Cuentos de Fantasía

El Poder de la Justicia

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques frondosos, vivían cuatro amigos muy especiales. Laura, una joven con una gran determinación, Roberto, un muchacho valiente, Samuel, un chico con un corazón generoso, y Arlet, una niña llena de sabiduría más allá de sus años. Aunque vivían en un mundo lleno de magia y aventuras, también enfrentaban un problema muy serio: la violencia contra las mujeres, un mal que afectaba a las familias de su comunidad y que quería ser erradicado de una vez por todas.

Laura, en particular, estaba muy preocupada. Había visto demasiadas veces cómo las mujeres de su pueblo sufrían en silencio, víctimas de la violencia y la injusticia. Desde que era pequeña, había escuchado historias de su abuela, quien le contaba sobre las mujeres valientes que lucharon en tiempos pasados, pero que aún hoy, el problema persistía. Laura no podía quedarse de brazos cruzados mientras veía cómo el dolor y el miedo invadían los hogares de las mujeres de su comunidad.

Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, Laura encontró una cueva oculta entre los árboles. La entrada estaba decorada con extrañas runas brillantes que parecían moverse por sí solas. Intrigada, entró en la cueva, sin saber lo que le esperaba. Dentro, encontró un objeto mágico: una esfera luminosa que brillaba con un resplandor suave y cálido. Al tocarla, una sensación de poder y sabiduría la invadió, y en ese momento, un mensaje llegó a su mente.

«Usa este poder con sabiduría, Laura. Tú y tus amigos tenéis el poder de cambiar el destino, de eliminar la violencia y traer justicia.»

Laura sintió una fuerte energía recorrer su cuerpo. Sabía que este regalo mágico no era una casualidad, sino una señal. Decidió compartir lo que había descubierto con sus tres amigos.

Esa misma tarde, Laura, Roberto, Samuel y Arlet se reunieron en la casa de Laura. Ella les contó sobre la esfera mágica y el mensaje que había recibido. Sus ojos brillaban de emoción y determinación. Sabían que juntos podían hacer algo grande, algo que cambiaría la vida de muchas mujeres.

—Vamos a usar el poder de la esfera para erradicar la violencia —dijo Laura, con una sonrisa confiada en su rostro—. Pero no lo haremos de cualquier manera. Lo haremos con justicia, sabiduría y, sobre todo, con unidad.

Cada uno de sus amigos sabía que la tarea no sería fácil. Pero también entendían que el poder de la justicia estaba en sus manos, y que unidos, serían más fuertes que cualquier enemigo.

El primer paso fue enfrentar la raíz del problema. En el pueblo había un hombre llamado Don Gerardo, conocido por su comportamiento cruel y violento, especialmente con las mujeres. Laura, Roberto, Samuel y Arlet sabían que él era el primero a quien debían enfrentarse. No solo se trataba de detenerlo, sino de demostrarle a todos que la violencia no tenía cabida en su comunidad.

Con la ayuda de la esfera, los amigos crearon una estrategia que los llevaría a confrontar a Don Gerardo de manera inteligente. En lugar de enfrentarlo con fuerza bruta, decidieron usar su poder mágico para mostrarle las consecuencias de sus actos y hacerle comprender que el abuso no solo destruye a las personas, sino también a la sociedad misma.

Una noche, cuando Don Gerardo estaba en su casa, Laura y sus amigos se acercaron en silencio. Con la esfera en sus manos, comenzaron a canalizar su poder. La esfera brilló intensamente, y de repente, las paredes de la casa de Don Gerardo comenzaron a temblar. Un viento suave pero firme comenzó a rodear la casa, y en el aire apareció una visión. Era la visión de todas las mujeres de la comunidad, representadas por figuras etéreas que se levantaban con fuerza. Sus voces resonaron, hablando de su sufrimiento, pero también de su valentía.

—¡Basta! —gritó Don Gerardo, con miedo en su voz. —¿Qué es esto? ¿Quiénes son estas voces?

Laura, con la esfera en sus manos, habló con una calma que sorprendió a todos.

—Estas son las voces de todas las mujeres que has lastimado, Don Gerardo. Es hora de que entiendas el daño que has causado. La violencia no tiene lugar en este mundo. Ni en este pueblo, ni en ningún lugar.

Don Gerardo cayó de rodillas, abrumado por la fuerza de las voces y la luz de la esfera. En ese momento, algo cambió dentro de él. Finalmente, comprendió el dolor que había causado y la gravedad de sus actos. Con lágrimas en los ojos, prometió nunca más levantar la mano contra una mujer.

La misión de los amigos no terminó ahí. Con la magia de la esfera, viajaron a otros pueblos cercanos, llevando el mensaje de justicia, paz y respeto por las mujeres. Usaron el poder para educar, para mostrar a todos que la violencia no solo es física, sino también emocional y psicológica, y que debe ser erradicada en todas sus formas.

Los habitantes de cada pueblo se unieron a la causa, comprometidos a crear un mundo mejor, donde el respeto, la igualdad y la justicia fueran los pilares fundamentales de la sociedad. Laura, Roberto, Samuel y Arlet sabían que el camino no sería fácil, pero también sabían que, con la ayuda de la esfera y la fuerza de su unidad, podían lograrlo.

Con el tiempo, el mundo comenzó a cambiar. Las mujeres de cada pueblo se sintieron más seguras, más fuertes, y más valoradas. Y aunque la lucha nunca terminó por completo, el ejemplo de estos cuatro jóvenes y su valentía inspiró a generaciones por venir.

