Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de verdes praderas y coloridos campos de flores, una niña muy feliz llamada Amy. Amy era conocida por su sonrisa brillante y su energía inagotable. Todos los días, después de la escuela, Amy corría y saltaba por los campos, persiguiendo mariposas y recogiendo flores. Era una niña llena de vida y alegría, siempre dispuesta a explorar y descubrir cosas nuevas.
Un día, mientras Amy jugaba cerca del bosque, se encontró con algo sorprendente: una casa encantada hecha completamente de dulces. Los muros estaban cubiertos de caramelos de colores, las ventanas decoradas con galletas de jengibre, y el techo estaba adornado con chicles y gomitas. Amy, con los ojos brillando de emoción, se acercó lentamente, maravillada por el espectáculo.
«¡Wow! ¡Es una casa de dulces!» exclamó Amy, incapaz de contener su entusiasmo. Sin pensarlo dos veces, se lanzó a probar los dulces. Cada día, después de sus juegos, volvía a la casa encantada y comía hasta quedar satisfecha. Comía pastillas de todos los colores, gomitas con formas divertidas, chicles que explotaban en su boca, coyac, galletas crujientes, helados cremosos y tortas esponjosas. Los días pasaban y Amy no paraba de comer dulces.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que Amy comenzara a sentirse diferente. Una mañana, se despertó con un fuerte dolor de estómago. Le costaba caminar y, cuando intentaba jugar y saltar como antes, se cansaba rápidamente. Se sentía débil y sin energía. Decidió quedarse en casa, descansando en su cama.
Los días pasaban y Amy no mejoraba. Un día, mientras se miraba en el espejo, notó algo preocupante: sus dientes estaban llenos de caries. Amy, muy asustada, comenzó a llorar desconsoladamente. No sabía qué hacer ni cómo mejorar.
Justo en ese momento, apareció una figura brillante y mágica en su habitación. Era la Nutri Madrina, una hada bondadosa que venía a ayudar a los niños en problemas. La Nutri Madrina tenía una sonrisa cálida y un cesto lleno de frutas frescas y coloridas.
«Hola, Amy», dijo la Nutri Madrina suavemente. «He venido a ayudarte. ¿Qué te preocupa?»
Amy, entre sollozos, le contó a la Nutri Madrina sobre su dolor de estómago, su cansancio y sus dientes con caries. La Nutri Madrina escuchó atentamente y luego le sonrió con ternura.
«Querida Amy», dijo la Nutri Madrina, «has comido demasiados dulces dañinos. Pero no te preocupes, tengo la solución. Debes comenzar a comer dulces sanos y dejar de comer los dulces que te hacen daño».
Amy, con los ojos aún llenos de lágrimas, preguntó: «¿Qué son los dulces sanos?»
La Nutri Madrina abrió su cesto y le mostró una variedad de frutas: frutillas jugosas, naranjas brillantes, sandías refrescantes y muchas más.
«Las frutas, Amy. Son dulces naturales y muy saludables. Tienen muchos sabores y colores, y te ayudarán a sentirte mejor».
Desde ese día, Amy comenzó a comer frutas todos los días. Descubrió que las frutillas eran tan dulces como los caramelos, que las naranjas eran tan refrescantes como los helados y que la sandía era tan jugosa como las gomitas. Poco a poco, Amy se sintió mejor. Su dolor de estómago desapareció, volvió a tener energía para correr y jugar, y sus dientes comenzaron a mejorar.
Amy también fue al dentista, quien la ayudó a cuidar sus dientes y le enseñó cómo mantenerlos sanos. Prometió no volver a comer tantos dulces dañinos y siempre elegir frutas cuando quisiera algo dulce.
La Nutri Madrina visitaba a Amy de vez en cuando, asegurándose de que siguiera comiendo frutas y se mantuviera saludable. Amy aprendió a disfrutar de los dulces sanos y nunca más tuvo caries ni enfermedades.
Amy siguió siendo una niña feliz, corriendo y saltando por los campos, pero ahora lo hacía con más energía y salud. Siempre llevaba consigo algunas frutas para compartir con sus amigos, enseñándoles lo importante que era cuidar su salud y disfrutar de los dulces sanos.
Y así, Amy y la Nutri Madrina vivieron felices para siempre, recordándonos a todos que la verdadera magia está en cuidar de nosotros mismos y elegir lo que es bueno para nuestro cuerpo.
Amy no solo cambió su dieta, sino que también empezó a interesarse por aprender más sobre los alimentos saludables y cómo podían hacerla sentir bien. La Nutri Madrina, viendo el entusiasmo de Amy, decidió enseñarle más sobre el mundo de la nutrición. Así, cada tarde, después de sus juegos, Amy se encontraba con la Nutri Madrina en un rincón especial del bosque, donde había un pequeño jardín mágico.
En este jardín, las plantas y los árboles crecían con frutas y verduras de todos los tipos. Había manzanos, perales, arbustos de moras, plantas de zanahorias, y muchas otras maravillas. La Nutri Madrina le explicó a Amy cómo cada fruta y verdura tenía propiedades especiales que ayudaban a diferentes partes del cuerpo.
