Cuentos de Fantasía

El León Alado de los Deseos Infantiles

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un colorido y mágico reino llamado Fantasialia, donde los árboles tenían hojas de brillantes colores y las nubes siempre lucían como suaves algodones de azúcar, vivía un león muy especial. Su nombre era Leo, y no era un león común y corriente. Leo tenía alas de loro, que le permitían volar por los cielos despejados con una majestuosidad que dejaba a todos los habitantes de Fantasialia boquiabiertos. Cada vez que Leo despegaba en vuelo, sus alas resplandecían en tonos verdes, amarillos y rojos, como un hermoso arcoíris flotante.

Leo era un león de corazón bondadoso y generoso, siempre deseoso de ayudar a alguien que lo necesitara. Los niños del reino lo adoraban, no solo por su apariencia asombrosa, sino también por su amistad sincera. Leo tenía un don especial: podía escuchar los deseos infantiles más profundos y hacerlos realidad. Aquello era un secreto entre Leo y los niños, pues él quería que la magia de los deseos fuera una sorpresa.

Un día, mientras volaba por el bosque encantado, se encontró con una niña llamada Clara. Clara era una pequeña aventurera de rizos dorados y ojos brillantes. Lloraba sentada bajo un árbol frondoso. Leo, al verla tan triste, decidió aterrizar cerca de ella, sus alas desplegándose como un abanico de colores ante la mirada asombrada de Clara.

—Hola, pequeña —dijo Leo con una voz suave y música en sus palabras—. ¿Por qué lloras?

Clara, sorprendida de ver a un león con alas, paró de llorar y le respondió con un sollozo:

—Hola, Leo. Yo… yo deseo tener un verdadero amigo con quien jugar. Mis compañeros no entienden mi amor por las aventuras y siempre prefieren jugar a lo que es más común.

El corazón de Leo se conmovió. Sabía que ser un niño a veces podía ser difícil. Así que, con un movimiento de su cola, hizo que un destello de luz apareciera frente a Clara. De la luz emergió un pequeño dragón de escamas brillantes y ojos curiosos.

—¡Joy! —exclamó Leo—. Este es Joy, un dragón que anhela tener una amiga. Creo que podrían ser inseparables.

Clara miró al dragón con asombro, y pronto sus ojos se llenaron de alegría. Joy era juguetón y se movía como si lo hubiera conocido de toda la vida.

—¿Te gustaría jugar conmigo? —preguntó clara llena de emoción.

—¡Por supuesto! —contestó Joy con su pequeña voz—así que, ¿vamos a volar?

Clara no pudo contener la risa y asintió. Juntos, comenzaron a inventar aventuras, saltando sobre los campos, explorando cuevas misteriosas y revoleando entre las ramas de los árboles. Leo los observaba mientras jugaban, sintiéndose feliz por haber podido ayudar. Sin embargo, esta felicidad no duraría demasiado.

Al día siguiente, mientras Clara y Joy jugaban al escondite, una nube oscura cubrió el cielo de Fantasialia. De esta nube oscura salió un misterioso ser llamado Morvax, un hechicero que despreciaba la alegría de los demás y que había poseído el corazón de muchos con su tristeza.

Morvax, al ver a Clara y Joy, decidió robar la risa de sus corazones. Voló hacia ellos gritando con voz retumbante:

—¡Deteneos en este momento! La diversión se acabó, venid y entregadme lo que más amáis.

Clara, asustada pero también valiente, dio un paso adelante y le contestó:

—¡No! No podrás robarnos nuestra alegría.

Morvax sonrió de manera malvada y, con un gesto de su mano, hizo que sombras oscuras rodearan a Clara y Joy. Leo, al ver el peligro, desplegó rápidamente sus alas y voló hacia ellos.

—¡No temáis! —gritó Leo mientras giraba en círculos alrededor de las sombras—. La magia del amor y la amistad siempre es más fuerte que la tristeza.

Con determinación, Leo lanzó un viento fuerte que dispersó las sombra. Morvax, sorprendido, retrocedió por un momento, pero se reagrupó rápidamente.

—¡Serás mi siguiente objetivo, León alado! —gritó el hechicero.

Leo entonces, para proteger a sus amigos, decidió enfrentarse a Morvax. Con valentía, voló hacia él y lo rodeó con sus alas. Cada batir de alas producía un arcoíris que iluminaba el cielo. Esto distrajo a Morvax lo suficiente como para que Clara y Joy pudieran escapar de la oscuridad.

Clara, con la valentía que había tomado de sus amigos, decidió unirse a la lucha. Alzó la voz y comenzó a cantar una dulce melodía, una canción que había aprendido de su madre, llena de amor y esperanza. Joy, al escucharlo, se unió con un suave rugido, creando un eco mágico que envolvió todo el bosque.

El canto de Clara y Joy era tan poderoso que incluso hizo titilar el corazón de Morvax. Las sombras comenzaron a desvanecerse y en su lugar surgieron luces brillantes que abrazaban el lugar. Al ver su propia sombra desvanecerse, Morvax sintió un cambio en su corazón.

—¿Qué es esto? —gritó con desesperación—. ¿Acaso la tristeza puede ser vencida?

Leo vio la oportunidad de ayudar no solo a sus amigos, sino también a Morvax. Se acercó a él y le dijo:

—Todos somos capaces de cambiar, Morvax. Todos merecemos una segunda oportunidad. La alegría no puede existir sin la tristeza, pero siempre hay espacio para la esperanza y la amistad.

Las palabras de Leo penetraron en el corazón triste de Morvax. La oscuridad que lo había envuelto comenzó a desvanecerse y, por primera vez, el hechicero sintió un pequeño destello de felicidad.

—¿Pueden… pueden ayudarme a encontrar la alegría de nuevo? —preguntó con voz temblorosa.

Clara sonrió y asintió:

—Podemos ser amigos. Solo tienes que abrir tu corazón y aceptarlo.

Desde aquel día, Morvax se volvió un nuevo amigo en Fantasialia y nunca más volvió a ser malo. A través de la amistad y la alegría, incluso los casos más oscuros pueden encontrar la luz. Leo, Clara, Joy y Morvax vivieron muchas aventuras juntos, y el reino de Fantasialia se llenó de risas y amor, recordando siempre que la verdadera magia está en la amistad y en los corazones bondadosos.

Y así, los deseos infantiles de Clara se hicieron realidad, y Leo, el león alado, continuó trayendo sonrisas a cada rincón de Fantasialia, ayudando a los niños a nunca dejar de soñar. Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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