Laura y sus amigos nunca dejaron de luchar. Sabían que, si cada persona en el mundo trabajaba por la justicia y el respeto, el futuro sería un lugar mejor para todos. Y así, con la luz de la esfera guiándolos, continuaron su viaje, llevando consigo el mensaje de que la violencia nunca sería aceptada, y que el poder de la justicia siempre prevalecería.

Con el tiempo, la presencia de Laura, Roberto, Samuel y Arlet comenzó a transformarse en leyenda. En cada pueblo que visitaban, las noticias sobre los cuatro amigos y su valentía se esparcían rápidamente. La esfera mágica había cumplido su misión de hacer escuchar las voces de todas las mujeres que habían sufrido, pero el viaje de estos jóvenes héroes aún no había terminado.

Aunque lograron que Don Gerardo y otros hombres comprendieran el daño que causaban, sabían que el cambio real no solo venía de castigar a unos pocos, sino de cambiar la mentalidad de todos. El verdadero desafío estaba en enseñar a los niños y jóvenes que la violencia no era algo que debiera ser aceptado ni tolerado, que el respeto hacia las mujeres debía ser el principio fundamental de cualquier sociedad.

Una tarde, mientras viajaban hacia un nuevo pueblo, Laura se detuvo y miró a sus amigos.

—Hemos hecho mucho, pero aún queda mucho por hacer —dijo, con su mirada fija en el horizonte. —Debemos enseñar a los más jóvenes. Ellos son el futuro, y es fundamental que entiendan la importancia de la igualdad y el respeto.

Roberto, quien siempre había sido el más reflexivo del grupo, asintió con una sonrisa.

—Es cierto, Laura. El cambio debe empezar desde temprano, desde la raíz. Si les enseñamos desde pequeños a valorar y respetar a todos por igual, podremos construir una sociedad más justa.

Arlet, que siempre pensaba en soluciones prácticas, propuso algo.

—¿Y si organizamos una escuela? Un lugar donde los niños y jóvenes puedan aprender sobre igualdad, justicia y el poder de la no violencia. Podemos usar nuestra magia para darles herramientas para crear un mundo mejor.

Todos estuvieron de acuerdo con la idea. No solo querían seguir viajando, sino también crear un cambio real y duradero. La escuela que imaginaron no solo enseñaría matemáticas y ciencias, sino también valores esenciales como la empatía, el respeto, la resolución pacífica de conflictos y, sobre todo, la igualdad de género.

Con la ayuda de la esfera mágica, construyeron un edificio en un espacio abierto del pueblo. La estructura era tan encantadora como funcional, con paredes cubiertas de flores brillantes que se iluminaban con la magia, y ventanas de cristal que permitían ver el paisaje circundante. La escuela se convirtió rápidamente en un centro de aprendizaje, no solo para los niños del pueblo, sino también para los adultos que querían cambiar su forma de pensar.

Al principio, hubo cierta resistencia. Muchos adultos, aunque sabían que la violencia era un problema, no comprendían cómo enseñar a los niños sobre la importancia de la igualdad. Pero Laura y sus amigos no se rindieron. Día tras día, impartieron clases en las que les contaban historias de grandes mujeres que habían luchado por la libertad, la justicia y la igualdad, como en los tiempos antiguos, y cómo en la actualidad las mujeres seguían enfrentando desafíos en todo el mundo. Compartieron ejemplos de cómo, en otras culturas, la lucha por la igualdad había tenido éxito y cómo cada persona tenía el poder de cambiar su entorno.

Las clases fueron cambiando lentamente la mentalidad del pueblo. Los niños, motivados por las historias inspiradoras, comenzaron a practicar lo que aprendían. En lugar de ver a las niñas como inferiores, comenzaron a verlas como iguales, dignas de respeto y admiración. Los juegos en los que antes se veían comportamientos agresivos hacia las niñas cambiaron por juegos más cooperativos, donde todos participaban por igual.

Con el tiempo, los adultos comenzaron a asistir a las clases también, reconociendo que la única forma de lograr un cambio real era educarse y aprender a respetar. Laura, Roberto, Samuel y Arlet enseñaron sobre la importancia de la empatía y la resolución pacífica de conflictos. Ayudaron a los padres y madres a comprender que la violencia no solo es física, sino también emocional, y que las palabras y las actitudes también pueden ser armas poderosas.

Poco a poco, la comunidad entera se unió en el propósito de erradicar la violencia y promover la igualdad. La magia de la esfera ya no era solo una herramienta para luchar contra la violencia, sino un símbolo de unidad y esperanza. Los habitantes del pueblo comprendieron que la lucha no era solo contra aquellos que ejercían violencia, sino contra la mentalidad que permitía que estas situaciones se dieran.

Sin embargo, aunque el cambio era evidente, los cuatro amigos sabían que su trabajo no había terminado. La lucha por la igualdad y contra la violencia debía seguir, no solo en su pueblo, sino en todas partes del mundo. Sabían que la magia de la esfera podía ayudar, pero lo más importante era que la voluntad de cada persona de cambiar y ser mejor, de educar a las nuevas generaciones en el respeto y la igualdad, era lo que verdaderamente haría la diferencia.

Y así, Laura, Roberto, Samuel y Arlet continuaron su misión, viajando de pueblo en pueblo, creando escuelas, enseñando valores y llevando la luz de la justicia y la igualdad a cada rincón del mundo. Sabían que, aunque el camino era largo, cada pequeño cambio tenía un gran impacto, y que, al final, el amor y el respeto siempre prevalecerían.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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