En un rincón olvidado del mundo, oculto entre neblinas de colores que danzaban al son del viento, se encontraba el Bosque de los Sueños, un lugar donde lo imposible se hacía cotidiano y donde cada amanecer traía consigo magia y aventura. En este bosque vivían Flor, Javier y Sofía, tres amigos inseparables que habían crecido juntos descubriendo cada secreto del bosque y aprendiendo las lecciones que solo un lugar tan mágico podía enseñar.
Un día, mientras los tres amigos jugaban cerca del Lago de los Espejos, un unicornio blanco como la nieve se acercó a ellos. Su pelaje brillaba con un resplandor que parecía emitir pequeñas chispas de luz, y en sus ojos azules se reflejaba la pureza del cielo. El unicornio, llamado Alarion, era el guardián de los unicornios en el bosque y buscaba la ayuda de los niños.
“Queridos amigos,” comenzó Alarion con una voz que resonaba como un suave murmullo de agua, “necesito su ayuda. El Árbol de la Eternidad, fuente de la magia que protege nuestro bosque, está enfermo. Si no logramos curarlo, el bosque y todos sus habitantes perderemos la magia para siempre.”
Sin dudar ni un momento, Flor, Javier y Sofía se ofrecieron a ayudar. Sabían que sin la magia, el bosque simplemente sería un recuerdo más en las páginas del viento. Alarion les entregó tres piedras luminosas, una para cada uno. “Estas piedras contienen la esencia de la primera alborada y les permitirán comunicarse entre ustedes a cualquier distancia dentro del bosque,” explicó Alarion.
Los tres amigos, guiados por Alarion, se aventuraron hacia el corazón del bosque, un lugar que pocos habían visitado y donde el Árbol de la Eternidad erguía sus majestuosas ramas hacia el cielo. El viaje no sería fácil. El bosque estaba lleno de enigmas y pruebas, diseñados para proteger el árbol de aquellos que pudieran tener intenciones maliciosas.
La primera prueba llegó en forma de un río cuyas aguas corrían al revés, desafiando las leyes de la naturaleza. Sofía, que siempre había tenido un vínculo especial con el agua, cerró los ojos y extendió sus manos. Las aguas comenzaron a calmarse y, por primera vez en muchos años, el río fluyó en la dirección correcta, permitiéndoles cruzar.
Después de varios días de viaje, llegaron a un claro donde el aire se llenaba de susurros. Las palabras, incomprensibles al principio, pronto tomaron forma, y los árboles alrededor comenzaron a hablarles, contando historias antiguas del bosque. Javier, con su habilidad para entender los idiomas olvidados, tradujo las historias y descubrieron la historia de un antiguo hechizo que podría curar el Árbol de la Eternidad.
Finalmente, llegaron al Árbol de la Eternidad, que se veía triste y descolorido. Flor, quien poseía el don de sanar, tocó el tronco del árbol y colocó su piedra luminosa sobre la corteza. Una luz dorada se esparció desde la piedra, envolviendo el árbol en un abrazo cálido. Lentamente, las hojas del árbol comenzaron a recuperar su color, y la vida volvió a fluir a través de sus ramas.
Con el árbol sanado, el bosque entero se revitalizó. Los unicornios, criaturas mágicas y todos los seres del bosque celebraron su salvación. Alarion, agradecido, prometió a los niños que siempre tendrían un lugar especial en el corazón del Bosque de los Sueños.
Desde aquel día, Flor, Javier y Sofía no solo fueron vistos como amigos, sino también como héroes. Aprendieron que con coraje, amistad y un poco de ayuda mágica, no había desafío demasiado grande ni sueño demasiado lejano. Y así, entre juegos y risas, continuaron viviendo aventuras en el mágico Bosque de los Sueños, sabiendo que siempre estarían unidos, pase lo que pase.





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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.