En un rincón olvidado del mundo, donde los mapas terminan y las leyendas comienzan, se encontraba el Bosque de Esmeralda, un lugar de magia y misterios sin resolver. Aquí, tres amigos inseparables, Alan, René y Dana, vivían las más increíbles aventuras.
Alan, un chico de cabellos rizos y sonrisa traviesa, tenía un don especial para encontrar cosas perdidas. René, con su pelo negro como la noche y ojos llenos de sabiduría, poseía el poder de comprender el lenguaje de la naturaleza. Dana, la joven de cabellos dorados y tiara plateada, podía curar cualquier herida con solo un toque de sus manos.
Un día, mientras jugaban cerca del río centelleante, encontraron un objeto extraño. Era un orbe de cristal que emitía una luz tenue. Fascinados, lo llevaron al sabio del pueblo, quien les reveló que se trataba de la Luz Eterna, una fuente de energía mágica capaz de mantener el equilibrio del mundo. Sin embargo, para que su poder siguiera fluyendo, debían colocarlo en el Altar de los Elementos, oculto en lo más profundo del bosque.
Los amigos, impulsados por el deseo de ayudar, decidieron emprender la misión. René, con su báculo mágico en mano, guió el camino. Alan, sosteniendo un mapa que brillaba con una luz propia, buscaba la ruta más segura. Dana, con su bondad siempre presente, aseguraba que nada malo les sucediera.
A medida que avanzaban, el bosque se volvía más denso y los desafíos más grandes. Se encontraron con una mona que les advirtió sobre los peligros que acechaban. Sin embargo, su valentía no flaqueó y continuaron su viaje.
Al llegar a un claro, se toparon con un viejo árbol que les habló en un idioma desconocido. René, usando su habilidad, tradujo sus palabras: «Para seguir adelante, deben demostrar que su corazón está en el lugar correcto». Dana, con su amabilidad, ofreció una dona que llevaba consigo al árbol, quien, agradecido, les abrió paso.
La travesía se tornó más complicada. Un río furioso bloqueaba su camino, pero Alan, con su ingenio, ideó una balsa usando ramas y lianas. Mientras navegaban, una tormenta se desató. René, concentrándose, logró calmar las aguas y el cielo, permitiéndoles continuar.
Finalmente, llegaron al Altar de los Elementos. Pero no estaban solos; una criatura sombría los esperaba. Era el Guardián de la Oscuridad, que buscaba apoderarse de la Luz Eterna para sumir al mundo en tinieblas. Una batalla épica comenzó. Dana curaba las heridas de sus amigos mientras luchaban, René usaba su báculo para crear escudos protectores, y Alan, con astucia, buscaba el punto débil del enemigo.
En el momento más crítico, cuando todo parecía perdido, una risa contagiosa se escuchó. Era el eco de la bondad y el coraje de los tres amigos, que resonaba por todo el bosque. Inspirados por este sonido, unieron sus fuerzas y finalmente vencieron al Guardián.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.