Eile y Adán vivían en un mundo que no estaba atado a las leyes de la gravedad. Ellos habitaban en un lugar mágico, más allá de las estrellas y los planetas que todos conocían. Este reino flotaba entre las constelaciones, donde no solo existían los seres humanos, sino criaturas de todo tipo: dragones, unicornios, y seres mágicos que viajaban por los cielos.
Eile, con su brillante cabello plateado, era conocida por su sabiduría. Llevaba un bastón que siempre brillaba con un resplandor azul, un regalo de los antiguos guardianes de los planetas. Adán, su compañero y amigo, era un joven valiente con ojos color ámbar, siempre dispuesto a proteger a los demás. Juntos, se dedicaban a recorrer los diferentes planetas en busca de justicia y armonía, promoviendo los valores de igualdad y respeto entre todos los seres.
Un día, llegaron a un planeta donde las estrellas parecían apagadas, y el aire se sentía pesado. Este planeta, llamado «Virek», había sido testigo de una gran injusticia. Las mujeres en ese mundo eran tratadas como si no fueran importantes, sus voces silenciadas por la tiranía de un rey que había gobernado durante siglos. Nadie osaba desafiarlo, pues su poder era absoluto y temido por todos.
Eile y Adán se sintieron llamados a ayudar. Sabían que no podían permitir que la violencia y la opresión siguieran reinando sobre Virek. Sin pensarlo, decidieron enfrentarse al rey y devolverle la dignidad a las mujeres de aquel planeta.
El viaje hacia el castillo del rey no fue fácil. Tuvieron que cruzar bosques oscuros donde criaturas mágicas acechaban en las sombras. Sin embargo, la valentía de Adán y la inteligencia de Eile los mantenían firmes. Cuando llegaron al castillo, se encontraron con un muro de soldados que bloqueaba la entrada.
“¿Qué quieren aquí?”, les preguntó uno de los guardias, mirando a Eile con desdén.
“Venimos a traer justicia y respeto a este planeta”, respondió Eile con una voz firme, que resonó en el aire como un eco.
El guardia rió con burla. “Justicia y respeto… Eso son palabras vacías aquí. Nadie puede desafiar al rey.”
Pero Eile no se amedrentó. Con un suave movimiento de su bastón, creó una barrera de luz que brilló con intensidad. Los soldados retrocedieron, asombrados por el poder de Eile.
“Nosotros no venimos a pelear, venimos a mostrarles el camino hacia la paz”, dijo Adán, su voz llena de convicción.
Finalmente, el rey salió al encuentro de ellos. Era un hombre alto, con una capa de oro y ojos fríos como el hielo. “¿Qué es lo que buscan?”, preguntó, mirando a Eile y Adán con desdén.
“Buscamos que se respete a todas las personas, sin importar su género. Queremos eliminar la violencia y el abuso que sufren las mujeres en este planeta. Nadie debe vivir con miedo ni con dolor”, respondió Eile.
El rey se rió. “¿Y tú crees que puedes cambiar siglos de historia con palabras? Soy el rey, y mi poder es absoluto.”
Eile y Adán no se dejaron intimidar. Sabían que las palabras de alguien que abusa de su poder no podían ser la última verdad. Con calma, Eile comenzó a invocar el poder de las estrellas, pidiendo ayuda a los guardianes de los planetas. Mientras tanto, Adán habló con los habitantes del reino, alentándolos a que se levantaran y alzaran sus voces.
Las mujeres de Virek, que habían estado silenciadas durante tanto tiempo, empezaron a reunir coraje. Una a una, comenzaron a acercarse al castillo, unidas por el deseo de justicia y libertad. Adán y Eile guiaron a los habitantes del reino en un gran acto de valentía y unión, exigiendo que se respetara la igualdad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.