Cuentos de Fantasía

El Bosque de la Primavera

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era una mañana perfecta de primavera. El aire era fresco, pero no frío, y el sol brillaba sobre el verde intenso de los árboles que rodeaban el pequeño pueblo. Juan y Miguel, dos niños de diez años que vivían en el mismo vecindario, habían decidido pasar el día explorando el bosque cercano. Aquel lugar siempre había sido especial para ellos, un rincón lleno de naturaleza, donde podían correr libres y sentirse en armonía con el mundo.

“¡Vamos, Miguel! Hoy es el día perfecto para ver mariposas”, dijo Juan con una gran sonrisa en su rostro. Miguel, un poco más tranquilo, pero igual de emocionado, asintió mientras ajustaba su mochila. Los dos amigos amaban la naturaleza y las aventuras, y el bosque en primavera siempre les regalaba sorpresas.

El sendero que llevaban recorría entre altos árboles cuyas hojas verdes brillaban bajo el sol, y a su alrededor, pajaritos cantaban alegres melodías que llenaban el aire de armonía. Las mariposas revoloteaban de flor en flor, y todo el ambiente parecía una celebración de la vida. A cada paso, Juan señalaba algo nuevo: “¡Mira, Miguel, esa mariposa es enorme!”, exclamaba con entusiasmo. Miguel sonreía, disfrutando del paisaje y de la energía contagiosa de su amigo.

Avanzaron hasta llegar a un claro donde los rayos del sol caían directamente sobre la hierba verdosa. El lugar era mágico. Pequeñas flores amarillas, blancas y violetas adornaban el suelo, y en el centro del claro, un grupo de mariposas de colores brillantes danzaba en el aire. Los niños se sentaron a observar, fascinados por la belleza que los rodeaba.

“Es increíble, ¿verdad?” dijo Miguel, rompiendo el silencio. “Aquí, todo parece estar en perfecta armonía. Los pájaros, las mariposas, las flores…”. Juan asintió. “Sí, aquí uno se siente feliz, como si la naturaleza quisiera compartir su alegría con nosotros”.

Mientras contemplaban la escena, una suave brisa comenzó a soplar, y entre las hojas de los árboles, apareció algo extraordinario. Una luz brillante, como un pequeño destello de sol, se movía entre las ramas. Los niños la siguieron con la mirada, intrigados por lo que estaban viendo. La luz comenzó a tomar forma, y pronto, ante sus ojos, apareció una pequeña figura con alas transparentes y resplandecientes.

“¡Es un hada!”, exclamó Juan, poniéndose de pie rápidamente. Miguel lo siguió, sin poder creer lo que veía. El hada, que no era más grande que una mano, flotaba en el aire con una sonrisa suave en el rostro. “Hola, niños”, dijo con una voz melodiosa. “Mi nombre es Lyria, y protejo este bosque. He visto cómo disfrutáis de la naturaleza y cómo vuestro corazón está lleno de alegría. Por eso he decidido presentarme”.

Los niños estaban fascinados. Nunca habían imaginado que algo tan maravilloso pudiera pasarles. “¿Tú cuidas el bosque?” preguntó Miguel con curiosidad. Lyria asintió. “Así es. Me aseguro de que todo aquí esté en armonía: los pájaros, los árboles, las mariposas… todos somos parte de esta gran red de vida que debe ser cuidada y respetada”.

“Es tan bonito”, comentó Juan. “Siempre hemos sentido que este lugar es especial, pero no sabíamos que había hadas cuidándolo”. El hada sonrió. “La primavera es un momento de renacimiento y alegría. Todo florece y se llena de vida, y aquellos que aprecian la naturaleza, como vosotros, pueden sentir esa felicidad. Hoy quiero daros un regalo por vuestro amor hacia el bosque”.

Lyria agitó sus pequeñas alas y, con un suave movimiento de sus manos, creó un destello de luz que envolvió a los niños. Por un instante, todo a su alrededor se volvió más brillante, los colores más vivos, y los cantos de los pájaros aún más dulces. “Ahora”, dijo el hada, “podréis entender el lenguaje de la naturaleza. Cada vez que estéis en un lugar como este, podréis escuchar las historias que los árboles cuentan, las canciones de los pájaros, e incluso las risas de las mariposas”.

Juan y Miguel se miraron, sorprendidos por lo que estaban escuchando. “¿Hablas en serio? ¿Podremos hablar con los animales?” preguntó Miguel emocionado. Lyria asintió. “Así es. Pero recordad siempre usar este don para bien, respetando y cuidando todo lo que os rodea”.

Los niños, llenos de gratitud, agradecieron al hada por su increíble regalo. Después de unos momentos más, Lyria despareció entre las hojas de los árboles, dejando solo un suave brillo en el aire.

A partir de ese día, cada vez que Juan y Miguel regresaban al bosque, podían sentir la vida de manera más profunda. Los pajaritos les contaban historias de sus viajes, las mariposas les hablaban de las flores que visitaban, y los árboles, con sus ramas crujientes, les narraban leyendas de antiguas primaveras.

El bosque nunca volvió a ser el mismo para ellos, pues ahora sabían que la naturaleza no solo era un lugar de juegos y aventuras, sino un ser vivo, lleno de amor y alegría, que debía ser protegido y valorado. Y así, cada primavera, volvían al claro, donde el sol brillaba sobre las flores, y las mariposas danzaban al ritmo de la canción eterna del bosque.

La armonía y el amor entre los niños y la naturaleza crecían con cada visita, y el hada Lyria, aunque invisible, siempre los acompañaba, observando con una sonrisa cómo dos corazones infantiles aprendían el verdadero significado de la vida en la naturaleza.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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