En un mágico reino, rodeado de bosques encantados y montañas brillantes, vivía un dragón llamado Lian. Lian era un dragón pequeño y adorable con escamas que brillaban como el arcoíris y unos ojos grandes y curiosos. Pero Lian tenía un problema muy particular: había olvidado cómo volar. A diferencia de otros dragones, Lian no podía levantar el vuelo y esto lo hacía sentir triste y diferente.
En el mismo reino vivían dos hermanos, Díana y Dalle. Díana era una niña de cabello largo y castaño que siempre llevaba puesto un vestido azul, mientras que Dalle, su hermano menor, tenía el cabello negro y solía vestir una camiseta verde con pantalones cortos. Ambos eran muy aventureros y pasaban sus días explorando el bosque encantado, donde descubrieron muchas cosas maravillosas y misteriosas.
Un día, mientras caminaban por un sendero cubierto de flores luminosas, Díana y Dalle escucharon un suave llanto que venía de un claro cercano. Al acercarse, encontraron a Lian, el pequeño dragón, acurrucado y llorando.
—¿Qué te pasa? —preguntó Díana con voz suave, arrodillándose junto al dragón.
Lian levantó la mirada, con lágrimas en los ojos, y respondió:
—He olvidado cómo volar. Todos los otros dragones pueden volar libremente por el cielo, pero yo no puedo. Me siento muy solo y triste.
Dalle, siempre dispuesto a ayudar, sonrió y dijo:
—No te preocupes, Lian. Nosotros te ayudaremos a recordar cómo volar. ¡Vamos a encontrar una solución juntos!
Así fue como comenzó una gran aventura. Díana, Dalle y Lian decidieron buscar a Deli, el dragón más sabio y antiguo del reino. Deli era conocido por sus largos bigotes blancos y sus majestuosas alas doradas. Vivía en lo alto de una montaña llamada la Cima del Dragón, un lugar al que solo los más valientes se atrevían a ir.
El camino hacia la Cima del Dragón no fue fácil. Tuvieron que cruzar ríos caudalosos, escalar acantilados empinados y atravesar densos bosques llenos de criaturas mágicas. Pero Díana y Dalle nunca perdieron la esperanza y siempre alentaban a Lian a seguir adelante.
Después de varios días de viaje, finalmente llegaron a la base de la montaña. Lian, aunque estaba cansado, sintió una nueva chispa de esperanza al ver la cima dorada que brillaba a lo lejos. Comenzaron a escalar, cada paso los acercaba más a su meta. Cuando llegaron a la cima, fueron recibidos por Deli, quien los observaba con ojos llenos de sabiduría.
—Bienvenidos, jóvenes aventureros —dijo Deli con una voz profunda y amable—. Sé por qué han venido. Lian, has olvidado cómo volar, pero no has perdido tu capacidad de hacerlo. Solo necesitas recordar y tener confianza en ti mismo.
Deli llevó a Lian a un gran precipicio que daba al cielo abierto. Con un gesto de sus grandes alas, le mostró a Lian cómo debía extender sus propias alas y dejar que el viento lo levantara.
—Confía en ti mismo y en el viento —le dijo Deli—. Recuerda quién eres, un dragón valiente y capaz.
Lian, aunque estaba asustado, miró a sus amigos Díana y Dalle, quienes le sonreían con confianza y aliento. Decidió intentarlo. Lentamente, extendió sus brillantes alas y se acercó al borde del precipicio. Cerró los ojos, respiró hondo y saltó.
Al principio, cayó en picada, pero luego sintió cómo el viento comenzaba a sostenerlo. Abrió los ojos y, para su sorpresa, ¡estaba volando! Movió sus alas con más fuerza y comenzó a ascender, volando en círculos alrededor de la cima. Díana y Dalle aplaudían y reían, felices de ver a su amigo en el aire.
Lian, lleno de alegría, aterrizó suavemente junto a Deli, Díana y Dalle. Había recordado cómo volar, pero más importante aún, había encontrado la confianza en sí mismo.
—Gracias, Deli —dijo Lian con gratitud—. Y gracias a ustedes, Díana y Dalle. No podría haberlo hecho sin su apoyo y amistad.
Deli sonrió y asintió.
—Recuerda siempre, Lian, que la verdadera fuerza viene de dentro. Cuando confías en ti mismo, no hay nada que no puedas lograr.
