Había una vez una niña llamada Samara. Samara era una niña muy especial, con ojos grandes y curiosos y una sonrisa que iluminaba cualquier lugar. Aunque solo tenía un año, ya le encantaba aprender cosas nuevas. Vivía con su mamá, Lupita, quien siempre encontraba tiempo para leerle libros. Lupita tenía el cabello largo y negro, trenzado de manera delicada, y siempre vestía de manera cómoda y acogedora. Juntas, pasaban horas leyendo libros de colores brillantes y llenos de historias fascinantes.
Un día, mientras estaban en la sala de su casa, rodeadas de montones de libros, Lupita sacó un libro muy especial de la estantería. Era un libro grande, con una cubierta colorida y dibujos de números danzantes. «Mira, Samara,» dijo Lupita con una sonrisa, «hoy vamos a leer sobre los números.»
Samara, emocionada, aplaudió con sus pequeñas manitas. Se acomodaron en el sofá, con Samara en el regazo de su mamá, y abrieron el libro. En la primera página, había un número uno grande y brillante, con un dibujo de una estrella a su lado. «Uno,» dijo Lupita, señalando el número y la estrella. Samara repitió la palabra, intentando imitar a su mamá.
A medida que avanzaban en el libro, cada página presentaba un nuevo número y algo divertido para contar. Había dos patitos, tres globos, cuatro mariposas y así sucesivamente. Samara estaba fascinada. De repente, mientras señalaban el número diez, algo mágico ocurrió. El libro comenzó a brillar y, antes de que pudieran darse cuenta, Samara y Lupita fueron absorbidas por una luz deslumbrante.
Cuando abrieron los ojos, se encontraron en un mundo completamente nuevo. Estaban rodeadas de números gigantes y coloridos que flotaban en el aire. «¿Dónde estamos?» preguntó Lupita, mirando a su alrededor con asombro. Samara, aunque un poco asustada, se aferró a su mamá y observó todo con curiosidad.
De repente, un número uno gigante se acercó a ellas. «¡Hola! Bienvenidas al mundo de los números mágicos,» dijo el uno con una voz alegre. «Soy el número uno y estoy aquí para ayudarles.»
Lupita, aún sorprendida, preguntó: «¿Cómo llegamos aquí?»
El número uno sonrió. «Estaban leyendo el libro mágico de los números, y él decidió traerlas aquí para que pudieran aprender de una manera especial.»
Samara, animada por la actitud amigable del número uno, aplaudió y dijo: «¡Números!»
«Exactamente,» dijo el número uno. «Aquí, cada número tiene su propia aventura. ¿Quieren venir conmigo y conocer a mis amigos?»
Lupita asintió y tomó de la mano a Samara. Juntas, siguieron al número uno a través de un sendero de colores brillantes. A lo largo del camino, encontraron al número dos, que estaba jugando con dos adorables patitos. «Hola, soy el número dos,» dijo, «y estos son mis amigos, los patitos. Nos encanta contar hasta dos. Uno, dos.»
Samara intentó contar con sus deditos, mientras Lupita la ayudaba. «Muy bien, Samara,» dijo el número dos. «¡Sigue así!»
Continuaron su viaje y encontraron al número tres, que estaba volando con tres globos de colores. «¡Hola! Soy el número tres,» dijo con entusiasmo. «¿Quieren volar conmigo?»
Samara y Lupita se subieron a los globos y comenzaron a flotar suavemente en el aire. «Uno, dos, tres,» contaron juntas mientras los globos subían y bajaban. Era como un sueño hecho realidad.
A medida que conocían más números, Samara y Lupita aprendieron nuevas formas de contar y descubrieron muchas cosas interesantes. El número cuatro les mostró un jardín lleno de mariposas, el número cinco los llevó a un parque con cinco columpios, y el número seis los llevó a un estanque con seis ranas saltarinas.
Finalmente, llegaron al número diez, que estaba rodeado de diez estrellas brillantes. «Hola, soy el número diez,» dijo con una voz suave. «He oído que han estado aprendiendo mucho sobre nosotros. Estoy muy orgulloso de ustedes.»
Samara, que ya se sentía más cómoda, se acercó al número diez y dijo: «Diez estrellas.»
