Cuentos Clásicos

Marieta y el Corazón de La Solana

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de risas y juegos, una niña llamada Marieta. Marieta era una niña muy especial. Tenía unos grandes ojos llenos de curiosidad y una sonrisa tan dulce que iluminaba cualquier lugar donde estuviera. Todos en el pueblo la conocían, pero su lugar favorito siempre era la escuela infantil de La Solana, donde su mamá, María, trabajaba como profesora TEJI (técnico en educación infantil).

María era una mamá amorosa que cuidaba mucho de los niños en la escuela. Todos los pequeños la querían, pero había alguien más que había ganado el corazón de todos: su hija Marieta. A donde fuera, Marieta traía consigo una alegría contagiosa. Siempre dispuesta a compartir sus juguetes y a reír con sus amiguitos.

En la escuela, también trabajaba Gema, otra profesora muy cariñosa que adoraba a los niños. Desde el primer día que conoció a Marieta, Gema sintió algo muy especial. La dulzura de Marieta le había robado el corazón. Cada vez que la pequeña la saludaba con su risa encantadora, Gema no podía evitar sonreír también.

Un día, mientras los niños jugaban en la sala de clases, Gema decidió organizar una actividad especial. Había llevado una caja de juguetes nuevos para que los niños pudieran compartir y divertirse juntos. Marieta, como siempre, fue la primera en acercarse con curiosidad.

—¿Qué es esto, Gema? —preguntó Marieta, mientras abría la caja con emoción.

—Son juguetes para que todos podamos compartir —respondió Gema con una gran sonrisa—. ¿Te gustaría ayudarme a repartirlos?

Marieta, feliz de poder ayudar, tomó varios juguetes y comenzó a entregárselos a sus amigos. A todos les gustaba jugar con ella porque siempre era muy amable y sabía cómo hacer que cada momento fuera especial.

—Aquí tienes, Mateo —dijo Marieta, dándole un camión de juguete a su amigo—. ¡Vamos a construir una carretera!

Gema, observando cómo Marieta se movía por la clase con tanta alegría, sintió una gran ternura. No solo era una niña cariñosa, sino también muy generosa. A pesar de su corta edad, Marieta siempre encontraba la manera de hacer que todos se sintieran felices.

Al final de la clase, María, la mamá de Marieta, llegó para llevarla a casa. Gema se acercó a ella con una sonrisa.

—Tu hija es un verdadero tesoro —le dijo Gema a María—. Es tan dulce que ha robado el corazón de todos aquí, incluido el mío.

María sonrió, agradecida por las palabras de Gema.

—Sí, Marieta tiene una manera especial de alegrar cada lugar al que va —respondió María, tomando la mano de su hija.

A medida que pasaban los días, la conexión entre Marieta, Gema y los otros niños de la escuela se hacía cada vez más fuerte. Marieta no solo se divertía en La Solana, sino que también aprendía lo valioso que era compartir, ser amable y hacer que los demás se sintieran especiales.

Un día, Gema decidió que era el momento de organizar una fiesta en la escuela. Sería una fiesta donde todos los niños pudieran jugar, cantar y disfrutar juntos. Le contó a Marieta la idea, y la pequeña, emocionada, corrió a contárselo a su mamá.

—¡Mamá, mamá! —gritaba Marieta—. Gema quiere hacer una fiesta para todos. ¡Va a ser muy divertido!

María, viendo la emoción de su hija, decidió ayudar a Gema a organizar la fiesta. Prepararon globos, canciones y hasta algunos dulces para compartir con los niños.

El día de la fiesta llegó, y todos los niños de La Solana estaban llenos de entusiasmo. Había risas, música y muchos juegos. Pero lo más especial de todo fue cuando Gema organizó un círculo con los niños para que cada uno dijera algo bonito sobre sus amigos.

Cuando llegó el turno de Marieta, ella miró a sus amigos y luego a Gema, sonriendo con esa dulzura que siempre la acompañaba.

—Yo quiero decir que todos aquí son mis amigos, y que me encanta compartir y jugar con ellos. Pero también quiero agradecer a Gema, porque siempre es muy buena con nosotros.

Gema sintió que su corazón se llenaba de alegría al escuchar las palabras de Marieta. No pudo evitar darle un gran abrazo.

—Gracias, Marieta —dijo Gema—. Tú nos haces felices a todos con tu amor y dulzura.

La fiesta terminó con muchos abrazos y sonrisas. María, Gema y Marieta se quedaron un rato más en la escuela, recogiendo los últimos juguetes y hablando sobre lo bien que había salido todo.

—Hoy ha sido un día muy especial —dijo María—. Ver a los niños tan felices me hace darme cuenta de lo importante que es estar rodeado de cariño.

Marieta, que siempre estaba atenta a lo que decían los adultos, miró a su mamá y a Gema y dijo:

—El cariño es lo mejor, ¿verdad?

Y así, con esa sabiduría tan simple y pura, Marieta seguía robando corazones, no solo con su sonrisa, sino también con su gran corazón.

Conclusión:

Marieta, con su dulzura y alegría, enseñó a todos en La Solana la importancia de compartir, ser amables y hacer que los demás se sientan especiales. Gracias a su ternura y la conexión con Gema y su mamá María, el mundo en la escuela siempre estaba lleno de amor y felicidad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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