En un rincón remoto del mundo, donde la magia se entrelaza con la realidad, existía un bosque antiguo, lleno de maravillas y secretos. Este bosque, conocido por pocos y temido por muchos, era hogar de criaturas mágicas y plantas luminosas que danzaban al ritmo del viento. En el corazón de este bosque, habitaba un ser ancestral, un Golem hecho de piedra y musgo, conocido simplemente como el Guardián.
El Golem era una figura imponente, con ojos que brillaban con una luz verde suave y un cuerpo robusto cubierto de hiedra y líquenes. Cada paso que daba resonaba con un eco profundo, recordando a todos que él era el protector del bosque. A pesar de su apariencia formidable, su corazón de piedra latía con una ternura inusitada.
Una mañana, mientras el sol se filtraba a través de las copas de los árboles, el Golem se encontraba en su ronda diaria, asegurándose de que todo en el bosque estuviera en equilibrio. Fue entonces cuando escuchó un sonido inusual, un suave llanto que provenía de un claro cercano. Intrigado y con una pizca de preocupación, se dirigió hacia el origen del sonido.
Allí, entre flores silvestres y arbustos, encontró una pequeña bebé humana. La niña, con mejillas sonrosadas y ojos grandes y curiosos, estaba envuelta en una manta sencilla. El Golem la miró con asombro. Nunca antes había visto una criatura tan frágil y hermosa. Al acercarse, la niña dejó de llorar y, con una sonrisa encantadora, extendió sus diminutas manos hacia él.
El Golem, con una mezcla de sorpresa y ternura, levantó a la niña con mucho cuidado. La pequeña, ajena a cualquier peligro, le tocó el rostro de piedra y murmuró una palabra que resonó profundamente en su ser: «Papá».
Desde aquel día, la vida del Golem cambió para siempre. Decidió cuidar de la niña y la nombró Somalí. Con el paso del tiempo, Somalí creció en el bosque, rodeada de magia y amor. El Golem le enseñó todo sobre el bosque: cómo escuchar el susurro de los árboles, cómo entender el canto de los pájaros y cómo respetar a cada criatura que habitaba en ese lugar encantado.
Somalí, por su parte, llenó la vida del Golem de alegría y risa. A pesar de su origen humano, se convirtió en parte integral del bosque. Su curiosidad insaciable y su espíritu aventurero la llevaron a descubrir rincones ocultos y tesoros olvidados.
Un día, mientras exploraban una parte del bosque que Somalí aún no había visto, encontraron un sendero antiguo que parecía llevar más allá de los límites del bosque. Somalí, con ojos brillantes de emoción, miró al Golem y le dijo: «Papá, ¿qué hay más allá del bosque?»
El Golem, que siempre había protegido a Somalí del mundo exterior, sintió una mezcla de aprensión y curiosidad. Sabía que el mundo fuera del bosque podía ser tanto hermoso como peligroso. Pero también sabía que Somalí era fuerte y valiente. Así que, con un suspiro profundo, decidió acompañarla en una nueva aventura.
Juntos, comenzaron su viaje hacia lo desconocido. A medida que avanzaban, el paisaje cambiaba. Los árboles mágicos del bosque dieron paso a campos abiertos y caminos serpenteantes. Somalí estaba maravillada con cada nueva vista, mientras el Golem mantenía una vigilancia constante.
Durante su travesía, encontraron todo tipo de criaturas y personas. Algunos eran amigables y ofrecían su ayuda, mientras que otros eran más cautelosos. Somalí, con su encanto natural y su corazón puro, rápidamente se ganaba la confianza y el cariño de aquellos que conocían.
Finalmente, después de muchos días de viaje, llegaron a una ciudad. Era un lugar bullicioso, lleno de vida y actividad. Somalí nunca había visto algo así y su asombro no tenía límites. El Golem, aunque impresionado, se mantenía alerta, listo para proteger a su hija de cualquier amenaza.
En la ciudad, encontraron una posada donde pudieron descansar. La gente del lugar, inicialmente asustada por la presencia del Golem, pronto se dio cuenta de su naturaleza bondadosa gracias a Somalí. Los días pasaron y tanto el Golem como Somalí se integraron en la vida de la ciudad. Conocieron a personas fascinantes y vivieron aventuras emocionantes, pero siempre recordaban el bosque, su hogar.
Un día, mientras caminaban por las calles adoquinadas de la ciudad, Somalí se encontró con un viejo libro en una tienda de antigüedades. Al abrirlo, descubrió mapas y relatos de lugares aún más lejanos y mágicos. Con el corazón latiendo de emoción, mostró el libro al Golem y le preguntó: «Papá, ¿podemos seguir explorando?»
El Golem, viendo el brillo en los ojos de Somalí, sonrió y asintió. Sabía que su viaje juntos apenas comenzaba. Así, con el libro como guía, se embarcaron en una nueva aventura, explorando mundos desconocidos, enfrentando desafíos y descubriendo maravillas.
Y así, Somalí y el Golem continuaron su viaje, unidos por el amor y la magia, demostrando que no importa cuán diferentes seamos, siempre podemos encontrar la belleza y la bondad en los lugares más inesperados.
El bosque seguía siendo su hogar, pero el mundo entero se convirtió en su patio de juegos, lleno de historias por vivir y recuerdos por crear. Y en cada paso de su camino, sabían que mientras estuvieran juntos, no había nada que no pudieran enfrentar.
Y colorín colorado, este cuento encantado ha terminado.
Padre e hija