Había una vez, en un pequeño pueblo donde las casas pintaban colores pastel en el paisaje y las flores saludaban al sol cada mañana, dos primos, Dante y Kian, que compartían una amistad tan grande como su imaginación. Cada fin de semana, los pequeños visitaban a sus abuelos, Myriam y Adriano, quienes vivían en una casa con un jardín tan grande y hermoso que parecía sacado de un cuento de hadas.
Una mañana soleada, mientras el abuelo Adriano miraba sus programas favoritos en la televisión, la abuela Myriam llevó a Dante y Kian al jardín para que jugaran mientras ella preparaba un delicioso almuerzo. El jardín era el lugar favorito de los niños, no solo por su vasto pasto verde oscuro y los canteros llenos de flores coloridas, sino también por los grandes cercos de madera que rodeaban el jardín, que utilizaban como pizarras para dibujar y escribir hermosos recuerdos.
«Recuerden jugar cerca y no alejarse demasiado,» les advirtió la abuela con una sonrisa, sabiendo bien que los pequeños eran obedientes y cuidadosos.
Dante y Kian comenzaron a jugar con sus juguetes favoritos, creando historias de caballeros y dragones. Sin embargo, algo diferente sucedió ese día. Mientras jugaban, una pequeña criatura mágica apareció frente a ellos. Era diminuta, con alas brillantes como el rocío de la mañana y ojos chispeantes de curiosidad.
«¡Hola, pequeños humanos!» saludó la criatura con una voz que sonaba como el tintineo de campanas. «Soy Liri, un duende del jardín, y he observado lo mucho que cuidan y aman este lugar. Hoy, tengo una sorpresa especial para ustedes.»
Antes de que Dante y Kian pudieran decir algo, Liri espolvoreó un polvo dorado sobre ellos. De repente, los primos se encontraron encogiendo, ¡hasta volverse tan pequeños como hormigas!
«¡Wow, somos diminutos!» exclamó Dante, mirando todo a su alrededor, maravillado por ver el jardín desde esta nueva perspectiva.
Liri rió alegremente. «Ahora que son pequeños, pueden explorar los secretos del jardín como nunca antes. ¡Síganme!»
La aventura de los primos comenzó bajo la guía de Liri, quien los llevó a explorar el mundo desde la altura de un insecto. Vieron hormigas trabajando juntas, aprendieron cómo las abejas recolectan polen y mariposas que danzaban en el aire como hojas llevadas por el viento.
Pronto, llegaron a un lugar que Liri llamó «El Valle de las Flores», donde cada flor era tan grande que podían sentarse en sus pétalos. «Cada flor tiene un aroma y color único porque son mágicas,» explicó Liri. «Y cada una tiene un secreto que contar.»
Dante y Kian escuchaban fascinados mientras las flores les contaban historias antiguas sobre el jardín y los duendes que lo cuidaban. Aprendieron sobre el equilibrio de la naturaleza y cómo cada criatura, grande o pequeña, tenía un papel importante en el cuidado del jardín.
Después de varias horas de exploración y aprendizaje, Liri les dijo que era hora de volver. «La magia que los hizo pequeños no durará mucho más,» dijo el duende mientras los espolvoreaba nuevamente con el polvo dorado.
En un parpadeo, Dante y Kian volvieron a su tamaño normal, justo a tiempo para el almuerzo. Corrieron hacia la abuela Myriam, excitados por contarle sobre su increíble aventura, pero cuando miraron hacia atrás, Liri ya había desaparecido.
«¿Estaban jugando a ser exploradores?» preguntó la abuela con una sonrisa, mientras les servía un almuerzo que olía deliciosamente a casa.
«Sí, abuela, ¡y fue increíble!» respondió Kian, mientras Dante asentía con entusiasmo.
Desde ese día, cada vez que visitaban el jardín, los primos se preguntaban qué nuevas aventuras imaginarias les esperaban. Aunque nunca volvieron a ver a Liri, sabían que el jardín era un lugar especial, lleno de magia y maravillas, cuidado por seres que quizás sólo ellos podían ver y que siempre estarían ahí, protegiendo su feliz infancia.
Y así, Dante y Kian continuaron visitando el jardín, cada vez con más respeto y amor por la naturaleza, llevando consigo las lecciones aprendidas en aquel día mágico, recordando siempre que incluso los más pequeños pueden tener grandes aventuras.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.