En el pequeño pueblo de Las Colinas, rodeado de montañas y valles donde las leyendas parecían cobrar vida, vivían cuatro amigos inseparables: Mateo, Leonardo, Miguel y Marta. Todos ellos compartían un amor por las historias y los libros, pero era Mateo quien soñaba con convertirse en un gran escritor.
Un día, mientras exploraban el desván de la casa de Mateo, los cuatro amigos encontraron un viejo libro de tapa desgastada, sin título ni autor. Curiosos, decidieron abrirlo. Para su sorpresa, las páginas estaban en blanco. «Es un libro mágico,» dijo Marta, siempre imaginativa. «Tal vez espera que alguien escriba su historia.»
Inspirado, Mateo tomó un lápiz que encontró junto al libro y, sin pensarlo dos veces, escribió en la primera página: «Érase una vez en un valle encantado». De repente, una luz cegadora surgió del libro, y cuando la luz se desvaneció, los amigos se encontraron en medio de un valle verde y vibrante, justo como el que Mateo había comenzado a describir.
Rápidamente, los amigos se dieron cuenta de que cada palabra que Mateo escribía en el libro se convertía en realidad a su alrededor. Árboles frondosos, ríos cristalinos y animales fantásticos aparecían tan pronto como las palabras eran plasmadas. Decididos a explorar este mundo creado por las palabras, se embarcaron en una aventura.
Pronto encontraron una aldea donde los habitantes eran personajes de cuentos que habían cobrado vida: princesas, dragones amistosos y hasta un mago despistado. Todos vivían en armonía, gracias a la magia del valle. Sin embargo, el mago les advirtió de un peligro: un libro oscuro que buscaba robar las historias del mundo para encerrarlas en sus páginas eternamente.
Con valentía, Mateo y sus amigos decidieron enfrentar este desafío. Viajaron a través de bosques encantados y montañas nevadas, enfrentándose a criaturas hechas de sombras y páginas arrancadas. En cada paso, Mateo escribía en el libro mágico, creando soluciones y ayuda para superar los obstáculos.
Finalmente, llegaron a la torre donde residía el libro oscuro, custodiado por un dragón hecho de tinta y papel. Leonardo, con su ingenio, ideó un plan para distraer al dragón mientras Miguel y Marta buscaban la manera de acercarse al libro. Usando un espejo, reflejaron la luz del sol hacia el dragón, cegándolo momentáneamente.
Mientras tanto, Mateo, con el libro mágico en mano, escribió la última parte de su aventura: «Y así, la luz del conocimiento y la alegría de contar historias disiparon las sombras del libro oscuro, devolviéndole su propósito original de compartir sabiduría y alegría.» Al instante, el libro oscuro se transformó, liberando todas las historias que había capturado.
Los amigos regresaron a su mundo, con el valle encantado y sus habitantes seguros una vez más. Mateo había aprendido el poder de las palabras y el valor de compartir historias. De vuelta en el desván, cerró el libro mágico, ahora lleno de aventuras escritas por él, sabiendo que cada página era un testimonio de su crecimiento como escritor.
Desde ese día, Mateo escribió muchas más historias, pero siempre recordaba la aventura que le enseñó que las palabras tienen el poder de cambiar el mundo, y que un verdadero escritor no solo crea, sino que inspira y enseña. Y así, rodeado de sus amigos y con un lápiz siempre en mano, Mateo continuó escribiendo, soñando y viviendo cada palabra que plasmaba.
Y mientras las páginas se llenaban, las historias de Mateo no solo entretenían, sino que también iluminaban el corazón de quienes las leían, demostrando que un pequeño escritor podía tener una gran voz, cambiando su mundo una palabra a la vez.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.