compartir nuestras cosas, como vasos o toallas, para no enfermarnos también.
Lolo frunció el ceño, pensando.
—¿Y si alguien está enfermo, cómo podemos ayudar?
Lila respondió:
—Lo mejor que podemos hacer es dejar que descanse. Y si estornudamos o tosemos, debemos cubrirnos la boca con el codo para no esparcir los gérmenes. Así ayudamos a que los demás no se enfermen.
Lolo miró sus brazos y practicó toser en el codo.
—¡Así está bien! —dijo, divertido.
Lula se levantó y estiró los brazos hacia el cielo.
—¡Me gusta esto de cuidar el cuerpo! Me hace sentir fuerte y lista para jugar todo el día.
Lila, satisfecha con la conversación, se puso de pie también.
—¡Así es! Cuando cuidamos nuestro cuerpo, podemos hacer todo lo que nos gusta, como correr, saltar y explorar.
Lolo, siempre entusiasmado, saltó de alegría.
—¡Vamos a seguir jugando entonces! ¡Correr es una buena forma de mantenernos sanos!
Y así, los cuatro amigos corrieron por el parque, riendo y disfrutando del día. A lo lejos, el sol brillaba, y el viento suave les acariciaba el rostro. Sabían que, al cuidar su cuerpo y el de los demás, estaban haciendo algo muy especial. Porque, al final, cuidar de uno mismo es también cuidar de todos los que queremos.
Después de correr un rato, Lala se detuvo, respirando profundamente.
—¿Saben qué? Creo que también es importante tomar descansos cuando estamos cansados.
Lila asintió.
—¡Tienes razón, Lala! No se trata solo de correr y moverse. Nuestro cuerpo necesita descansar para recuperarse.
Lolo, que estaba sentado bajo un árbol, se dejó caer en la hierba, mirando al cielo.
—Cuidar el cuerpo no es tan difícil. Solo tenemos que escuchar lo que nos pide, ¿verdad?
Lula se acercó y lo miró con una sonrisa.
—Exactamente, Lolo. Nuestro cuerpo siempre nos da señales. Si tenemos hambre, debemos comer algo saludable. Si estamos cansados, debemos descansar. Si estamos sucios, debemos lavarnos. ¡Es sencillo!
Lala, siempre observadora, se quedó pensando un momento antes de hablar.
—A veces es difícil recordar todo eso, pero si lo hacemos todos los días, se vuelve un hábito.
Lila sonrió, feliz de que todos sus amigos comprendieran la importancia de cuidar el cuerpo.
—Así es. Y lo más importante es que, cuando cuidamos de nosotros mismos, también ayudamos a cuidar a los demás. Porque si estamos sanos, podemos jugar juntos, reír y disfrutar sin preocuparnos por enfermarnos.
Los cuatro amigos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la paz del parque. El sonido de los pájaros, el suave murmullo del viento entre las hojas, todo parecía perfecto. Sabían que habían aprendido algo muy valioso ese día, algo que les acompañaría siempre.
De repente, Lolo se levantó de un salto, con una sonrisa traviesa en el rostro.
—¡Vamos a seguir corriendo! ¡Es la mejor forma de mantenernos activos y cuidar nuestro cuerpo!
Lula rió y comenzó a correr detrás de él.
—¡Te atraparé, Lolo!
Lila y Lala se miraron, sonrieron y se unieron al juego, corriendo y saltando, mientras el sol seguía brillando sobre ellos.
Este cuento nos enseña la importancia de cuidar nuestro cuerpo y el de los demás, a través de acciones sencillas como comer bien, dormir lo necesario, mantenernos limpios y ser cuidadosos con los demás. Los amigos Lila, Lolo, Lula y Lala descubren que, al cuidar de sí mismos, también están ayudando a sus amigos y a todas las personas que los rodean.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.