El regreso a casa fue mucho más rápido y emocionante. Lian volaba alegremente sobre Díana y Dalle, quienes caminaban con paso ligero, sabiendo que habían ayudado a su amigo a encontrar su verdadero yo. Al llegar al bosque encantado, los otros dragones recibieron a Lian con grandes vítores y alegría, celebrando su regreso al aire.
Desde ese día, Lian voló con confianza y alegría, sabiendo que tenía amigos que siempre estarían ahí para apoyarlo. Díana y Dalle continuaron sus aventuras, sabiendo que juntos podían superar cualquier desafío. Y en el reino mágico, la historia de Lian, el dragón que olvidó volar, se convirtió en una leyenda de valor, amistad y confianza en uno mismo.
Una mañana soleada, mientras Díana y Dalle exploraban el bosque encantado en busca de nuevas aventuras, encontraron un misterioso mapa enterrado bajo una roca cubierta de musgo. El mapa mostraba la ubicación de una cueva secreta en lo profundo del bosque, donde se decía que se encontraba un antiguo tesoro olvidado. Sin pensarlo dos veces, decidieron seguir el mapa y descubrir qué secretos escondía.
Lian, al enterarse de la nueva aventura de sus amigos, decidió unirse a ellos. Con sus habilidades de vuelo recuperadas, sabía que podría ser de gran ayuda en la búsqueda del tesoro. Juntos, emprendieron el viaje hacia la cueva secreta, enfrentándose a diversos desafíos en el camino.
El primer obstáculo que encontraron fue un puente colgante destartalado que cruzaba un profundo cañón. Dalle, siendo el más ligero y ágil del grupo, decidió cruzar primero para asegurarse de que el puente era seguro. Avanzó con cuidado, pero a mitad de camino, una de las tablas del puente se rompió bajo su peso. Dalle se tambaleó, pero antes de caer, Lian voló rápidamente y lo sostuvo con sus fuertes garras, llevándolo a salvo al otro lado. Díana y Lian cruzaron después con precaución, agradecidos por la rápida intervención de su amigo dragón.
Más adelante, el grupo se encontró con un espeso bosque de árboles gigantes cuyas ramas formaban un laberinto impenetrable. Díana, recordando las enseñanzas de su abuela sobre plantas mágicas, encontró unas hojas luminosas que podían iluminar su camino. Con la ayuda de estas hojas, pudieron abrirse paso por el laberinto y continuar su viaje.
Finalmente, llegaron a la entrada de la cueva secreta. La entrada estaba custodiada por un antiguo guardián, un golem de piedra gigantesco que se activaba con la presencia de intrusos. Díana, Dalle y Lian sabían que no podían derrotar al golem con fuerza bruta, así que idearon un plan astuto.
Díana comenzó a contar una historia mágica sobre el valor y la amistad, que poco a poco fue captando la atención del golem. Mientras el golem escuchaba, Dalle y Lian se deslizaron silenciosamente hacia la entrada de la cueva, evitando sus pesadas pisadas. Una vez dentro, encontraron una sala llena de brillantes tesoros y artefactos antiguos. Pero lo más sorprendente fue un pergamino mágico que contenía conocimientos olvidados sobre la historia del reino y secretos para protegerlo.
El grupo decidió no tomar el tesoro, sino llevar el pergamino al Consejo de Magos del reino, quienes podrían usar la sabiduría contenida en él para el bien de todos. Al salir de la cueva, el golem, agradecido por la historia de Díana y su respeto por el tesoro, les permitió pasar sin problemas.
Regresaron al reino con el pergamino, donde fueron recibidos con gran celebración. Los magos del Consejo estudiaron el pergamino y descubrieron valiosos conocimientos sobre la protección del reino y la armonía con la naturaleza. Díana, Dalle y Lian fueron honrados como héroes por su valentía y sabiduría.
Las aventuras de los tres amigos no terminaron allí. Continuaron explorando el reino, enfrentando nuevos desafíos y descubriendo más secretos escondidos. Cada aventura fortalecía su amistad y les enseñaba nuevas lecciones sobre el valor, la cooperación y la importancia de cuidar de su hogar.
Y así, en el reino mágico, la leyenda de Lian, el dragón que olvidó volar, se expandió para incluir las hazañas de sus valientes amigos Díana y Dalle. Juntos, demostraron que con coraje, ingenio y amistad, podían superar cualquier obstáculo y proteger su querido hogar.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.