«Las zanahorias», dijo la Nutri Madrina mientras desenterraba una zanahoria anaranjada y crujiente, «son buenas para tus ojos. Te ayudan a ver mejor, especialmente en la oscuridad».
Amy tomó una zanahoria y se la comió. Le gustó mucho su sabor dulce y crujiente. La Nutri Madrina continuó mostrándole otras frutas y verduras, explicando cómo las manzanas ayudaban a mantener sus dientes y encías saludables, las espinacas le daban fuerza a sus músculos, y las naranjas le proporcionaban vitamina C, que la mantenía fuerte contra los resfriados.
Cada día, Amy aprendía algo nuevo y, con el tiempo, se volvió una experta en reconocer los beneficios de diferentes alimentos. Decidió compartir su conocimiento con sus amigos en la escuela. Les contó sobre su experiencia con la casa de dulces y cómo la Nutri Madrina la había ayudado a descubrir el maravilloso mundo de las frutas y verduras.
Sus amigos escucharon atentamente y comenzaron a interesarse también en comer de manera más saludable. Amy y sus amigos organizaron un club de alimentos saludables, donde cada semana traían diferentes frutas y verduras para compartir y probar. La Nutri Madrina, siempre atenta y dispuesta a ayudar, les visitaba de vez en cuando para enseñarles nuevas recetas y juegos que incluían frutas y verduras.
Una tarde, mientras Amy y sus amigos estaban en el jardín mágico con la Nutri Madrina, vieron algo increíble. Un grupo de animales del bosque se acercó tímidamente. Había conejos, ciervos, ardillas y muchos otros animales. Todos parecían curiosos y hambrientos.
«¡Oh, miren!» exclamó Amy. «¡Los animales del bosque también quieren probar nuestras frutas y verduras!»
La Nutri Madrina sonrió y dijo: «Los animales también saben lo que es bueno para ellos. Las frutas y verduras no solo son deliciosas para nosotros, sino también para ellos».
Amy y sus amigos comenzaron a compartir sus frutas y verduras con los animales. Los conejos disfrutaron de las zanahorias, las ardillas mordisquearon manzanas y las aves picotearon moras. Fue un momento mágico de unión entre los niños y los animales del bosque.
A medida que pasaban los meses, el jardín mágico se convirtió en un lugar de reunión para todos. Los niños del pueblo, junto con los animales, visitaban el jardín para disfrutar de los alimentos saludables y aprender unos de otros. Amy se convirtió en una líder entre sus amigos, siempre recordándoles la importancia de cuidar su salud y elegir alimentos nutritivos.
Un día, mientras Amy paseaba por el campo, se encontró nuevamente con la casa de dulces. Esta vez, sin embargo, no sintió la misma tentación de antes. Se acercó con curiosidad y notó que la casa parecía menos brillante y atractiva de lo que recordaba.
«¿Qué habrá pasado?» se preguntó Amy en voz alta.
Justo en ese momento, la Nutri Madrina apareció a su lado. «Amy, esta casa fue creada por una magia antigua que alimenta los deseos de comer dulces dañinos. Pero ahora que sabes lo que es bueno para ti, la magia ha perdido su poder».
Amy sonrió y agradeció a la Nutri Madrina por su ayuda y enseñanzas. Sabía que, aunque los dulces podían ser tentadores, la verdadera alegría y energía venían de los alimentos saludables. Decidió utilizar la casa de dulces para algo positivo. Con la ayuda de sus amigos y la Nutri Madrina, convirtieron la casa en un centro educativo sobre la nutrición.
Los niños del pueblo y sus familias comenzaron a visitar la casa, no para comer dulces, sino para aprender sobre la importancia de una alimentación balanceada. Amy y sus amigos organizaron talleres y actividades divertidas, donde enseñaban a preparar deliciosos platillos con frutas y verduras. También crearon un huerto comunitario, donde todos podían plantar y cosechar sus propios alimentos.
El pueblo se transformó en un lugar más saludable y feliz. Todos, desde los más pequeños hasta los mayores, aprendieron a disfrutar de los sabores naturales y a cuidar su cuerpo. Amy se sentía orgullosa de haber iniciado este cambio y de haber ayudado a sus amigos y vecinos a vivir mejor.
El tiempo pasó y Amy creció, pero nunca olvidó las lecciones de la Nutri Madrina. Se convirtió en una nutricionista, ayudando a muchas más personas a descubrir los beneficios de una alimentación saludable. La Nutri Madrina siempre estaba a su lado, orgullosa de su pequeña alumna convertida en una gran maestra.
Y así, en el pequeño pueblo rodeado de verdes praderas y coloridos campos de flores, la historia de Amy y la Nutri Madrina se convirtió en una leyenda. Una historia que recordaba a todos que la verdadera magia está en elegir lo que es bueno para nosotros y compartirlo con los demás.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.