«¡Muy bien, Samara!» exclamó el número diez. «¿Quieren hacer una última cosa mágica antes de regresar a casa?»
Lupita miró a Samara y vio la emoción en sus ojos. «Sí, por favor,» respondió.
El número diez extendió sus manos y, de repente, una lluvia de estrellas doradas comenzó a caer del cielo. Las estrellas giraban y bailaban a su alrededor, creando un espectáculo de luces impresionante. Samara y Lupita se abrazaron, disfrutando del momento mágico.
«Es hora de regresar,» dijo el número diez. «Pero no olviden todo lo que han aprendido aquí.»
Con una última sonrisa, el número diez las envolvió en una cálida luz dorada. Samara y Lupita cerraron los ojos y, cuando los abrieron de nuevo, estaban de vuelta en su sala, con el libro de números en sus manos.
«¿Fue un sueño?» preguntó Lupita, mirando a su alrededor.
Samara, aún maravillada por la experiencia, señaló el libro y dijo: «Números mágicos.»
Lupita sonrió y besó a Samara en la frente. «Sí, mi amor, los números son mágicos. Y siempre que queramos, podemos aprender y divertirnos juntos.»
Desde ese día, Samara y Lupita continuaron explorando el mundo a través de los libros, sabiendo que la magia de aprender estaba siempre a su alcance. Y aunque ya no entraban físicamente en los libros, cada vez que leían, sentían que viajaban a lugares nuevos y maravillosos, llenos de aventuras y descubrimientos.
El tiempo pasó, y Samara creció, pero siempre recordaba aquel día especial en el que ella y su mamá habían viajado al mundo de los números mágicos. La lección que aprendió fue que el aprendizaje podía ser una aventura increíble, llena de maravillas y sorpresas.
Lupita, por su parte, seguía fomentando el amor por los libros en Samara. Juntas, exploraban cuentos de animales, historias de princesas, y muchos otros libros educativos que ayudaban a Samara a desarrollar su imaginación y conocimiento. La pequeña niña aprendió a contar, a reconocer las letras, y a entender el mundo que la rodeaba, siempre con la guía amorosa de su mamá.
Un día, mientras paseaban por el parque, Samara vio a un grupo de niños que parecían tener dificultades con sus números. Recordando su propia experiencia, Samara se acercó y comenzó a contar con ellos, usando todo lo que había aprendido en su viaje mágico. Los niños, encantados con su ayuda, comenzaron a entender mejor los números y a disfrutar del aprendizaje.
«Gracias, Samara,» dijo uno de los niños. «Nos has ayudado mucho.»
Samara sonrió y respondió: «Siempre es divertido aprender juntos. Los números son mágicos y podemos hacer muchas cosas con ellos.»
Lupita, que había observado desde la distancia, se sintió orgullosa de su hija. Sabía que la curiosidad y el amor por el aprendizaje que había inculcado en Samara la llevarían lejos. La pequeña niña había aprendido a compartir su conocimiento y a ayudar a otros, demostrando que el verdadero valor del aprendizaje está en cómo lo usamos para mejorar el mundo que nos rodea.
Esa noche, al regresar a casa, Samara y Lupita se sentaron juntas en el sofá con un nuevo libro. «¿Qué vamos a aprender hoy?» preguntó Samara con ojos brillantes.
Lupita abrió el libro y sonrió. «Hoy vamos a aprender sobre las letras. Cada letra tiene su propia historia y aventura. ¿Estás lista para explorar?»
«¡Sí!» exclamó Samara, lista para otra aventura mágica junto a su mamá.
Y así, madre e hija continuaron su viaje a través del mundo del conocimiento, sabiendo que cada libro, cada historia, y cada número eran puertas a nuevas aventuras y descubrimientos. Juntas, demostraron que el amor por el aprendizaje y el apoyo mutuo pueden crear recuerdos inolvidables y abrir puertas a un futuro lleno de posibilidades.
Fin.
Cuentos cortos que te pueden gustar
Campanas de Alerta en un Puerto Azotado
El Bosque Mágico de Bautista
Hugo y Raúl en el Mundo Tienda
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.