Cuentos Clásicos

Recuerdos de la infancia: La niñez llena de amor y risas junto a papá Luis

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era un día soleado en el pequeño pueblo de Alegría, donde vivían Maywa, Luis, María, Lucha y Fernanda. Todos eran muy buenos amigos y pasaban sus días llenos de risas y aventuras. Cada mañana, se reunían en el jardín de la casa de Luis, donde el sol iluminaba las flores de colores y las mariposas danzaban felices en el aire.

Maywa, con su pelo rizado y una sonrisa siempre brillante, era muy curiosa. Le encantaba explorar y descubrir cosas nuevas. Luis, el mejor amigo de Maywa, era un niño valiente y siempre estaba dispuesto a ayudar a sus amigos. María era la más risueña del grupo, y siempre contaba chistes que hacían reír a todos. Lucha era un poco más tímida pero tenía un gran corazón y siempre era la primera en hacer nuevos amigos. Por último, estaba Fernanda, quien con su imaginación infinita llenaba cada rincón de su hogar con historias mágicas.

Un día, mientras jugaban en el jardín, Luis dijo: «¡Vamos a construir una gran fortaleza con almohadas y mantas! Será nuestra fortaleza secreta». Todos estaban emocionados con la idea, así que comenzaron a buscar almohadas y mantas por toda la casa.

Maywa encontró una manta muy colorida que tenía estrellas y lunas dibujadas. «¡Miren esta!», exclamó mientras la extendía en el suelo. Los demás vinieron corriendo para ver. «¡Es perfecta para nuestro techo!», dijo María, riendo. Luis, que ya había comenzado a apilar almohadas, animó a todos a ayudarle a hacerla más grande y resistente. «¡Necesitamos hacerla muy fuerte para que ningún monstruo pueda entrar!».

Construyeron la fortaleza con mucho cuidado. Cada almohada que ponían se convertía en una pared, y cada manta un techo. Lucha, aunque era un poco tímida, se sintió feliz ayudando a colocar las almohadas más altas. Fernanda se inspiró y dijo: «Y si ponemos un cartón como puerta, ¡será aún más emocionante!».

Todos se pusieron de acuerdo y encontraron un gran cartón en el garaje de Luis. Con él, hicieron una puerta especial que podían abrir y cerrar. Una vez que la fortaleza estuvo lista, se sentaron dentro y comenzaron a inventar historias. «¡Yo soy una valiente princesa que debe defender su reino de dragones!», dijo Fernanda con voz fuerte.

«¡Y yo soy un caballero que viene a ayudar a la princesa!», gritó Luis. «¡Yo protegeré el reino de los monstruos!», exclamó Maywa, agitando su mano como si tuviera una espada mágica. María se rió y dijo: «Entonces yo seré un dragón amistoso que solo quiere jugar».

Lucha, emocionada, decidió que su personaje sería un hada que podía volar y otorgar deseos. «¡Yo puedo ayudar a todos! Solo tienen que pedirme un deseo y lo haré realidad», dijo con una gran sonrisa. Así, cada uno empezó a hacer sus deseos y a contar historias divertidas con sus personajes. La tarde pasó volando entre risas y aventuras.

Mientras jugaban, un suave viento comenzó a soplar, y se escuchó un sonido entre los arbustos. Los niños se miraron entre sí, llenos de curiosidad. «¿Qué será eso?», preguntó Maywa, con los ojos bien abiertos. «¡Vamos a investigar!», sugirió Luis, audaz como siempre.

Salieron de la fortaleza y se acercaron al sonido. Para su sorpresa, encontraron un pequeño conejito de orejas largas. «¡Hola, pequeño amigo!», dijo María, agachándose para acariciarlo. El conejito parecía muy amigable y les sonrió. «Soy Tobías, el conejito curioso. Estaba escuchando sus historias sobre dragones y hadas y no pude resistir venir a ver».

Los niños se pusieron alegría al conocer a Tobías y lo invitaron a unirse a su juego. «¡Eres bienvenido a nuestra fortaleza!», le dijeron al unísono. Así, Tobías entró en la fortaleza, y el grupo decidió que en su historia él sería el guardián de la puerta mágica que protegía el reino.

Mientras tanto, se les ocurrió una nueva historia juntos. Tobías empezó a contarles sobre el bosque mágico que había más allá del jardín de Luis. «Hay un lugar donde los árboles son tan altos como las nubes», decía con sus ojitos brillantes. «Y hay flores que cantan con el viento».

Maywa se emocionó y dijo: «¡Debemos ir a ese lugar! ¡Imaginémonos que estamos en el bosque mágico!». Todos salieron corriendo y se dirigieron al rincón del jardín donde los árboles eran más altos. Allí comenzaron a hacer nuevos juegos, inventando nuevas historias sobre el bosque lleno de magia.

Luis, siempre valiente, se convirtió en el explorador que guiaba al grupo. «Mirad, amigos, un camino escondido entre los árboles», dijo señalando con su brazo. Así, el grupo siguió a Luis, sintiéndose muy aventureros. Cada paso era una nueva sorpresa y una nueva risa.

Al llegar a un claro en el bosque, los niños decidieron sentarse sobre la hierba suave y descansar. «¿Sabéis qué? Este es el mejor día de todos», comentó Lucha, sonriendo al mirar a sus amigos. Todos asintieron, sintiéndose afortunados de tenerse unos a otros.

Fernanda, siempre imaginativa, miró al cielo y dijo: «Deberíamos hacer un deseo juntos. Todos juntos deseamos que estos momentos sean siempre parte de nuestra vida».

«Sí, ¡deseamos tener siempre aventuras y risas!», gritaron todos. Y en ese instante, mientras el sol comenzaba a ponerse, un hermoso arcoíris apareció en el horizonte. El grupo miró asombrado y sintieron que su deseo se hacía realidad.

A medida que regresaban a casa, con el corazón lleno de alegría, supieron que esas risas y recuerdos permanecerían en su vida para siempre. Aprendieron que lo más valioso eran esos momentos compartidos, esas aventuras llenas de amor y amistad.

Y así, Maywa, Luis, María, Lucha, Fernanda y su nuevo amigo Tobías prometieron siempre tener un rincón en sus corazones para los recuerdos de su niñez, llenos de risas y amor, porque de eso, se trataba la verdadera magia de la vida: crear momentos inolvidables juntos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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