Cuentos de Fantasía

Amigos en la altura del misterio

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, tres amigos muy especiales: Pepe, Julio y José. Pepe era un niño lleno de energía y siempre estaba listo para la aventura. Tenía el pelo rizado y una gran sonrisa que iluminaba su rostro. Julio, por otro lado, era un poco más tranquilo. Le encantaba leer cuentos de héroes y explorar nuevos lugares. Tenía gafas que se deslizaban por su nariz y siempre llevaba un cuaderno donde apuntaba todas las cosas interesantes que encontraba. Finalmente, estaba José, el más pequeño del grupo. Era un soñador y siempre imaginaba que podía volar, como un pájaro en el cielo.

Un día, mientras jugaban en el parque, vieron algo brillante en la cima de una montaña cercana. Era un reflejo dorado que brillaba intensamente al sol. Los tres amigos se miraron llenos de curiosidad. «¿Qué será eso?», preguntó Pepe emocionado. «¡Debemos averiguarlo!», exclamó José, imaginando que sería un tesoro escondido. Julio sacó su cuaderno y escribió: «Aventura misteriosa en la montaña». Con esa idea en mente, decidieron que al día siguiente escalarían la montaña para descubrir el misterio.

Al amanecer, los amigos se reunieron en la casa de Pepe, listos para la aventura. «No olviden llevar algo de comida», dijo la mamita de Pepe mientras les preparaba unos sándwiches. Llevaron manzanas, agua y, por supuesto, un poco de chocolate para tener energía en su camino. «¡Vamos!», gritaron al unísono, y comenzaron su travesía triunfante hacia la montaña.

Mientras subían, notaron cuán hermoso era el paisaje. Las flores silvestres estaban por todas partes, pintando el terreno de colores brillantes, mientras los pájaros cantaban melodías alegres. «Mira, José, las mariposas», dijo Julio, señalando a unas coloridas que danzaban en el aire. José, que siempre soñaba con volar como ellas, se puso a saltar para intentar alcanzarlas, pero en ese momento se tropezó con una piedra y cayó. «¡Ay!», chilló, y sus amigos fueron corriendo a ayudarlo.

«¿Estás bien, amigo?», preguntó Pepe preocupado. José se levantó, sacudió el polvo y sonrió. «Sí, solo fue un pequeño tropezón. ¡No hay tiempo que perder! Sigamos adelante». Y así lo hicieron, con más entusiasmo. Finalmente, alcanzaron la cima de la montaña y, para su sorpresa, lo que encontraron no era lo que esperaban.

Allí, en el claro más alto, había un enorme árbol dorado, con hojas que relucían bajo el sol. «¡Guau! ¡Miren eso!», dijo Julio, impresionado. Las hojas tenían formas de estrellas y el tronco del árbol brillaba como el oro. «¡Es mágico!», gritó Pepe con alegría. Pero a su lado, apareció un pequeño ser alado, con alas de mariposa y una luz suave que lo rodeaba.

«¡Hola, amigos!», dijo el ser, que se presentó como Luma, el guardián del árbol dorado. «Este árbol es muy especial, ya que concede un deseo a aquellos que son verdaderos amigos». Los ojos de los niños brillaron de emoción. «¿Podemos hacer un deseo?», preguntó José con su voz temblorosa. Luma sonrió y dijo: «Por supuesto, pero piensen bien qué deseo pedirán».

Los tres amigos comenzaron a pensar. Pepe quería ser el mejor aventurero del mundo, Julio quería conocer cada historia mágica en el universo, y José soñaba con volar. «Tal vez deberíamos desear algo completo», sugirió Julio. «¿Y si pedimos que podamos vivir muchas aventuras juntos?», propuso Pepe. «¡Sí! Eso sería increíble!», agregó José. Después de un momento de reflexión y risas, todos estuvieron de acuerdo en hacer un único deseo: «Queremos ser amigos para siempre y vivir aventuras mágicas juntos».

Luma sonrió ampliamente y, levantando sus manos hacia el árbol dorado, dijo unas palabras mágicas. Las hojas comenzaron a brillar aún más y una suave brisa sopló alrededor de ellos. Al momento, una luz brillante los envolvió, haciéndolos sentir ligeros como plumas. Cuando la luz desapareció, los amigos se dieron cuenta de que en sus manos sostenían un pequeño mirador mágico que les permitía ver aventuras en cualquier parte del mundo. «¡Increíble!», gritaron al unísono.

Desde ese día, Pepe, Julio y José comenzaron a vivir aventuras maravillosas. Viajaron a tierras lejanas donde conocieron a dragones amistosos que les enseñaron a volar, descubrieron islas mágicas llenas de criaturas fantásticas y participaron en carreras emocionantes con animales que hablaban. Cada día traía una nueva historia y una nueva lección sobre la amistad y el valor de soñar.

Un día, decidieron compartir su magia con otros niños del pueblo, y juntos escalaron la montaña con Luma al lado. «Ahora podemos mostrarles lo que hay aquí», dijo José, emocionado. Cuando llegaron a la cima, todos se maravillaron con el árbol dorado y el mirador mágico. Desde entonces, cada niño en el pueblo hizo un deseo y todos prometieron ser amigos para siempre, al igual que Pepe, Julio y José.

Y así, con cada nuevo amanecer, las aventuras de los tres amigos continuaron, llenando su vida de risas, magia y amistad. Luma siempre estaba ahí, cuidando del árbol dorado y recordándoles que lo más importante de todas sus aventuras era el vínculo que compartían. Se dieron cuenta de que la verdadera magia no estaba solo en el árbol, sino en la amistad que habían cultivado juntos.

Y así, los días pasaron llenos de alegría y aventuras increíbles, pero mientras viajaban, siempre recordaban que lo más importante era disfrutar cada momento juntos, ser amables y ayudarse unos a otros. La historia de Pepe, Julio y José se contaba en todo el pueblo y todos soñaban con tener una amistad tan especial como la de ellos. Y así, aprendieron que en la vida, lo más valioso es tener amigos con quienes compartir los sueños y las aventuras, creando recuerdos que durarán para siempre.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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